lunes, 30 de mayo de 2016

LOS MIEDOS Y TEMORES NO NOS DEJAN VER AL SEÑOR

(Mc 12,1-12)

Muchas de nuestras respuestas están mediatizadas por los temores y los miedos a perder nuestro estatus cómodo y seguro. O a complicarnos la vida con preocupaciones, responsabilidades y deberes. Queremos quitarnos todo tipo de preocupación, y aumentar nuestros derechos e ir quitando deberes y compromisos.

Nos atrae la vida fácil, cómoda y sin problemas. Sin embargo, conseguida, no experimentamos esa felicidad que buscamos. Descubrimos, a veces tarde, que la felicidad que buscamos no se esconde en esa comodidad o bienestar, ni tampoco en la evasión de problemas y responsabilidades.

Hemos recibido un cuerpo con vida. Y una vida donde desarrollar esas cualidades y talentos que hemos recibido con la condición de administrarlos para el bien común, pero, nuestras debilidades y apetencias nos traicionan y nos ponen dificultades, por nuestro egoísmo, impidiéndonos administrarlos para el bien común. Esa es la historia que el Señor nos cuenta hoy en el Evangelio: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó».  Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 

Lo que viene se deduce. Todos comprendemos que serán castigados esos labradores, y la tierra se les dará en alquiler a otros. Pero la lección que debemos de sacar de esta parábola es que somos nosotros esos labradores, y que, quizás, con nuestros comportamientos, con nuestras actitudes, con lo que callamos o proponemos buscamos de forma consciente o inconsciente matar también al hijo del dueño de la viña.

Posiblemente, también nosotros desechamos la piedra que también desecharon los arquitectos, la piedra angular, que es Cristo. Y lo hacemos sin darnos cuenta, en las cosas sencillas de cada día, instalados en lo fácil y cómodo. Porque quien es fiel en lo poco, también lo será en lo mucho. Pidamos no quedarnos instalados ni acomodados, sino estar siempre mirando como servir y cumplir mejor en el camino de avanzar hacia la perfección.

domingo, 29 de mayo de 2016

ALIMENTO DEL CUERPO Y EL ALMA

(Lc 9,11b-17)

Todos acudían al Señor y eran curados los que realmente tenían necesidad de ser curados. Y eso nos puede hacer pensar que la curación es necesaria para aquel que la necesita, no para el que se siente sin necesidad de ser curado. Porque acudirán sólo los que necesitan ser curados, y también los que tienen hambre.

El Señor se preocupa integramente de todo lo que necesita el hombre. No sólo el alimento corporal sino también el alimento espiritual. En esta ocasión descubre la necesidad que tienen de alimentarse y les procura el alimento corporal. Nos enseña que también nosotros tenemos que hacerlo, pero recordamos el matiz con el que empezábamos al principio: En aquel tiempo, Jesús les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados.

Hoy, la Iglesia, continúa esa labor en todos sus miembros y agrupados en torno a Cáritas y muchos grupos que tratan de atender a aquellos que están necesitados. Pero nos preocupa una cosa, que quizás buscamos el auxilio del Señor en la Iglesia, el auxilio material, y olvidamos el alimento espiritual de su Cuerpo y su Sangre contenido bajo las especie de pan y vino en la Sagrada forma.

Posiblemente, el Señor, quiso darnos a entender que su Padre Dios se preocupa, no sólo por lo espiritual, sino también por lo material. El mundo, creado y regalo de Dios Padre, ha sido puesto en manos de los hombres para que sea bien administrado en función del bien del hombre. Y, cuando hay muchos necesitados y carente de medios, otros, aquellos que les sobra y tienen, deben compartirlo.

Pero no todo consiste en alimentos. El hombre de hoy está necesitado de paz. De paz y sentido común que haga un mundo más humano, más fraterno, más solidario y compartido. Un mundo que acoja y dé lo que necesita a todos aquellos refugiados que huyen de sus países enfermos por el odio, la venganza y soberbia que los enfrenta y dan lugar a las guerras.

Aparte de hacer todo lo que está en nuestras manos, también recemos para que todos aquellos que lo necesitan encuentre un lugar de convivencia, de fraternidad y de paz, que sólo junto a Jesús, como ocurrió en aquella ocasión: 
Él dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta». Hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente,  podemos encontrar.

sábado, 28 de mayo de 2016

¿CON QUÉ AUTORIDAD HACES ESTO?

(Mc 11,27-33)

Ocurre con mucha frecuencia que opinamos y hasta criticamos sobre actitudes y obras de otros sin saber ni conocer bien claro los hechos. Y, es más, nuestra opinión está mediatizada por los miedos, intereses y egoísmos que nos someten y dominan. Así, nos atrevemos a interpelar y acusar a otros sin razones ni sentido común que lo justifique y donde apoyarse.

La demagogia está muy de moda. La ha estado siempre, porque ha sido un arma que el hombre ha usado para evadirse y eludir el problema y salirse por la tangente. Cuando el hombre ha querido esconder su verdad, y sobre todo, la Verdad, miente escondido en la demagogia. Podemos atrevernos a decir que, el arma más poderosa que tienen los políticos, los negociadores sociales y económicos, y todos aquellos que buscan sus objetivos por encima del bien y del mal es la demagogia.

De esta forma, el mundo experimenta el sufrimiento y el dolor en los más desvalidos, ignorantes, marginados y excluidos, porque ellos son el despojo y la salida que usan los más poderosos para tapar y justificar sus intereses y egoísmos. Es evidente que cuando llevas en la manga otra carta escondida, juegas con ventaja. Y esa ventaja la utilizas para distorsionar la realidad y disfrazar la mentira de verdad. Te autoengañas hasta el punto que te vuelves ciego.

Aquellos sumos sacerdotes, escribas y ancianos escondían sus malas intenciones, que no eran otras que acabar con Jesús. Haciendo ver que sus razones tienen fundamento y escondidos en la mentira, apariencia, le preguntan: «¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?» No buscan su respuesta, sólo persiguen acabar con Él. Y así no podemos acercarnos al Señor, y menos hablar, orar, con Él. Porque la oración descubre la fe, pues el estar orando es ya un acto de fe.

Caen en su propia trampa, porque desconocen con quien están hablando. Y la respuesta que reciben les deja sin respuesta, valga la redundancia.  Porque les descubre su propia y mal intencionada mentira. No pueden responder porque están presos de su propia mentira y el medio les somete. Quizás algo parecido nos puede estar también ocurriendo a nosotros. Pidamos para que no sea así y el Señor aumente nuestra fe.

viernes, 27 de mayo de 2016

MI CASA ES CASA DE ORACIÓN

(Mc 11,11-25)


En la vida lo importante no es lo que hayas vivido, sino la fe con la que has vivido. Porque es la fe la que te mueve y dirige tus pasos. No importan los pasos que hayas dados, ni tampoco los zapatos que hayas usados, lo verdaderamente importante son las huellas que hayas dejado al pasar.

No se trata de dar frutos, sino del amor con que los das. Cuando se pierde ese ardor y entusiasmo se pierde la fe, porque es precisamente la fe la que alimenta y entusiasma al ardor de vivir y actuar. Así, sin horizontes claros y objetivos concretos, la fe se debilita y se pierde y el sentido de las cosas se distorsiona, y lo que era casa de oración se vuelve ahora casa de mercaderes y cambistas.

Aquello que está destinado a dar frutos, si no los da, se seca y pierde su misión, su objetivo y su sentido. De la misma manera, si tu fe no te da preocupación por crecer en santidad y avivar el esfuerzo de imitar al Jesús, tu manantial de agua viva puede secarse y ocurrirte lo de la higuera. Uno sabe cuando tiene que esperar, porque al final los frutos los recoge el Viñador, pero siempre que el los obreros hayan hecho lo que está en su mano.

Necesitamos alimentar nuestra fe, y la alimentamos en la medida que intimamos con el Señor. ¿Y cómo intimamos? Pues con la oración, la frecuencia de la escucha de la Palabra, la Eucaristía y la Penitencia. Los equivalentes al agua, al estiércol, abono y buena tierra que necesita la higuera para, estando bien cultivada, dar frutos. Quizás lo que necesitemos es que nuestros pasos dejen la huella del amor por donde pasamos, y eso, como la semilla que cae en tierra buena, dará frutos a su debido tiempo.

La lección que hoy podemos sacar de esta Palabra, al menos, la que podemos vislumbrar en este momento que la leemos y reflexionamos, es la necesidad de abrirnos y de pedir fe. Fe para sostenernos en la oración y en el esfuerzo de dar frutos. Frutos que serán por Obra y Gracia del Espíritu Santo, quien transformará nuestros torpes pasos y trabajos en verdaderos actos de amor que, tarde o temprano, darán sus frutos. Porque los buenos frutos nacerán del buen árbol que se riegue con amor.

jueves, 26 de mayo de 2016

CONFESAMOS NUESTRA CEGUERA

(Mc 10,46-52)

Si, Señor, ¿qué sacamos con negar nuestra ceguera?, nada de nada. Sólo lograremos engañarnos y seguir ciegos. No vemos tu presencian entre nosotros, pues nuestra ceguera no nos permite verte. Pero sabemos que andas en cada uno de aquellos que sufren, que son injustamente tratados, que son explotados, excluidos y necesitados. Sin embargo, permanecemos ciegos ante esa realidad.

Somos muchos los Bartimeos de este mundo que no vemos ni tampoco gritamos llamándote. Posiblemente veamos lo que no interesa ver. Tenemos ojos para las cosas que nos estropean la vista y terminarán por dejarnos ciegos para siempre. Buscamos soluciones ópticas para ver mejor, pero esa no es la verdadera luz que necesitamos para alumbrar nuestro camino. Eres Tú, Señor, la Luz que debemos buscar y para ello necesitamos, como Bartimeo, esperar, ser paciente y gritar cuanto Tú pases por mi camino.

Se me nublan las ideas, y hasta la lengua se me paraliza. Estoy, no sólo ciego, Señor, sino también paralítico y, a pesar de tu presencia en los desvalidos y pobres, mi corazón permanece pasivo, quieto, adormecido y sin saber qué hacer. Quiero ver como Bartimeo para saltar repentinamente y presto a tu llamada, y con tu Gracia y tu Fortaleza llenar mi corazón de alabanzas y agradecimiento a tu Persona en el servicio a los demás.

Pero, ¿cómo hacerlo? Quizás necesito dar algún paso que me comprometa y me empuje a estar más cerca de la realidad humana, del sufrimiento de muchos que no tienen donde descansar ni donde apoyarse y sentir la estima y el aprecio de experimentarse como persona. Por eso, Señor, sigo gritando cada día para que despierte en mí esa hambre de servir y de darme a aquellos que lo necesitan.

Abre mis ojos, Señor, y dame la fortaleza de dedicar parte de mi vida a servirte en aquellos en los que Tú estás esperándome.

miércoles, 25 de mayo de 2016

EL CAMINO ESTA TRAZADO

(Mc 10,32-45)

Jesús sabe lo que va a ocurrir. Va camino de Jerusalén, y en Jerusalén le esperan para condenarlo a muerte, y a una muerte de cruz. Cruz que tras la muerte de Jesús se transformará en el símbolo de nuestra salvación y en la cruz de nuestra caminar de cada día. 

Sin embargo, parece que los apóstoles no estén pensando en eso. Santiago y Juan, los de Zebedeos, se preocupan por alcanzar el mejor puesto en la Gloria del Señor, a la derecha e izquierda junto a Él. Su preocupación se queda en ellos, no sale de su corazón, está encerrada en ellos mismos egoístamente. De momento, no se han enterado de nada.

Puede ocurrirnos a nosotros igual. De momento no nos estamos enterando de nada. Estamos instalados en nuestras ideas, nuestra manera de entender y vivir y atrapados por nuestra humanidad pecadora, manchados por el pecado y esclavizado en él. Interpretamos la Palabra de Jesús con una mirada egoísta, cómoda y buscando, si no estar a la derecha o izquierda como Santiago y Juan, si tener un puesto cómodo, no muy comprometido ni de muchas exigencias. Nos gusta que se nos reconozca, que se nos valore, pero nos cuesta servir y ser el último.

Jesús, reuniéndolos a todos, también a nosotros, nos dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Ese es el Camino, no hay otro. Se trata de estar preocupados, preocupados en ser como Xto. Jesús. Es decir, servidor, porque Él también ha venido a servir, no a ser servido, y a dar su Vida para salvarnos a nosotros. A todos aquellos que creemos en Él. Y nuestra preocupación si no prospera y crece será mala señal, por muchas prácticas que hagas y signos visibles.

Y, claro, que le necesitamos. No precisamente para pedirle que nos coloque a su derecha e izquierda, sino para que recibamos la Gracia de parecernos a Él cada día más en la actitud de servir, en una relación de amor, que nos haga experimentarnos preocupados por el bien del uno por el otro. Porque esa es la Voluntad del Padre y porque para eso ha venido Jesús a estar un tiempo con nosotros en este mundo, para revelarnos el amor del Padre. Pidamos esa Gracia.

martes, 24 de mayo de 2016

NUESTRA RECOMPENSA ES INMEDIATA, EL CIENTO POR UNO

(Mc 10,28-31)

Posiblemente lo hayas experimentado, porque la alegría y el gozo que experimentas, valga la redundancia, de dar son el equivalente a todo lo que tú hayas dejado y entregado. Y es necesario que eso, al optar por dejarlo y entregarlo, te produzca dolor o sacrificio, o persecución, porque en ese sufrimiento donde maduras y entiendes el amor de Dios.

Sin dolor es imposible crecer. Si reflexionas un poco y miras a tu alrededor, observas que todo en la vida gira en torno al dolor: Naces con dolor; creces con dolor, enfermedad, frustraciones, desilusiones, engaños, injusticias...etc; son esos obstáculos y dificultades las que te hacen pensar, reflexionar y madurar. Llamadas persecuciones son todas esas barreras que tienes que superar y que te hacen persona, te ayudan a crecer.

Esa es la realidad de la vida, ¿Para qué engañarte? Eso, seguro, nunca lo hará Jesús, por eso añade: "Con persecuciones". La vida es una persecución por la Verdad, por tomar y cargar tu cruz, y eso te ocasionará persecuciones. Persecuciones en clave de sufrimientos, de incomprensiones, de dolor, de dificultades, de negación y de persecución también. Mira la Vida de Jesús y lo verás claramente. No hizo sino el bien, pero, ¿cómo fue tratado? ¿Acaso lo proclamaron Rey? ¿Fue aclamado y alabado?

El ciento por uno se esconde en esas persecuciones y sufrimientos. Contempla la vida de los que lo han seguido y descubre sus alegrías, sus perseverancias, sus gozos y luchas ante las dificultades y sufrimientos. ¿No es eso el ciento por uno? Esa fuerza que han recibido para superar los obstáculos y vencerlos, ¿no es el ciento por uno? ¿No experimentamos cuando sufrimos, como lo hicieron los apóstoles, un gozo y alegría que no se encuentra con y en las cosas de este mundo? Una alegría que no se acaba, que se mantiene viva como la zarza ardiendo que contempló Moisés.

Y luego, ya lo dice el Señor claro: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».

La cuestión ahora es saber que tienes que dejar. Porque no se trata de que hagas lo mismo que los apóstoles, pues el Señor no nos exigirá a todos por igual. Cada cual tiene sus talentos y sus dones, y eso es lo que el Señor te pide que pongas al servicio de los demás. 

Quizás no sea tu casa, tu familia, tus hermanos, tu madre...etc., lo que tienes que dejar, pero lo que sí tienes que poner es a Dios en el primer lugar de tu vida, y quitar todo aquello que te lo impida y sea obstáculo para ello, incluyendo si hay algo de todo lo dicho anteriormente.