(Mt 5,1-12a) |
Sin lugar a duda todos esperamos y queremos lo mejor para nosotros mismos y también para nuestros familiares y amigos. Un paso más sería desearlo también para los desconocidos e incluso para los enemigos. Ese sería el mejor tesoro de nuestra vida y el resumen final de las Bienaventuranzas.
Porque dichosos seremos cuando somos y vivamos pobres en el Espíritu; porque dichosos seremos cuando nuestro camino nos arranque lágrimas y sufrimientos por el Reino de Dios. Dichosos seremos cuando nuestra vida padezca y luche por hambre y sed de justicia y viva en la Misericordia del Amor de Dios.
Dichosos si mantenemos limpio, por la Gracia de Dios, nuestro corazón de impurezas y pecados, y nos esforzamos en guardar y luchar por la paz y la unidad. Dichosos seremos cuando nuestro camino sea estrecho lleno de dificultades, de peligros, de insultos, de tentaciones y calumnias por causa de nuestro Señor Jesús, pues nuestra recompensa, promesa del Señor, será grande en el Cielo.
Danos, Señor, la voluntad, firmeza, sabiduría y la fe de perseverar manteniéndonos en tu presencia. Amén.
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