martes, 1 de noviembre de 2016

UN CAMINO OPUESTO AL DEL MUNDO

(Mt 5,1-12a)

¡Claro!, no podemos estar en el mundo y servirlo y servir al mismo tiempo a Dios. Son caminos opuestos. Hoy, Jesús, en las bienaventuranzas nos señala y describe el camino a seguir. Un camino diferente y con criterios, por supuestos también diferentes, a los del mundo. Eso explica lo que decimos muchas veces cuando hablamos de remar contra corriente.

Si reflexionamos las bienaventuranzas, una por una, vamos viendo como son contrarias a lo que el mundo nos propone. Ser pobre de espíritu será lo contrario a ser rico de espíritu y tener esa actitud de riqueza y de poder. Podemos ser rico, pero tener un espíritu pobre, despojado de toda vanidad y generoso en compartir. Ser pobre de espíritu es tener el espíritu abierto a la Palabra de Dios y dejarse invadir por ella.

Cada bienaventuranza nos exige un despojo y una actitud que el mundo nos presenta como una pérdida y un fracaso. Mientras él nos ofrece mirar para nosotros y cuidarnos de pasarlo bien, las bienaventuranzas son señales y actitudes de solidaridad, de compartir, de preocuparnos los unos por los otros y de, a pesar de las dificultades y contrariedades que el mundo nos va poniendo, caminar firmemente hacia el Reino prometido por Dios.

Conviene meditarlas serenamente e ir esforzándonos en vivirlas cada día, porque por ellas caminamos por el buen camino, seguro y firmes al encuentro con el Señor.

Uniéndonos a los Evangelios de estos últimos días, busquemos el Reino de Dios dándonos gratuitamente y no buscando recompensa alguna, porque será, cuando venga el Señor en su segunda venida, la hora de recibir la recompensa gloriosa en el Cielo.

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