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lunes, 10 de junio de 2024

BIENAVENTURADOS LOS QUE BUSCAN LA PAZ

Todos sabemos por experiencia que la violencia es camino erróneo. Detrás de cualquier acto violento se esconde la tragedia, el peligro, la injusticia, el desequilibrio y la ruptura de la paz. Nada, aunque valga la pena, justifica la violencia. Y, precisamente, aquellos que se resisten a ella son los que viven en la paz. Y, por tanto, bienaventurados.

Bienaventurados porque son pacíficos, mansos y no buscan alzarse con violencia ante cualquier tentación que les incite a tomarla como defensa propia. Su escudo es Dios y en Él conviven en el esfuerzo diario de la mansedumbre y misericordia. Son pobres de espíritu y abrazan el deseo de compartir lo que son y tienen.  Viven en la esperanza de alcanzar la Gloria del Reino prometido al sentirse hijos, rescatados por los méritos del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús.

Saben y esperan que el final de esta vida es el comienzo de la verdadera y eterna. Y, por eso y para eso, su guía es la Palabra de Dios que les orienta su camino y le lleva a un encuentro gozoso de plenitud y eternidad con el Padre.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

¿EN QUÉ LUGAR DE MI CORAZÓN ME EXPERIMENTO SACIADO HASTA NO NECESITAR DE DIOS?

Sucede que, quizás sin darnos mucha cuenta, hay situaciones en las que creo que me basto a mí mismo. En esos momentos experimento que quizás no necesito de Dios y me erijo en mi propio señor. Quizás experimento que estoy lejos de esas bienaventuranzas que proclama bienaventurado Jesús. Sin embargo, por su Gracia, en algunos momentos debo de alegrarme porque recibo ciertos reproches e insultos por proclamar mi débil y pobre fe.

Esta apreciación me obliga a estar en permanente vigilia. Nuestra naturaleza, inclinada a acomodarse y a satisfacer sus egos y apetencias, es proclive a dejarse llevar por el buen vivir, que no está nada mal, pero que empieza a ser una grave falta desde el momento que me olvido del que sufre, del excluido, del marginado, del pobre, del que llora, del que está sometido a injusticias…etc.

Y lo es porque no podré amar en esas condiciones, y menos a Dios, aunque aparentemente lo refleje y lo parezca. El amor a mi Padre Dios está fuertemente unido al amor al prójimo bienaventurado que hoy proclama Lucas en su Evangelio. Por lo tanto, no seré bienaventurado si mi vida no camina en esas coordenadas de los bienaventurados que llama Jesús.

De nada vale esconder la cabeza o desviar la mirada. Me confieso pecados y muy lejos de esas coordenadas bienaventuradas pero esperanzado en que por la acción del Espíritu Santo pueda descubrir y experimentar esa hambre de bienaventuranzas que Jesús, mi Señor e Hijo del Padre, me propone.

lunes, 12 de junio de 2023

LA VERDADERA FELICIDAD SE ESCONDE EN LAS BIENAVENTURANZAS.

Lo que el mundo nos dice, nos muestra y nos presenta es el éxito. Todo lo que no sea éxito es fracaso para el mundo. Será, pues, importante para el mundo todo aquel que tenga éxito, riqueza, bienestar, placer, arrogancia de poder y afirmación de sí mismo por encima y en perjuicio de los demás.

Eso determina y significa que seguir a Jesús y vivir en y según las bienaventuranzas será una renuncia a todo lo que el mundo nos ofrece. Sin embargo, todos los que estamos en este mundo buscamos la felicidad. Dentro de cada hombre hay una chispa de felicidad eterna que le impulsa a buscar la felicidad. Una felicidad que el hombre no encuentra en este mundo a pesar de su poder, riqueza y placer.

Luego, la pregunta es: ¿Dónde está esa felicidad tan buscada y deseada? Y la respuesta nos viene dada por Jesús en el Evangelio de hoy: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos… Son bienaventurados, es decir felices, todos aquellos que…

Por tanto, no busquemos la felicidad en este mundo ni en las cosas de este mundo. Y no la busquemos porque en el mundo y en sus cosas no se encuentra. Busquemos la felicidad que arde desde lo más profundo de nuestro corazón en la Palabra de Dios y en esas bienaventuranzas que nos presenta porque son en ellas donde la encontramos.

Seamos consciente de nuestra pobreza y limitaciones y pidamos al Señor la fuerza, la paz y sabiduría de su Espíritu para poder así sumergirnos en su Gracia y, fortalecidos en Él, vivir nuestra vida en y con la actitud de las bienaventuranzas. Amén.

lunes, 6 de junio de 2022

¿TIENES LA PUERTA DE TU CORAZÓN ABIERTA AL ESPÍRITU SANTO?

El error del hombre puede estar en que se erige en su propio director, su propio salvador y guía. Y, se equivoca. Sin la asistencias del Espíritu Santo está perdido y no podrá contra los enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Abrirle la puerta de tu corazón al Espíritu Santo es absolutamente necesario y vital. Sin Él no podemos vivir en el ambiente, ternura y atmósfera de las bienaventuranzas. 

Porque, para sufrir, llorar, tener hambre y sed de justicia, ser misericordioso, limpios de corazón, trabajar por la paz, perseguidos por causa de la justicia y, en definitiva, ser bienaventurados ante Dios, necesitamos la compañía del Espíritu Santo. Sin Él no podremos soportar y sufrir las inclemencias y persecuciones de las injusticias, del deseo y hambre por hacer el bien y defender al inocente y necesitado.

Y, para eso, necesitas abrirle la puerta al Espíritu Santo, pues, sin tu permiso no entrará en tu corazón ni actuará en tu vida. Por tanto, se hace necesario dejarlo entrar y abrirnos a su acción con total disponibilidad. Él irá transformando nuestro corazón con nuestra colaboración y apoyado en nuestra fe.

Es necesario y fundamental recibir el bautismo. Y, lo es, porque es en ese momento cuando el Espíritu Santo baja sobre nosotros. Digamos que, el bautismo, puede ser esa ocasión como la de los apóstoles. Encerrados en el cenáculo, se les apareció Jesús y sopló sobre ellos y dijo: Reciban el Espíritu Santo.  A partir de ahí, el Espíritu Santo está en nosotros y nos pedirá que le aceptemos, que creamos en Él para asistirnos, guiarnos y señalarnos el Camino, la Verdad y la Vida.

lunes, 7 de junio de 2021

UN CAMINO BIENAVENTURADO QUE ESCONDE LA VERDADERA Y ÚNICA FELICIDAD

Mt 5,1-12

Todos hemos experimentado la verdadera felicidad cuando hemos vivido y realizado una buena obra de forma incondicional y gratuita. Nuestro corazón se llena de gozo y sentimos una paz que nos llena de felicidad. ¡Experimentamos que nos sentimos bien! 

A primera vista, el camino de las bienaventuranzas aparenta todo lo contrario. Desde nuestras apetencias e inclinaciones humanas, las bienaventuranzas, propuestas por Jesús, no invitan a seguirlas ni tampoco apetece vivirlas. Exigen renuncias, sacrificios y dolores que son contrarios a nuestra naturaleza humana, la cual, herida poro el pecado, busca satisfacciones, apetencias y placeres. Un programa como las bienaventurazas nos costará aceptarlo.

Sin embargo, hay una gran contradicción que nos cuesta descubrir y ver. Esa felicidad que buscamos desesperadamente se esconde en ese estilo de vida bienaventurado. Detrás de la renuncia, del dolor y sacrificio subyace el gozo, la alegría y la felicidad buscada. Y eso no nos es extraño. Lo hemos experimentado algunas veces cuando realmente hemos amado y vivido algún acontecimiento donde hemos actuado como pensábamos que debíamos actuar, a pesar de tener que renuncias y despojarnos de alguna apetencia y egoísmo.

Entonces hemos experimentado esa felicidad que buscábamos. Y es que Jesús no nos propones algo contrario a nuestros intereses y felicidad. Porque, Él busca nuestra felicidad, y las bienaventuranzas son el camino para encontrarla y para, no ser feliz un rato o tiempo, sino para siempre. Pero, claro, exigen limpieza, buena intención y purificación del corazón. Seguir y vivir ese estilo bienaventurado necesita un corazón limpio y despojado de toda contaminación maligna de pecado. Y la experiencia es que ese camino empieza a descubrir esa felicidad que todos buscamos

domingo, 1 de noviembre de 2020

SANTOS ANÓNIMOS

 

(Mt 5,1-12a
Sucede que sin darnos cuenta pasamos por delante de muchos santos que viven su santidad ahora todavía en la tierra. Son los santos que el Papa Francisco ha llamado de la puerta de al lado. Son los santos anónimos que nadie conoce como santos pero que nos dan ejemplo de buenas personas, de no vivir lo que el mundo les ofrece, la bienaventuranza de las riquezas, sino la de la pobreza de espíritu y la de los mansos de corazón ante la propuesta mundana de la bienaventuranza de los prepotentes.

Porque, santo es todo aquel que se empeña en seguir a Jesús de forma coherente y comprometida, a pesar de sus defectos, de sus caídas, de sus fallos, errores y, por supuesto pecados. Son aquellos que ante la seducción y bienaventuranza de la astucia y vividores que les propone el mundo, ellos dan la espalda y se esfuerzan en ser bienaventurados en la pureza y limpieza de corazón. Y, a pesar de que este camino no parece triunfante para el mundo y puede hacerte sufrir, llorar y padecer toda clase de calamidades, ellos, apoyados, confiados y esperanzados en Jesús, siguen con firmeza sus pasos.

Y la vida les da la razón, porque todas las aparentes bienaventuranzas falsas - espejismos de felicidad - se evaporan y se terminan. No llegan a ser ni plenas y sí, caducas. Sin embargo, las que siguen las propuestas por el camino que señala nuestro Señor Jesús son verdaderas y auténticas bienaventuranzas que llevan a la Vida Eterna y gozosa en plenitud. Sí, vivamos ese camino propuesto de bienaventuranzas de las que Jesús nos propone hoy en el Evangelio y felicitémonos porque hay muchos que ya las han seguido y gozan en el Cielo de verdadera y eterna felicidad. Y, otros muchos, caminan todavía junto a nosotros ese camino.

lunes, 8 de junio de 2020

UNA FELICIDAD QUE NO ESTÁ EN ESTE MUNDO

mateo 5 1-12 - Google Search en 2020 | Proyecto de felicidad ...
Cuando digo que la felicidad no está en este mundo quiero significar que no se encuentra en los valores que propone este mundo en el que vivimos. Aclarado esto, podemos decir que todos buscamos la felicidad, y la buscamos desde ahora, desde este punto de partida que es nuestro mundo. Porque, aunque no pertenecemos a este mundo, si tenemos que buscar la felicidad en este mundo, no a su estilo, sino al estilo que nos propone Jesús. Porque, nuestra felicidad empieza, aunque no plena, desde ahora.

Jesús nos propone un estilo de vida que, sin dudarlo, nos conduce a esa felicidad que buscamos. Las bienaventuranzas, de las que nos habla Jesús, son el camino que nos lleva a esa felicidad que buscamos. Son actitudes contrarias a las que nos propone el mundo y que nos obligan a caminar por él contra corriente. El mundo las rechazas y propone otras que, en apariencia de felicidad, son espejismo que tan pronto aparecen, desaparecen de la misma forma.

Las bienaventuranzas son para los dichosos, porque ser bienaventurado significa ser dichoso. Y son dichosos aquellos que no apoyan sus vidas en el poder o las riquezas sino en los pobres y en la necesidad de compartir sus vidas con los otros. Sobre todo con los más necesitados, con los que sufren y carecen de lo necesario para vivir de manera digna. Es en esa lucha donde se esconde esa felicidad que todos buscamos y que erroneámente buscamos por otros caminos que, en apariencia, nos parecen más apropiados para buscarla.

Confiemos en Jesús, porque su Palabra es verdadera y con su Vida y sus Obras nos enseña el Camino, la Verdad y la Vida por donde realmente debemos caminar para encontrar esa felicidad plena y eterna que realmente todos buscamos.

lunes, 10 de junio de 2019

DONDE SE ENCUENTRA LA PAZ

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Mt 5, 1-12
No se busca la paz donde realmente se encuentra, y por eso, a pesar de celebrar muchas convenciones o asambleas para tratar convenios de paz y de llegar a acuerdos para mantener la paz, no se logra y siempre termina rompiéndose. Porque, la paz no está en el poder, en la fuerza, en la venganza ni en la riqueza. Menos en el dominio o la imposición.

La paz se encuentra y se esconde en la misericordia, en la verdad, en la dignidad de la persona humana que viene de la filiación divina como hijos de Dios. La paz y el gozo de vivir con alegría y felicidad se esconde en el amor y el desprendimiento. Y eso se nota inmediatamente cuando una persona se da gratuitamente en ayuda y servicio al necesitado. Se habla muy bien de ella y se crea un clima de correspondencia y de paz. Se establece una corriente de amor apoyado en la verdad y la justicia.

Ese no es otro sino el plan de Dios. Las llamadas bienaventuranzas. Porque, son bienaventurados aquellos que se esfuerzan en vivir desde la pobreza y la humildad. Aquellos que están disponibles a entregar sus riquezas, tanto espirituales como materiales buscando el bien de los más necesitados. Aquellos que buscan y se esfuerzan en vivir en la verdad y la justicia. Aquellos que no se aprovechan de sus dones y capacidades, sino que las ponen para servicio de los más pobres y necesitados.

Son bienaventurados aquellos que entregan sus vidas de forma gratuita por construir un mundo basado en el amor, nacido en la verdad,  como servicio a los más pobres y necesitados. Son bienaventurados aquellos que trabajan por construir un mundo en paz, más justo y fraterno. Son bienaventurados los que entregan y ponen sus vidas al servicio de la justicia incluso a riesgo de perderlas.

En fin, a pesar de las adversidades y sufrimientos en la lucha por hacer realidad ese plan de Dios de las bienaventuranzas, sentirás gozo y satisfacción, pues llevar a Jesús dentro de ti y darlos a conocer a los demás, tanto de obras como de palabras te hará experimentar un gozo y una dicha que te hará bienaventurado.

jueves, 1 de noviembre de 2018

LLAMADOS A LA SANTIDAD

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Mt 5,1-12a
Estamos llamados a la santidad, es decir, a la vida santa y eterna. Estamos llamados al gozo pleno de ver a Dios y permanecer eternamente a su lado. La muerte está vencida y la vida renace con cantos de alabanza al Señor nuestro Dios. Pero, hay un camino que nos lleva a esa santidad, son las bienaventuranzas, que Jesús desde aquel monte proclamó diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos ... -Mt 5,1-12a-.

Y todos aquellos que se han esforzado de corazón en vivirlas están junto al Señor. Por lo tanto, han alcanzado la dicha de ser bienaventurados, porque no hay más bienaventuranza que ver a Dios y permanecer eternamente a su lado. Y los que estamos todavía en el camino de alcanzarlo nos unimos a los que ya lo han logrado porque, ambos, los que permanecemos todavía caminando y los que ya están con el Señor, formamos la comunidad de los santos e intercedemos unos por otros con y por la oración, para fortalecernos y permanecer fieles al Señor.

Por eso, en este hermoso y trascendental día conmemoramos esta festividad y pedimos la intercesión de todos los santos, desde nuestra Madre, la Virgen María hasta el último santo anónimo que ha llegado al cielo en estos momentos. Y pedimos también por los que están en camino purificándose de sus pecados y para que también intercedan por nosotros, para que nuestro camino sea bienaventurado según lo proclamado por nuestro Señor Jesús.

Esta es la fiesta del pueblo de Dios, de los canonizados y no canonizados, de santos vivos y difuntos. Es la fiesta de la santidad escondida, anónima, silenciosa. Es la fiesta de todos aquellos hermanos y hermanas que oraron en secreto, se perfumaron mientras ayunaban, cuya mano izquierda nunca supo de la limosna que daba la mano derecha. Es la fiesta de quienes vivieron desde la fe su pobreza, el hambre, el sufrimiento, el llanto, la incomprensión, la persecución. Es la fiesta de los pacíficos, los misericordiosos, los limpios de corazón. Eso es la santidad, reconocida oficialmente o no. Esos son los preferidos de Dios. Las primeras comunidades cristianas lo tenían muy claro. Santos declaraban a los bautizados, porque en ellos hacía su obra el Espíritu Santo. (Recogido del libro la Palabra de cada día - Evangelio - Ediciones San Pablo)

miércoles, 1 de noviembre de 2017

BUSCAR LA RECOMPENSA DEL CIELO

Mt 5,1-12a
Hoy celebramos la comunión de los santos, que afirmamos y proclamamos en el Credo. Es la unidad de la iglesia triunfante, la purgante y la militante. Porque, los santos, bienaventurados y dichosos, gozan ya de la presencia de Dios y no les hace falta la fe ni la esperanza. Ellos ya han llegado al éxtasis del Amor y gozan en su presencia. Pero, también están unidos a nosotros, que seguimos el camino en la lucha diaria de este mundo, en perfecta comunión e influyendo en y por nuestra salvación desde el Cielo.

Celebramos, pues la vida sobre la muerte. El creyente en Jesús está llamada a la Vida. Una Vida Eterna que ha triunfado sobre la muerte. Y son los santos el vivo ejemplo y la prueba de lo que esperamos, es decir, de la Vida Eterna. Por lo tanto, lejos de celebrar la muerte, mañana día de los difuntos, celebramos la Vida. Una Vida que nos llena de esperanza y alegría, y nos da fuerza para continuar el camino.

Por eso, ese canto hermoso de la Bienaventuranzas, que nos inundan de esperanza y de verdadero amor. Nueve hermosas situaciones de pobreza, de mansedumbre, de llanto, de hambre y sed, de misericordia, de limpieza de corazón, de trabajo por la convivencia en paz, de perseguidos por la justicia y de todos aquellos que son ofendidos e injuriados por causa de Jesús, porque todos ellos alcanzarán misericordia y su recompensa será grande en el Cielo.

Y es que el amor esconde el dolor dentro de sí mismo, pero un dolor que como semilla de amor se transforma en frutos de gozo, de felicidad y de paz eterna. Porque, el amor se descubre y se manifiesta en el dolor de manera pura y real. Un amor sin dolor está escondido en la mentira y la hipocresía, porque el amor cuando es verdadero duele.

San Pablo lo expresa muy bien cuando lo define magníficamente en su 1ª epístola a los corintios -1ª Corintios 13, 1-13-. El amor es la levadura que fermenta toda la masa que hay en nuestro corazón. Dejémosla fermentar y transformar todo nuestro corazón en puro amor que nos conduzca a ser bienaventurados.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

LA POBREZA: LA PUERTA PARA EL CIELO

Lc 6,20-26
Todo empieza por ser pobre. Esa es la puerta para que todo lo demás se pueda asumir y vivir. Porque, quien es pobre, será capaz de buscar el Reino de Dios para mitigar su pobreza y alcanzar la felicidad; será capaz de darse cuenta de qué cosas hay que tener hambre y sed, pues las que ofrece el mundo, en apariencias parecen que nos dan la felicidad, pero pronto vemos y experimentamos que desaparecen dejando un vacío difícil de llenar.

Pronto, observamos que sólo la Palabra de Dios llena plenamente nuestra alma, y nos inunda de paz y serenidad. Serenidad de donde brota el gozo y la felicidad. Pronto experimentamos que, la felicidad, no se esconde en el poder ni en las riquezas, sino en la verdad y la justicia. Es el amor lo que te reboza de gozo y felicidad. Lo experimentas en tus propios hijos, sobre todo cuando son pequeños y dependen totalmente de ti.

Cuando te haces pobres descubres el sufrimiento de los otros, y tu corazón se encoge y se compadece. Experimentas ese sufrimiento, que te preocupas y compartes, y tratas de mitigar y aliviar en la medida de tus posibilidades. Aparecen las lágrimas en tus mejillas y lloras el sufrimiento del mundo. Al experimentarte pobre descubres que la verdad duele y que llevándola en tu vida te hará sufrir y recibir insultos y desprecios. Y, te darás cuenta, que la mayor riqueza es Dios, porque Él permanece y da la vida por cada uno de los hombres, mientras todo lo demás desaparece.

Por eso, Señor, quiero despojarme de todas mis riquezas, tanto las materiales como las inmateriales. Quiero ser libre para amar. Amar como Tú, Señor, me amas a mí y a todos los hombres. Quiero ser pobre, despojado de toda ambición, de todo poder, de toda riqueza que limite mi ofrecimiento y mi renuncia a darme, a entregarme y ofrecerme por compartir mi vida con aquellos que la necesitan y se abren a tu Palabra.

lunes, 12 de junio de 2017

CAMINO BIENAVENTURADO

(Mt 5,1-12)
Las bienaventuranzas marcan un camino de renuncias y servicios que hacen dichosos y bienaventurados a aquellos que se atreven a vivirlo y recorrerlo. Es una promesa de Jesús, que lo proclama y lo dice: En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque...

Jesús nos marca un camino de amor, porque sólo aquellos que se atreven a amar como Él enseña y da testimonio, con su vida y obras, experimentarán esa dicha y bienaventuranza. Son los dichosos que saben que no depende de sus méritos ni de sus capacidades. Son los bienaventurados que han creído en su Palabra y la han hecho vida en sus vidas. Porque quien ama es capaz de renunciar y sacrificarse por el bien de los demás.

Parece contradictorio que quienes entregan su vida por el bien de los demás sean dichosos. Y sólo basta experimentarlo para descubrir que sólo el amor nos hace bienaventurados. No hay otra forma ni otro secreto. Simplemente, sólo el amor. Por otro lado, vivir en la Luz nos identifica con amar al otro, pues ese signo de amor nos anuncia y descubre que realmente amamos a Dios.

Seguir a Jesús es síntoma de caminar de caminar contra corriente, de ser perseguido, insultado y mal mirado. Y hasta de poner en peligro tu propia vida. Por lo tanto, el horizonte de seguir a Jesús no parece alentador ni prometedor. Es más, te llena la vida de sobre saltos y peligros; de sacrificios y privaciones; de renuncias y compromisos. Eso, es evidente, a nadie le gusta. Sin embargo, ocurre que, la Palabra de Dios, si la recibes y le das cobijo en tu corazón, te cambia, te fortaleza, te da paz y ánimo. Prende tu corazón y lo llena de gozo y alegría que experimentas que era eso lo que buscabas. Sólo que lo hacías por camino equivocado siguiendo tu razón.

Las bienaventuranzas son la regla de oro del camino. Del camino que te lleva a la Casa de Dios. De tal forma que, caminando y esforzándote en él, encontrarás la dicha de ser bienaventurados. Claro, hay muchos obstáculos, porque nuestra naturaleza está herida por el pecado y sometida, por la debilidad, al vicio, al mal, a la pasión y a la esclavitud de los egoísmos. Pero el peor de todos es querer recorrerlo tú sólo y siguiendo tu propia razón.

martes, 1 de noviembre de 2016

UN CAMINO OPUESTO AL DEL MUNDO

(Mt 5,1-12a)

¡Claro!, no podemos estar en el mundo y servirlo y servir al mismo tiempo a Dios. Son caminos opuestos. Hoy, Jesús, en las bienaventuranzas nos señala y describe el camino a seguir. Un camino diferente y con criterios, por supuestos también diferentes, a los del mundo. Eso explica lo que decimos muchas veces cuando hablamos de remar contra corriente.

Si reflexionamos las bienaventuranzas, una por una, vamos viendo como son contrarias a lo que el mundo nos propone. Ser pobre de espíritu será lo contrario a ser rico de espíritu y tener esa actitud de riqueza y de poder. Podemos ser rico, pero tener un espíritu pobre, despojado de toda vanidad y generoso en compartir. Ser pobre de espíritu es tener el espíritu abierto a la Palabra de Dios y dejarse invadir por ella.

Cada bienaventuranza nos exige un despojo y una actitud que el mundo nos presenta como una pérdida y un fracaso. Mientras él nos ofrece mirar para nosotros y cuidarnos de pasarlo bien, las bienaventuranzas son señales y actitudes de solidaridad, de compartir, de preocuparnos los unos por los otros y de, a pesar de las dificultades y contrariedades que el mundo nos va poniendo, caminar firmemente hacia el Reino prometido por Dios.

Conviene meditarlas serenamente e ir esforzándonos en vivirlas cada día, porque por ellas caminamos por el buen camino, seguro y firmes al encuentro con el Señor.

Uniéndonos a los Evangelios de estos últimos días, busquemos el Reino de Dios dándonos gratuitamente y no buscando recompensa alguna, porque será, cuando venga el Señor en su segunda venida, la hora de recibir la recompensa gloriosa en el Cielo.

lunes, 6 de junio de 2016

¿ESTAMOS NOSOTROS COMPRENDIDOS EN ALGÚN GRUPO DE ESOS BIENAVENTURADOS?

(Mt 5,1-12)

La cuestión no es incluirme en los que Jesús llama bienaventurados, sino vivir esa bienaventuranza. Porque no saco nada creerme pobre de espíritu, si realmente no vivo en la pobreza de saberme pecador, miserable y salvado por la Misericordia del Padre, y capaz de compartir todas mis riquezas recibidas de Él.

¿Me considero manso? ¿Me esfuerzo en llenar mi vida de serenidad, de confianza en mi Padre Dios, de saberme protegido y cuidado como oveja con su Pastor? ¿O simplemente llevo esa mansedumbre como un título sobre mi pecho?

¿Y los demás? ¿Me preocupan los demás que viven a mi alrededor presos de sus apegos, apetencias, cegueras y sufrimientos? ¿Soy capaz de dolerme de sus circunstancias, sufrimiento y llorar con ellos? ¿Y a los que les ha tocado vivir en lugares inhóspitos rodeados de guerras, dictaduras y persecuciones, están en mi corazón y me compadezco?

¿Tengo hambre y sed de justicia y lucho por mejora esas situaciones que otros sufren? ¿O mi Dios, el Dios que yo me he creado es un dios de relación personal sin tener en cuenta lo que ocurre a mi derredor o en otras partes del mundo? ¿Hasta dónde me empuja esa hambre y sed de justicia para saciarla?

¿Me doy cuenta que en la medida que mi misericordia alcance a todos aquellos que encuentro en mi camino, el Padre será igual de Misericordioso conmigo? ¿Es que no me lo ha dicho en la parábola de aquel Rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos? (Mt 18, 23-35). ¿Y realmente me esfuerzo en ello? Porque de no hacerlo, de nada me vale todo lo demás.

¿Son buenas y rectas mis intenciones? ¿Está limpio mi corazón y trato de que esa limpieza sea transparente y se proyecte en un mundo mejor y contribuya a que haya  paz y trate de evitar que hayan perseguidos por que defiendan la justicia y proclamen su fe? ¿Realmente estoy y estamos alegres cuando por todas estas actitudes me vea y nos veamos injuriados, perseguidos y acusados por todas clases de males? ¿Somos conscientes que es entonces cuando seremos llamados verdaderos hijos de Dios y Bienaventurados, y nuestra recompensa será grande en el Cielo?

Sí, Señor, somos consciente, o al menos queremos serlo, pero sabemos también que somos débiles, miserables y pecadores y que sólo con tu ayuda podremos llegar a vivirlas. Danos esa Gracia.

domingo, 1 de noviembre de 2015

¡VIVAN LOS SANTOS!

(Mt 5,1-12a)


Hoy, Jesús, en el Evangelio los llama dichosos y bienaventurados, porque los santos son ya dichosos y bienaventurados para Siempre. Gozan de la Eternidad junto a la Gloria del Padre. ¿Hay dicha mayor? Quizás todavía nosotros no podemos experimentarla plenamente, pues estamos sometidos y esclavizados a los sentimientos y apetitos del mundo, pero esperamos con gozo y alegría alcanzar un día esa santidad junto a nuestro Padre Dios. .

Esa es la fiesta que hoy celebramos. Todo lo contrario a lo que muchos, sin saber por qué, celebran el día antes Halloween, sin sentido y sin razón, porque celebrar la muerte, aparte de ser triste, no va con el ser humano, nacido para la vida, y vida eterna. ¿A quién le gusta morir? Pues, ¿qué sentido tiene celebrar la muerte?

Por eso, el Señor llama dichosos a aquellos que han cumplido la Voluntad del Padre desde el Amor, porque muchos nos empeñamos en vivirla desde la ley y los cumplimientos. El amor es más amplio y en él se contiene la misericordia. El amor da la oportunidad al perdón y al arrepentimiento, y mira las circunstancias, tanto de debilidad como de pecado, a los que el hombre se ve sometido.

Descubrimos nuestras esclavitudes y nuestras miserias, y necesitamos ser amados para, en ese amor, alcanzar el perdón. Por eso, nuestro Padre Dios nos ha amado tanto que ha sido capaz de entregar a su propio Hijo para, no sólo decírnoslo, sino entregarse a una muerte de Cruz para rescatarnos y alcanzar nuestro perdón. ¿Cómo, nosotros, podemos negarlo a corresponderle y seguirle? Y eso significa también decirlo, proclamarlo y compartirlo. Pero, ¿cómo?

Tal y como nos señalan las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra...

Pidamos esa sabiduría y fortaleza para llevarlas a nuestras vidas y vivirlas en plenitud con y por la Gracia de Dios.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

POBRES PARA ALCANZAR EL VERDADERO REINO, EL REINO DE DIOS

(Lc 6,20-26)
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Ser pobre no es esencialmente no tener dinero, sino va más allá, no desearlo. Porque hay muchos que siendo pobres respecto al dinero, su espíritu está poseído por las riquezas porque viven pendiente del dinero y de conseguir algún premio que les dé esa posibilidad.

Pero hay otra clase de pobreza más profunda, y quizás más difícil de alcanzar, la espiritual. Sólo aquel que experimenta esa pobreza podrá entender todas las demás. Quizás es por lo que el Señor empieza por la pobreza. Porque el pobre de espíritu se abaja y se hace humilde; porque el pobre de espíritu es capaz de soportar la soberbia del suficiente, y también las imposiciones de los que, envidiosos, quieren que le envidien y que deseen su falsa y aparente felicidad.

Porque todas las carencias de cosas que nos puedan hacer sufrir serán saciadas y colmadas, quizás de otra manera, en la eternidad. Esa es la esperanza que alimenta esta vida y que conforta y ayuda a superar con alegría y gozo estas dificultades terrenales. Cuando uno experimenta el hambre y sed del mundo entiende muchas cosas que de otra forma le son vedadas. Y su espíritu se fortalece hasta el punto de superar todas estas contrariedades que hoy se sufren.

Es de  esta perspectiva como se puede entender a los miles y miles de refugiados que sufren la persecución y el martirio por causa de su fe y de las guerras entre los hombres. Es como se explica la sonrisa hallada en sus rostros a pesar de las perdidas y calamidades que sufren. 

Hay esperanza, hay promesa de una vida mejor y se está en el camino. El niño ahogado ya lo ha logrado, aunque no era ese su deseo, ni lo es tampoco el de las miles de personas que sufren hoy. Pero es la cruz que nos imponen llevar lo que se creen dueños del mundo y no se sienten pobres hijos de un mismo Padre. Así ocurrió con Jesús, y se entregó a una muerte de Cruz por la salvación de todos.

lunes, 8 de junio de 2015

¿DÓNDE BUSCAMOS LA FELICIDAD?

(Mt 5,1-12)


No hay duda que el hombre busca la felicidad. Todos sus movimientos están dirigidos en esa dirección. La felicidad está escrita en su corazón, y dejaría de ser hombre si no la buscase. Jesús, que nos conoce muy bien, nos propone un plan de felicidad. Un plan que va en camino diferente al que se propone el hombre.

Porque mientras el hombre busca la felicidad en las cosas de este mundo, Jesús le propone buscarla renunciando a este mundo y entregándose a servir a los que lo pasan mal y sufren. Es decir, a los pobres, marginados y excluidos. Por eso, viendo el gentío que le rodeaba y esperaba que hablara, subió a la montaña, se sentó y empezó a enseñarles. 

Conocemos ese sermón como el sermón de la montaña o Bienaventuranzas. Son máximas que nos señalan el camino a tomar para descubrir la verdadera felicidad. Sin lugar a dudas que nos sorprende, porque da la sensación que tenemos que sufrir para ser bienaventurados. Al parecer seremos bienaventurados si lloramos, si padecemos hambre y sed de justicia, si somos misericordiosos, si trabajamos por la paz, si somos perseguidos, injuriados, insultados y padecemos toda clase de mal. 

En el fondo todo se reduce a amar, y ahí está el secreto, porque cuando amas nunca puedes ser infeliz, a pesar de los sufrimientos y males que padezcan. Todos tenemos experiencia de eso. Los padres y madres saben mucho de renuncias, de esfuerzos y sacrificios por y para que sus hijos sean felices y tenga lo suficiente para vivir holgadamente. Y no le señalan un camino de rosa, sino de esfuerzos, renuncias y trabajos con los que prepararse para la vida que les espera.

¿Cómo nuestro Padre del Cielo no nos va a indicar el verdadero camino por el cual debemos conducirnos para alcanzar esa felicidad que anhelamos y perseguimos. Porque la felicidad no se esconde por el camino fácil y cómodo, sino por el del sacrificio, la renuncia, el esfuerzo y trabajo hacia los demás. En el desprendimiento y la generosidad, aunque nos parezca que perdamos, ganamos.

La vida se gana por amor. Amor que se da y que se entrega gratuitamente y sin condiciones, pues de no ser así no sería amor. Y la felicidad no nace del tener, poder y poseer, sino del verdadero amor que no necesita nada sino simplemente amar.

sábado, 1 de noviembre de 2014

LA ESPERANZA FINAL

(Mt 5,1-12a)

Sin lugar a duda todos esperamos y queremos lo mejor para nosotros mismos y también para nuestros familiares y amigos. Un paso más sería desearlo también para los desconocidos e incluso para los enemigos. Ese sería el mejor tesoro de nuestra vida y el resumen final de las Bienaventuranzas.

Porque dichosos seremos cuando somos y vivamos pobres en el Espíritu; porque dichosos seremos cuando nuestro camino nos arranque lágrimas y sufrimientos por el Reino de Dios. Dichosos seremos cuando nuestra vida padezca y luche por hambre y sed de justicia y viva en la Misericordia del Amor de Dios.

Dichosos si mantenemos limpio, por la Gracia de Dios, nuestro corazón de impurezas y pecados, y nos esforzamos en guardar y luchar por la paz y la unidad. Dichosos seremos cuando nuestro camino sea estrecho lleno de dificultades, de peligros, de insultos, de tentaciones y calumnias por causa de nuestro Señor Jesús, pues nuestra recompensa, promesa del Señor, será grande en el Cielo.

Danos, Señor, la voluntad, firmeza, sabiduría y la fe de perseverar manteniéndonos en tu presencia. Amén.

viernes, 1 de noviembre de 2013

EN COMUNIÓN CON LOS QUE YA HAN LLEGADO

(Mt 5,1-12a)

La comunión de los santos, la festividad que hoy celebramos, es la unión de todos, los que ya han llegado y gozan de la felicidad eterna junto al Padre, ¡dan envidia!, y de las que caminamos todavía en este mundo en dirección a la Casa del Padre. También de aquellos que esperan en el camino purificar sus pecados (Purgatorio)  hasta quedar limpios y entrar en el Reino del Padre Dios.

Es día y momento de celebrar de manera marcada y especial la Vida. Bien es verdad que la celebramos todos los días, pero hoy lo hacemos sobresaltando esta esperanza y realidad a la que aspiramos llegar todos. Y el camino queda marcado y señalado por el sermón que Jesús dirige hoy a la muchedumbre concurrida en aquel monte.

Porque estar junto al Padre y gozar de su presencia, presupone todo lo que Jesús nos proclama en el Evangelio de hoy: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».

Vivir según este estilo de vida que Jesús nos marca, es caminar bien orientado y con paso firme a compartir con los santos que ya han llegado, esa unión que precisamente hoy celebramos.

lunes, 10 de junio de 2013

AMAR EN EL SERVICIO

(Mt 5,1-12)


Porque no se es mejor por cumplir, pues hay muchos cumplimientos que esconden engaños y mentiras. La misma palabra puede descomponerse en dos: "cumplir y mentir". El cumplimiento es verdadero cuando se hace libremente y por amor, porque llegado a ese momento, cumplir se hace servicio. Y quien sirve en esa actitud, está amando.

Jesús nos lo recuerda, cuando considera bienaventurado a aquel que es humilde, que comparte y llora con los que lloran y sufren. Aquel que es manso, que busca y siente sed de verdad y justicia. Aquel que por encima de la justicia pone la misericordia y el perdón. Aquel que trabaja por la paz, defiende al desvalido y es perseguido por la justicia por defender y establecer el Reino de Dios.

El poder debe ser transformado en servicio. Pronto comprendemos que de ser así todos los problemas quedarían solucionados, pero también, al mismo tiempo, nos damos cuenta que los hombres usamos mal nuestra libertad y la empleamos egoístamente y para nuestro propio servicio. Es entonces cuando las cosas se empeoran y se hacen injustas.

Sin embargo, no debemos entristecernos por eso, sino todo lo contrario, alegrarnos porque nuestra recompensa será grande en el cielo; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.