lunes, 12 de junio de 2017

CAMINO BIENAVENTURADO

(Mt 5,1-12)
Las bienaventuranzas marcan un camino de renuncias y servicios que hacen dichosos y bienaventurados a aquellos que se atreven a vivirlo y recorrerlo. Es una promesa de Jesús, que lo proclama y lo dice: En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque...

Jesús nos marca un camino de amor, porque sólo aquellos que se atreven a amar como Él enseña y da testimonio, con su vida y obras, experimentarán esa dicha y bienaventuranza. Son los dichosos que saben que no depende de sus méritos ni de sus capacidades. Son los bienaventurados que han creído en su Palabra y la han hecho vida en sus vidas. Porque quien ama es capaz de renunciar y sacrificarse por el bien de los demás.

Parece contradictorio que quienes entregan su vida por el bien de los demás sean dichosos. Y sólo basta experimentarlo para descubrir que sólo el amor nos hace bienaventurados. No hay otra forma ni otro secreto. Simplemente, sólo el amor. Por otro lado, vivir en la Luz nos identifica con amar al otro, pues ese signo de amor nos anuncia y descubre que realmente amamos a Dios.

Seguir a Jesús es síntoma de caminar de caminar contra corriente, de ser perseguido, insultado y mal mirado. Y hasta de poner en peligro tu propia vida. Por lo tanto, el horizonte de seguir a Jesús no parece alentador ni prometedor. Es más, te llena la vida de sobre saltos y peligros; de sacrificios y privaciones; de renuncias y compromisos. Eso, es evidente, a nadie le gusta. Sin embargo, ocurre que, la Palabra de Dios, si la recibes y le das cobijo en tu corazón, te cambia, te fortaleza, te da paz y ánimo. Prende tu corazón y lo llena de gozo y alegría que experimentas que era eso lo que buscabas. Sólo que lo hacías por camino equivocado siguiendo tu razón.

Las bienaventuranzas son la regla de oro del camino. Del camino que te lleva a la Casa de Dios. De tal forma que, caminando y esforzándote en él, encontrarás la dicha de ser bienaventurados. Claro, hay muchos obstáculos, porque nuestra naturaleza está herida por el pecado y sometida, por la debilidad, al vicio, al mal, a la pasión y a la esclavitud de los egoísmos. Pero el peor de todos es querer recorrerlo tú sólo y siguiendo tu propia razón.

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