(Lc 10,25-37) |
Un maestro de la ley, quizás con segundas intenciones, preguntó a Jesús sobre la vida eterna. Porque eso, también hoy, es lo que a ti te debe interesar. Y digo, te debe, porque muchas están despistados y no sé que piensas o que esperan conseguir de este mundo caduco y del que pronto dejaremos atrás.
Cualquier persona de buen gusto, como ese maestro de la ley, aunque con segundas intenciones, debería estar al corriente y saber qué hay que hacer para ganar la vida eterna. Pensar en otras cosas viene bien para el momento, porque estamos todavía en este mundo y necesitamos respirar y vivir, pero sin perder de vista que eso es ahora, pero mañana se acabará.
Por eso, conviene enterarse de qué va la cosa y ponerse las pilas por si acaso se nos acaba el tiempo. Jesús responde de forma muy clara y no deja nada oscuro, todo se ilumina con su Palabra:
«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?». Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás».
Se trata, pues de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Y, para no dejar cabos sueltos, sobre quien es nuestro prójimo, pregunta que mal intencionada hizo el maestro de la ley, Jesús expuso una parábola que deja todo en su sitio: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores,...leer más
El amar no es algo caprichoso ni hecho a la carta de cada uno. No puedes amar como tú interpretas ni como a ti te gustaría, ni tampoco a quien a ti te gustaría. El amor tiene un modelo y ese es Jesucristo. Amar es, por tanto, hacerlo como lo hace Jesús con cada uno de nosotros. Y el ejemplo es lo que hizo ese samaritano. Por lo tanto, vayamos todos a hacer lo mismo.
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