sábado, 8 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Mc 6, 34-44).

La multiplicación de los panes y los peces

No se puede pensar en una vida desencarnada de la sociedad, porque nacemos injertado en ella formando parte de una familia. Y, desde el principio, necesitamos de los demás, de nuestra familia, nuestros padres, para subsistir. Y a lo largo de toda nuestra vida estaremos siempre en deuda con la comunidad social que nos provee de todo lo que necesitamos para subsistir y desarrollarnos en todos los sentidos.

Somos seres comunitarios, creados para vivir en comunidad y dependemos unos de otros. Por eso necesitamos tenernos en cuanta los unos a los otros; por eso lo que yo haga va a tener consecuencias en el otro, y viceversa. Por eso necesitamos amarnos los unos a los otros, y, por eso, nuestro PADRE DIOS nos ha creado necesitados unos de los otros y exhortados a amarnos los unos a los otros.

Y, por eso, JESÚS, en su vida y paso por la tierra, nos enseña a amarnos los unos a los otros, y esto empieza por tenernos en cuenta y por esforzarnos en descubrir las necesidades que tienen unos u otros. Por eso, JESÚS, cuando intuye que el tiempo se ha ido volando, que la gente está con necesidad de comer y se encuentran lejos de sus casas, se interesa por atenderle y darles de comer.

JESÚS no sólo no propone el plan de su PADRE, sino que se preocupa y nos satisface nuestras necesidades materiales. Busca nuestra felicidad integral, la del espíritu y la del cuerpo, pero todo eso pasa por, olvidándote de ti entregarte a los demás y todo será dará por añadidura. 

Pero ocurre que no lo entendemos, que perdemos la confianza, como Pedro en las aguas, y nos hundimos. Y buscamos nuestra propia felicidad por la vía de la seguridades, de proveernos del pan de hoy y del mañana, y se lo quitamos al compañero de al lado. Nos buscamos primero nosotros y luego, si sobra, ofrecemos al de al lado. No nos damos sino que damos de lo que nos sobra.

Haz, SEÑOR, que descubra donde
está la fuente de la felicidad, y
olvidándome de mí encuentre en
el otro lo que busco en mí: mi
propia felicidad.

Porque cuando me busco no 
me encuentro, sin embargo, 
cuando te busco a TI en el
otro, resulta que al mismo
tiempo, en el otro también
me encuentro yo en TI. Amén.

viernes, 7 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Mt 4, 12-17. 23-25).

En territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz».

Y la vida continua, JESÚS empieza su plan de salvación una vez encarnado y bautizado en el Jordán. El domingo termina el tiempo de Navidad, y empieza la liturgia ordinaria. JESÚS, se retira a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz». 

 Desde entonces comenzó JESÚS a predicar y a decir: "Haced penitencia porque el Reino de DIOS está cerca", y sanaba las enfermedades de los que se le acercaban, y enseñaba en las sinagogas predicando el Evangelio. Y esa debe ser nuestra actitud a lo largo del año: "hacer penitencia, predicar el Evangelio con nuestra vida y palabra, y peregrinar con los hermanos hacia la Casa del PADRE.

El nacimiento del SEÑOR ha llenado nuestra vida de Gracia y de fuerzas para continuar la marca. Empieza la tarea, humilde, sencilla, como la vida misma, confiados y abandonados en las manos del SEÑOR. Ese es nuestro más hermoso regalo de Reyes: una cuna en nuestro corazón para llevarlo los 365 días del año a todas partes.
El SEÑOR está con nosotros, tan cerca como estuvo con los Apóstoles, y actuando de la misma forma. Lo experimentamos en nuestra vida, en la Eucaristía, en la Penitencia... Percibimos su aliento en la comunidad, con los hermanos blogueros, con los que lo rechazan y no lo aceptan, con los necesitados, y los que sufren y padecen. Lo necesitamos tanto que no podemos separarnos de ÉL porque es nuestra vida y nuestro camino. Es momento de salvación. No le perdamos de vista.

No dejes, SEÑOR, que me
aparta de TI. No dejes, SEÑOR, 
que me seduzca este mundo,
ni que caiga en tentación.

Conduceme por tu senda y
haz que mis pasos sean tus
pasos. No permitas que mis
ojos dejen de contemplarte 
en tu nacimiento y haz que,
la vida que nace en TI, sea
un manantial de vida nueva
en mi. Amén.


jueves, 6 de enero de 2011

TIEMPO DE NAVIDAD


LAUDES
 (de la Epifanía del SEÑOR)

Reyes que venís por ellas,
no busquéis estellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.
Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
DIOS es el puerto más cierto,
y si habéis hallado puerto
no busqueis estrellas ya.

No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en eta Virgen Aurora.

Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.

Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas. Amén.

I VÍSPERAS
(La Epifanía del SEÑOR)

confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño DIOS.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a DIOS su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del PADRE, CRISTO, te llama
su predilecto, sobre le Jordán.
DIOS en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de eucaristía
Caná bebió.

A darte Gloria, SEÑOR, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz aque nos trae gloria infinita
 de amor sin par. Amén. 

miércoles, 5 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Jn 1, 43-51)

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: "Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: JESÚS, hijo de José, de Nazaret".

Necesitamos ver para creer; necesitamos tener pruebas que nos corroboren que lo que creemos es cierto; necesitamos tocar y palpar para creer en aquello que se nos ha dicho. Esa fue la experiencia de Natanael, que, incluso pensando que de Nazaret nada bueno podía salir, recibió la Gracia de tener la prueba que le encendiera la fe para creer.

Fe que necesita nuestro concurso, nuestra elección, nuestro fiarnos, nuestro paso al frente, porque, aunque si la Gracia nada somos, hemos sido creados en libertad para decidir si aceptamos la Gracia o no. Felipe y Natanael optarón por decir "SÍ".

Sin embargo, JESÚS advierte que por el sólo hecho de decirle que lo vió debajo de la higuera cree, y nos promete que veremos cosas mayores como el cielo abierto y los ángeles de DIOS subir y bajar sobre el HIJO del hombre. 

Natanael no necesitó muchas pruebas sino simplemente que JESÚS le sorprendiera con saber donde había estado  y quién era. Igual que Felipe, que a la invitación de seguirle confiesa a Natanael que ha encontrado a Aquel de quien Moisés y los Profetas escribieron: JESÚS, hijo de José de Nazaret.

Igual ocurre hoy, hay dos formas de creer y dejarse seducir por JESÚS. La de no poner pegas ni obstáculo a su Gracia, porque todo nos es dado, y la de poner razonamientos y exigencias a toda demostración de ser el HIJO de DIOS Vivo. A lo largo de mi vida me he encontrado con mucha gente que exige demostración y satisfacciones a sus razonamientos, pero que satisfechos continúa erre que erre con lo mismo. Son aquellos que ven el milagro y se inventa un truco para justificarlo, porque lo que no quieren ver es su cambio, su desapego a la vida cómoda y placentera que llevan.

La vida cristiana es combate y lucha, y quien sabe combatir y luchar, también sabe disfrutar y gozar… Quien no sabe combatir no sabe disfrutar…
Pero antes tiene que descubrir quién es y dónde está el enemigo… porque si no sabe quién es ni dónde está, difícilmente podremos luchar contra él… Eso supone saber qué es el bien y el mal… supone saber lo que es bueno o malo… porque si no estamos perdido, confuso, desconcertado y a merced del enemigo.

Son aquellos que no quieren cambiar su tesoro caduco y finito, por el Tesoro Eterno y gozoso de la presencia de DIOS Eternamente y junto a ÉL plenamente feliz. Son aquellos que viendo aún cosas mayores tampoco darán su brazo a torcer porque han oscurecido sus ojos y no ven la Luz de la salvación.

JESÚS de Nazaret tiene Palabra de Vida Eterna, porque es DIOS, porque ha Muerto y Resucitado, y todo en ÉL se ha cumplido. Está Vivo y camina entre nosotros, incluso al lado de aquel que no lo acepta, que no lo quiere, que le rechaza, porque sabe de su necesidad y de que la quien busca es a ÉL. Lo acompañará hasta el final y le invitará a entrar en la Casa, como al hijo mayor de la parábola. Pero la elección depende de ti porque eres libre.

SEÑOR, no dejes que la tentación
del mundo me impida verte.
Haz que como Natanael y Felipe
sea pronto en responderte un "SÍ"
firme y decidido.

No permitas que mi razón te
exija pruebas, sino que mi
ojos sepan descubrir que
JESÚS vive, que ha Resucitado,
y que cada año me recuerda que,
siendo Niño, está dispuesto a
nacer en mi propio portal de 
Belén. Amén.

martes, 4 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Jn 1, 29-34)


Se me hace difícil entender ese encuentro con JESÚS, pero, al mismo tiempo, imagino que gran personalidad tendría y tiene JESÚS al atraer de esa forma a Andrés y, más tarde a Simón Pedro. Pienso que a mí me hubiese pasado lo mismo, al menos eso es lo que me hubiese gustado, por eso digo que me hubiese dejado cautivar por la mirada y misterio de JESÚS, verdaderamente el HIJO de DIOS.

Pero encontrarse con JESÚS supone un desapego y un dejarlo todo para ir detrás de ÉL. Tras esas palabras de Andrés, ¿dónde vives? se esconde un deseo de búsqueda, de hambre de salvación. JESÚS les pregunta, ¿qué buscan?, y ellos responden, ¿dónde vives? Porque quieren no perderlo, saber qué hace y dónde vive.
Hay una curiosidad y una intuición, preparados por Juan, de buscar el tesoro verdadero, la salvación eterna. Hay una inquietud y, en consecuencia, una respuesta, por la Gracia de DIOS, que les llena, que les atrae y les pone en camino. Hay, también, una obediencia y un fiarse de Juan, su mentor, para, dejándolo a él, acercarse a la verdadera LUZ que alumbra el Verdadero Camino.

"Hemos encontrado al Mesías", esconde la convicción de que la esperanza anhelada, el tesoro buscado, la promesa prometida, la hora deseada ha llegado en ese JESÚS que tienen delante. Y JESÚS responde a sus expectativas y les acoge e instruye.

Esa, en mi humilde opinión, es la actitud que todos debemos tener: "Hambre y sed" de encuentro con JESÚS, y todo lo demás se dará por añadidura, porque todo es Gracia y Don del PADRE DIOS. Nuestra conversión se irá realizando en la medida que vayamos creyendo que ese Niño nacido en Belén es el HIJO de DIOS Verdadero. Porque de nosotros sólo depende el decir sí y fiarnos, hasta ahí llega nuestra libertad, pero lo demás será y dependerá de nuestro PADRE DIOS.

Hoy, la Palabra, me ayuda e ilumina a seguir a JESÚS como Andrés y Pedro. Humildemente sé que la distancia es insalvable, pero también sé que para DIOS nada es imposible y lo único que puedo hacer yo, su humilde esclavo, es proclamar junto a mi Madre María, "he aquí el esclavo del SEÑOR, hágase en mí según tu Palabra".

Una cosa me llena de paz, SEÑOR,
saber que nada soy y nada puedo,
saber que sólo TÚ me puedes
salvar y transformar.

Una cosa me llena de esperanza, SEÑOR,
saber que yo solo no puedo esperar y
que sólo TÚ me puedes llenar de ella
y colmar mi sed.

Por eso, SEÑOR, toma mi ser,
hazme que sea tuyo y no dejes
que vaya a otro lugar, 
porque sólo TÚ eres 
el HIJO DE DIOS Vivo. Amén

lunes, 3 de enero de 2011

A LA LUZ DE LA PALABRA (Jn 1, 1-8).


 Juan sabe exactamente cuál es su misión. Sabe muy bien para qué ha sido creado, y sabe mejor todavía cuál es su destino y objetivo: dar testimonio de la Palabra y preparar su Camino.
Y, llegado el momento, la hora, lo recibe y hace mutis en silencio para que la Gloria de DIOS sea ensalzada en su HIJO JESÚS: "El Mesías esperado para la salvación del mundo".

Claramente se desprende de esta reflexión el interpelarnos si nosotros sabemos tan bien, como lo supo Juan, nuestra misión, nuestra creación y nuestro destino. Tenemos, si cabe, más pruebas que él, porque tenemos el testimonio de los apóstoles, la Palabra de las Sagradas Escrituras, y la venida de JESÚS, Muerto y Resucitado, que nos Revela el plan de su PADRE DIOS.

Tenemos la Santa Iglesia, el colegio Apostólico, y la Tradición que nos hablan y nos testimonian el plan de salvación que DIOS ha pensado para nosotros. Y que tiene su plenitud en su HIJO JESÚS. ¿Necesitamos más?

Sí, necesitamos pedírtelo, DIOS mío,
necesitamos decirte que nos
aumente nuestra fe, y nos
libres del peligro de la
desidia, de la duda, del
conformismo y la apatía.

Sácanos de las luces y 
comodidades de nuestras ciudades,
del hedonismo amenazante, y 
llévanos al desierto para 
purificar nuestras faltas y
fortalecer nuestro espíritu. Amén.

sábado, 1 de enero de 2011

PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO

La presentación en el Templo

 La Palabra del SEÑOR nos toca hoy muy directamente y de forma transparente y diáfana: JESÚS se hizo hombre, no para presumir de su Divinidad, sino para igualarse a los hombres y de forma pobre y humilde. 

No se le ocurrió igualarse a los más poderosos e inteligentes, sino que se mezcló con los más pobres y carente de todo, tanto material como espiritual. Así, José su padre presentó en el templo la dádiva más pobre reservada a los necesitados de todo: un par de pichones en lugar de un apetecido cordero, signo de poder y riqueza.

También, José y María obedecen y cumplen con los preceptos de la ley. Ellos, María Inmaculada y JESÚS, el Hijo del DIOS Vivo, que debían de ser los visitados, eligieron ser ellos los visitadores y, de esta forma, testimoniar que estaban para servir y amar cumpliendo con todos los preceptos. Y lo hacen voluntariamente y por amor.

Porque estaba escrito que Simeón y Ana contemplaran la Gloria del Niño Mesías que había sido prometido para dar luz a las naciones, iluminar a los gentiles y dar gloria a tu pueblo Israel. 

Me pregunto, cuando encuentro a mucha gente que se resiste a ver con claridad la Promesa y Divinidad del HIJO de DIOS en Belén, como es posible que no se paren a pensar en estas profecías tan distantes en el tiempo y que, llegada la hora, tienen su cumplimiento fiel. No puede salir de la boca de Simeón tanta luz que le permita ver, treinta y tantos años después, la Pasión, Muerte y Resurrección de ese Niño que ahora tiene delante. Promesa que ya Isaías había adelantado centenares de años antes (Is 7, 14). ¿Se puede estar tan ciego?

¡Claro!, que es para morirse ya, ¡y bastante tranquilo! Lo mismo ocurrió con Ana, como regalo a su perseverancia y fidelidad. Dos personas mayores, viejas y ya casi olvidadas por la sociedad de su época.

El Plan de DIOS se va cumpliendo lentamente y con paciencia, pero firme y seguro. Es el PADRE que nos da tiempo, todo el que necesitamos para el regreso, para experimentar que lejos de la Casa del PADRE no se puede ser feliz. Y espera, espera con los brazos abiertos, pacientemente y con el corazón lleno de amor a que nos demos cuenta y comprendamos.

Y nació ayer, pero también hoy, y volverá mañana a nacer para que pegado a ÉL puedas entender la necesidad de amar sin condiciones, sin apegos, sin justificaciones, sin prestaciones, sin pedir nada a cambio... A pesar de los reproches, las ofensas, las risas, los insultos... No importa, el Amor lo puede todo y todo lo cambiará, como hizo JESÚS.

Y el milagro se esconde ahí, en ese amasijo de miserias, de piedras y callados, de puñales y estiércol que tu corazón va arando y clavándose en la tierra de su ser para, con la lluvia de la Gracia, florecer en hermosos y floridos frutos que harán nacer la verdadera, la buscada felicidad que tanto anhelamos.

No dejes, DIOS mío, que mis ojos
se nublen con el resplandor del
mundo que me atrae y me deslumbra.

No dejes, DIOS mío, que mi vida se
pierda en la oscuridad del deseo y
los apegos caducos y finitos.

No dejes, DIOS mío, que mi sed no
encuentre el manantial que la sacie
eternamente, y se resigne a un 
agua temporal que te deja 
mas sediento. Amén.