martes, 4 de octubre de 2016

EL TIEMPO DE DIOS DEBE SER SAGRADO

(Lc 10,38-42)
Sin darnos cuenta dejamos a Dios para el tiempo que nos sobre. Es esa una actitud muy común en todos los cristianos, y se me ocurre llamarle martamanía, porque consiste en darle prioridad  y cumplimiento a todas tus responsabilidades antes que a las que tienes con el Señor. Es el caso del retrato que hoy nos presenta el Evangelio en casa de Lázaro, Marta y María.

Nos preocupa nuestro trabajo, nuestros compromisos familiares, nuestro tiempo de ocio y descanso, pero, ¿y nuestro tiempo para con Dios? El orden de prioridades por importancia debe ser Dios primero, porque si pensamos detenidamente todo nos viene de Dios y a Él tendemos a ir cuando se nos acabe esta vida. Luego, nuestra jerarquía de valores está trastocada erróneamente y enferma. 

Y eso fue lo que sucedió con Marta en el pasaje evangélico que hoy nos ocupa. Marta, incluso un poco tocada por la frescura de su hermana, y, quizás, algo envidiosa, llama la atención de Jesús por la actitud tomada por su hermana. Y se encuentra que Jesús le advierte que esa es la mejor parte y el tiempo mejor aprovechado. Porque en realidad sólo una cosa hace falta, estar en la actitud contemplativa ante Dios. 

Actitud que no consiste solamente en estar inmóvil y en estado orante en su presencia, sino que también oramos y estamos con el Señor en el trabajo, en la familia, en el ocio y descanso. El tiempo de Dios debe ser sagrado y respetado. Y también buscado. Siempre hay tiempo para el Señor si sabemos buscarlo y quitarlo de muchas horas a lo largo del día que desperdiciamos tontamente.

Cada cual sabe de dónde debe sacar su tiempo sagrado para estar con el Señor. Lo mismo que cuando nos citamos con la novia. Buscamos el tiempo y realmente existe. Pidamos esa sabiduría al Señor para saber buscar y encontrar nuestro tiempo para estar con el Señor.

lunes, 3 de octubre de 2016

UNA RESPUESTA CLARA QUE NO DEJA DUDAS

(Lc 10,25-37)


Un maestro de la ley, quizás con segundas intenciones, preguntó a Jesús sobre la vida eterna. Porque eso, también hoy, es lo que a ti te debe interesar. Y digo, te debe, porque muchas están despistados y no sé que piensas o que esperan conseguir de este mundo caduco y del que pronto dejaremos atrás.

Cualquier persona de buen gusto, como ese maestro de la ley, aunque con segundas intenciones, debería estar al corriente y saber qué hay que hacer para ganar la vida eterna. Pensar en otras cosas viene bien para el momento, porque estamos todavía en este mundo y necesitamos respirar y vivir, pero sin perder de vista que eso es ahora, pero mañana se acabará.

Por eso, conviene enterarse de qué va la cosa y ponerse las pilas por si acaso se nos acaba el tiempo. Jesús responde de forma muy clara y no deja nada oscuro, todo se ilumina con su Palabra: 

«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».

Se trata, pues de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Y, para no dejar cabos sueltos, sobre quien es nuestro prójimo, pregunta que mal intencionada hizo el maestro de la ley, Jesús expuso una parábola que deja todo en su sitio: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores,...leer más

El amar no es algo caprichoso ni hecho a la carta de cada uno. No puedes amar como tú interpretas ni como a ti te gustaría, ni tampoco a quien a ti te gustaría. El amor tiene un modelo y ese es Jesucristo. Amar es, por tanto, hacerlo como lo hace Jesús con cada uno de nosotros. Y el ejemplo es lo que hizo ese samaritano. Por lo tanto, vayamos todos a hacer lo mismo.

domingo, 2 de octubre de 2016

AUMENTANOS LA FE, SEÑOR

(Lc 17,5-10)


Nunca podremos pagarte, Señor, ni tampoco merecer nada. Sin embargo Tú nos das todo. Nos das la vida y nos salvas. Un misterio de amor que nunca tampoco entenderemos. ¿Cómo responder a tu llamada de la que nosotros somos los más beneficiados? El ejemplo del lavatorio de los pies fue significativo y clarificador. Nos has indicado la actitud de servicio que nos debe acompañar toda nuestra vida.

Pero, encima, Señor, nos regañamos cuando las cosas se nos tuercen y nos descubrimos merecedores de mejor suerte y te pedimos explicaciones o te imploramos, casi, muchas veces, exigiéndote que nos soluciones el problema. Perdona, Señor, nuestra osadía e ignorancia, y aumentanos nuestra fe, porque sólo así comprenderemos nuestra pequeñez y pobreza.

Y ayúdanos a confiar en Ti. Confiar como lo hicieron otros y antes de que hicieras el milagro. El ejemplo del Centurión o de la Cananea nos ilustra como debe ser nuestra fe. Pero experimentamos la pobreza y limitaciones de nuestra humanidad y la necesidad de, abrazados a Ti, ganar día a día, esa fe que nos mueva a vivir con mayor intensidad nuestra fe.

Nos ocurre que cuando más fuerte nos creemos experimentamos la tentación de abandonar o dejamos nuestro obrar a mitad o decepcionamos. Necesitamos la perseverancia de estar agarrados a Ti, Señor, en la contemplación diaria de tu Palabra y en la oración íntima contigo. Y, también, en el abandono confiado en la acción del Espíritu Santo que nos fortalece y nos impulsa a obrar como debemos y queremos hacerlo.

Te pedimos, Señor, que fortalezcas nuestra voluntad para estar siempre dispuestos, a pesar de los avatares y obstáculos del camino, a permanecer firmes en la fe de tu Palabra. También nosotros hoy te pedimos que nos aumentes nuestra fe.

sábado, 1 de octubre de 2016

ALEGRES DE ESTAR INSCRITO EN EL LIBRO DEL CIELO

(Lc 10,17-24)

Ver el final de la vida de Job 42, 1-3. 5-6. 12-16., es comprender la Justicia de Dios y confiar esperanzado que él nos dará su Gloria. No por nuestros méritos, sino porque Él así lo ha querido, simplemente por amor. En el Evangelio de hoy nos llama a estar alegres. No por lo que nos suceda, bueno o malo, sino porque nuestros nombres están inscritos en el Cielo.

Eso es lo verdaderamente importante, responder a esa inscripción que Dios ha hecho de cada uno de nosotros. Y para eso necesitamos ser sencillos y humildes. Ser pequeños y tener un corazón de niño, confiado y abandonado en las Manos de nuestro Padre Dios. Estar dispuestos a dejarnos modelar por el Espíritu Santo y a someternos, cada hora e instante de nuestra vida, a la Voluntad del Espíritu Santo.

 «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

Somos privilegiados al estar nuestros nombres inscritos en el Cielo porque hemos escuchado la Palabra de Dios por medio de su Hijo Jesús. Somos privilegiados porque aceptamos la Voluntad del Padre a través de su Hijo Jesús, y somos privilegiados porque el Señor nos revela su alegría por seguirle y estar dispuestos a perseverar en todo lo que Él nos enseña y nos manda.

Sigamos sus pasos con alegría y entusiasmo. Pero no tanto por los frutos que quizás podamos ver, sino porque nuestros nombres están inscritos en el Reino de los Cielos. Dejémosno llenar nuestros corazones de humildad y buenas intenciones y seamos fieles a la Palabra de Dios.

viernes, 30 de septiembre de 2016

LA RESPONSABILIDAD ES NUESTRA



Al ser libre nuestros actos dependerá de nuestra elección. Podemos decidir hacer esto o lo otro, pero siempre seremos nosotros los responsable, porque la última decisión es nuestra. En eso consiste el ser libre. No tanto en hacer lo que quiero, me apetece y gusta, que lo que debo y es correcto y bueno.

Hoy el Evangelio nos sitúa en varias ciudades que fueron agraciadas con la Palabra y el Mensaje de Jesús. Corazín, Betsaida y Cafarnaúm fueron lugares privilegiados por la Palabra de Jesús, y lugares donde Jesús hizo muchos milagros. Sin embargo, sus corazones permanecieron cerrados a su conversión. Hasta tal punto que Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. 

Lo mismo ocurrió en Cafarnaúm, y también, refiriéndose a ella dijo:Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!  Cafarnaúm, donde Pedro tenía su casa. ¿Podemos imaginar la oportunidad de esos pueblos? Sin embargo permanecieron cerrados a su Palabra. Jesús se lamenta y sufre por la pobre respuesta de esos pueblos. Pero, ¿no ocurre hoy lo mismo? ¿Cuántos de nuestras ciudades levanta la mirada al Señor? Amigos nuestros; nuestros propios hijos; hermanos y muchos conocidos y desconocidos que hay escuchado la Palabra de Dios viven al margen de ella. Tal y como si no la hubiesen oído. Quizás nunca han hecho caso ni la han escuchado prestándole atención.

Pidamos la capacidad de advertir que no hay otra fuente de felicidad sino la que viene de la Palabra de Dios. Y que los caminos de este mundo son caminos equivocados, espejismos de felicidad y caminos de perdición. Por eso, levantemos la mirada hacia el Señor y abrámosle nuestros corazones.

jueves, 29 de septiembre de 2016

LA VERDAD TE LLEVA A DIOS

(Jn 1,47-51)

Quien es sincero, sencillo y humilde no podrá falsear la vida. Siempre vivirá en presencia de la verdad y no esconderá sus fracasos, sus debilidades y pecados. Se mostrará tal cual es, y eso se llama personalidad. Y eso quiere significar que siempre se intentará mejorar, porque la humilad busca la verdad y descubre la mentira. Otra cosa es que no se pueda, pero para eso aparece el Espíritu de Dios, que nos dará lo que falte para cumplir su Voluntad. 

El episodio del Evangelio de hoy nos pone delante de esa realidad. Natanael no cree que de Nazaret pueda salir el Mesías esperado, y, por supuesto, no cree que Jesús sea el Mesías prometido. Sin embargo le asombra lo que Jesús le dice cuando le ve llegar: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Y Natanael queda admirado hasta el punto de responder: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Y Jesús ante tal respuesta sincera le promete que verá cosas mayores. Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». 

¡¡Veremos cosas mayores!! Indudablemente, ¡cuántas cosas nos quedan por ver y asombrarnos! No podemos imaginar cuantas cosas nos tiene Dios preparadas. Sería imposible para nosotros poder imaginarlas. Ni tan siquiera imaginar la figura de los ángeles y arcángeles. Por eso, por la fe, nuestra muerte debe suponer un momento emocionante y glorioso, porque es la hora en que conoceremos todo lo que el Señor nos ha preparado para que vivamos eternamente en su presencia.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

DENTRO DE TU CORAZÓN

(Lc 9,57-62)

El Señor tiene su guarida en tu corazón. Ahí se ha quedado y espera que tú lo atiendas y lo hagas tu Rey. El Señor aguarda a que tú y yo le hagamos dueño de nuestras vidas. Por eso nos dice en el Evangelio de hoy: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».  

Muchos de nosotros ponemos muchas cosas antes que el Señor. Muchos de nosotros gastamos nuestro tiempo en cosas que anteponemos al Señor. Decimos que seguimos al Señor, pero el día lo preparamos según nuestros planes y proyectos, y lo que sobra se lo dedicamos al Señor. Por eso, a otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios».

Quienes se alejan del Señor y ponen otras cosas como prioridades están ciegos y muertos. Por eso Jesús habla de dejar que los mismos muertos entierren a sus propios muertos. Todo lo que está fuera del Señor es ceguera y muerte, y la muestra más palpable es ver cómo está el mundo que nos rodea. 

También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios». No podemos seguirle si tenemos otras cosas en nuestra vida. Seguir al Señor exige total y plena libertad para estar en todo momento en su presencia y a cada instante glorificándole en todo nuestro hacer, sentir y ser. 

Seguir al Señor es ser consecuente, fiel y responsable toda nuestra vida con nuestro compromiso bautismal. Vivir la Vida de la Gracia es manifestar en todo momento que somos hijos de Dios y estamos llamados a la Vida Eterna por el amor y para amar.