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(Lc 1,26-38) |
Con estas palabras María abre la puerta de la Redención para todos los hombres. Su "hágase" como respuesta permite que Jesús entre en el vientre de María y sea concebido, por obra del Espíritu Santo, para, encarnado en este mundo, rescatar a todos los hombres del pecado para Dios su Padre.
No es fácil, aunque en el tiempo nos parezca, pronunciar "hágase", porque eso suponía dar un giro total a los planes de su vida. Has un esfuerzo y ponte en su lugar. ¿Imagínate que Dios te propone ahora un giro de ciento ochenta grados en tu vida? ¿Estaríamos dispuestos a darlo? Pues eso le ocurrió a María.
Pero también a José. ¡Qué incertidumbre con la situación de María! ¿Cómo explicar eso? ¿Qué pensaran los familiares y conocidos? ¿Qué hacer? Son preguntas que quizás también nos las hacemos nosotros hoy. ¿Qué nos pide el Señor? Posiblemente no estemos atentos ni le hayamos escuchado. Necesitamos prestar más atención y agudizar más nuestros oídos.
José y María creyeron, a pesar de la oscuridad y las dudas, en el Señor. Y gracias a su escucha y obediencia, Jesús se hace presente en este mundo, para revelarnos el Amor del Padre y darnos la salvación. Una salvación ofrecida a todos los hombres, pero una salvación que nos pide también nuestro sí, al igual que a María y José.
Pidamos al Señor la Gracia de estar dispuestos a decirle siempre sí, a pesar de nuestras caídas y tropiezos; a pesar de nuestros fallos y pecados. Siempre dispuestos a vivir en su Voluntad, porque es su Voluntad la que nos salva.
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