sábado, 22 de noviembre de 2014

VIDA Y RESURRECCIÓN

(Lc 20,27-40)

Y la vida sigue. Siguen existiendo fariseos y también saduceos. ¿Cuántas personas no creen en la otra vida? Muchas, me atrevería a decir millones. Pues esas las podemos catalogar como saduceos en cuanto al tema de la resurrección. Y aquellas que sí creen, que también son millones, lo hacen como los fariseos. Así que el debate lo podemos trasladar a nuestros días.

Por lo tanto, la cuestión sigue vigente y en pie. Hay razones que nos descubren la vocación humana a la eternidad. Crear al hombre, criatura inteligente, para un rato, pues la vida humana es un rato, no tiene mucho sentido. La lógica nos habla de eternidad. El hombre ha sido creado para ser eterno, precisamente porque es eso lo que siente en lo más profundo de sus entrañas. Y eso supone otra vida.

Otra vida que se piensa diferente a esta, pues entonces estaríamos hablando de la misma. Se trata de una vida, que si bien es prolongación de esta, es una vida Gloriosa, donde todos, hijos de Dios, participamos, por su Bondad y Misericordia, de su Gloria. Una vida donde no existen relaciones personales ni sociales como en esta vida, ni familia o vínculos personales.

Una sola Familia, un solo Espíritu y un solo Dios. Sin embargo no me preocupan estos planteamientos, porque, sea como sea, será la Gloria que Padre Dios nos tiene preparado. Y un Padre como Dios nos preparará lo mejor y único. Y nunca podremos ni siquiera imaginar que nos reserva Dios para aquellos que creen en Él y le sirven siguiendo su Voluntad.

Gracias, Padre, por esta Esperanza, por la Resurrección y por el gozoso Cielo, que por tu Amor y Misericordia nos prepara. Amén.


viernes, 21 de noviembre de 2014

SE ABRE UNA NUEVA ÉPOCA

Lc 19, 45-48

Jesús inaugura el nuevo Mensaje: Mi casa es casa de oración y ya no hace falta sacrificios de animales, simplemente adorar a Dios en Espíritu y Verdad. Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo, como decía santo Tomás de Aquino poéticamente.

El Rito Nuevo es la Palabra de Jesús. Allí donde está Jesús está la Casa del Señor. Desde ahora es Él el que enseña a diario la Palabra de Dios. Ha venido ha traernos la Buena Nueva, a mostrarnos un Dios amoroso, bondadoso y misericordioso. Nos lo muestra en la parábola del hijo prodigo, en la oveja perdida y en todo su Mensaje.

Y también nos revela su entrega voluntaria y aceptada para, con su Pasión y Muerte, pagar por nuestros pecados. Jesús es el Templo, el Templo destruido y levantado en sólo tres días. Porque ha Resucitado y permanecerá para siempre con nosotros y dentro de nosotros. Somos templos del Espíritu Santo y somos casas de oraciones en la medida que le adoramos en Espíritu y Verdad.

Era menester darle relevancia a esa expulsión de aquellos mercaderes que habían convertido la Casa del Señor en un lugar de negocios y intercambios. Era menester dejar claro, con un golpe sobre la mesa, que ha llegado la hora de la salvación por medio del Hijo que nos rescata y nos redime.

Gracias, Señor, porque con tu Muerte has saldado la deuda infinita, que nunca nosotros podemos saldar, y nos has reconciliado con el Padre para gozar de su presencia eternamente. Amén.

jueves, 20 de noviembre de 2014

LAMENTACIONES Y PAZ

(Lc 19,41-44)

Ayer leía una noticia desgarradora: China y Estados Unidos andan recelosos y muchos analistas políticos no descartan una confrontación bélica entre ambas potencias. Puede ser una posibilidad. Reflexionando sobre el Evangelio de hoy nos extraña menos, pues Jesús se lamentó y dijo: 

(Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡ Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

No debe, pues, extrañarnos que ocurran estas cosas a las ya también ocurridas tragedias que nos han asolado a lo largo de toda la historia. El mundo que hipócritamente confiesa buscar la paz, se aleja del Señor que es la verdadera Paz. Es una contradicción, porque fuera del Señor el hombre está perdido y corrompido, sin ninguna posibilidad, por su naturaleza caída y sometida al pecado, de alcanzar la paz.

Busquemos la paz junto al Señor, porque sólo en Él encontraremos el único y verdadero Camino, Verdad y Vida. Amén.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

DESENTERRAR MIS TALENTOS

(Lc 19,11-28)

No cabe duda que con nuestro nacimiento traemos una bolsa de talentos y cualidades. En principio no se nos descubre. Todos los niños, podemos decir, son iguales, y ninguno destaca sobre los demás. Incluso hasta dificilmente se nos puede distinguir nuestro físico. Sin embago, en pocos meses nacen las diferencias y empieza a configurarse nuestro semblante, físico y cualidades.

Y en la medida que crecemos, nuestros talentos se descubren y crecen con nosotros. Y también, después de pasar las etapas donde principalmente recibimos, empezamos a capacitarnos para dar también nosotros. Y descubrimos asombrados que en el dar y darnos experimentamos alegría y gozo. Pronto queremos saber y formarnos para dar y darnos. Y esa es una etapa crucial y muy importante en nuestra vida. La familia jugará un papel determinante en esos momentos formadores.

Experimentar que lo importante no es tanto recibir sino dar nos formará para poner en juegos todos nuestros talentos en beneficio del bien común. Y descubrimos que si todos lo hacemos así, el mundo empezara a ser mejor. Es aquí donde la parábola que hoy el Evangelio nos narra por boca de Jesús cobra sentido y nos señala de forma directa a cada uno.

¿Dónde están nuestros talentos recibidos? ¿Nos esforzamos en descubrirlos y los ponemos al servicio de la comunidad? ¿Es nuestra vida un camino de servicio y de entrega según nuestros talentos? ¿O los guardamos para nuestro particular provecho sin tener en cuenta a los demás? ¿Somos conscientes que debemos responder de todo lo que hemos recibido para el beneficio de los demás?

Éstas y otras preguntas nos interpelan hoy en el Evangelio, y sin agobios ni miedos debemos esforzarnos en darles respuestas confiados en la asistencia del Espíritu Santo y la Misericordia de Padre Dios. Amén.

martes, 18 de noviembre de 2014

RESPONDER COMO ZAQUEO

(Lc 19,1-10)

Me gustaría responder como Zaqueo. Es decir, ser como Zaqueo, porque él marca las tres actitudes que  se necesita para quien quiera creer en Jesús. Primero, Zaqueo busca, se interesa y prioriza ver a Jesús. Quizás provocar un encuentro con Jesús. Jesús, que anuncia su venida a Jericó, ocupa la prioridad y el interés de Zaqueo. Pone en funcionamiento su astucia y encuentra la manera de situarse frente a Jesús.

Podríamos preguntarme si yo estoy en esa misma dinámica. ¿Busco ver y conocer a Jesús? ¿Mi interés es tal que estoy dispuesto hasta hacer el ridículo si hace falta por colocarme en situación de ver a Jesús? ¿Supera mi interés por ver a Jesús mis respetos humanos y vergüenzas? Son preguntas que exigen respuestas tal y como las resolvió Zaqueo.

La segunda actitud: Ante la llamada de Jesús, que posiblemente sabía del interés de Zaqueo, responde de inmediato sin titubeos. Jesús responde a sus esperanzas y expectativas, y gozoso y alegre baja del árbol y acepta la auto invitación que Jesús le hace de ir a comer su casa. Su corazón está alegre y parece que ha encontrado al que buscaba. ¿Respondemos nosotros así al Señor? ¿Estamos alegres de ser llamados y a aceptarlo a comer en nuestra casa? ¿Le abrimos nuestro corazón?

Y tercera actitud: Zaqueo no se queda por las ramas. Baja y toma un nuevo rumbo. El encuentro con Jesús le despierta su fe, y su fe le exige cambiar. Y cambia. Su corazón, huraño y egoísta hasta ahora, se vuelve generoso, desprendido y justo. Y actúa, es decir, ama, porque amar es el compromiso de ser desprendido para compartir con los demás.

No basta la fe si, a la par, no la llevamos a la vida, no transforma nuestro corazón. Una fe sociológica que no nos hace más verdaderos, más justos, más caritativos, no vale Sólo nos coloca el "cartelito" de cristianos.

lunes, 17 de noviembre de 2014

¡SI NUESTRA FE FUERA COMO UN GRANO DE MOSTAZA!

(Lc 18,35-43)

Bartimeo parece que, su fe, llegaba a ese grano de mostaza. Porque conmovió a Jesús e hizo que le escuchara y le curara. No significa, ni quiere decir esto, que Jesús no nos escuche y nos atienda. Siempre lo hace, sino que la insistencia de Bartimeo, que haces días Jesús nos la recuerda y aconseja en el Evangelio, le da los frutos anhelados y testimonia su fe.

Es esa insistencia y fe la que mueve al Señor a responderle: Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!». Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Recordemos la parábola del juez injusto. La insistencia y perseverancia es vital para descubrir y probar nuestra fe. Quien no insiste no parece importarle mucho lo que desea. Deja ver que puede pasarse sin ello y deja de esforzarse en persistir y perseverar en la petición. Descubre que su fe no es fuerte ni grande, ni siquiera llega a ser como un grano de mostaza.

La fe nos fortalece y nos da valor para romper todas las barreras: miedos, respeto humano, vergüenza...etc. Bartimeo es ejemplo de ello. Nadie, por mucho que le increpaban, le hacía callar. Su fe y su confianza en que Jesús le devolvería la vista le daban la fuerza para continuar con sus gritos. Pero la sorpresa mayor sería la de encender en su corazón la vista de la Fe.

¿Buscamos nosotros la luz, no sólo para ver el sol y los colores del mundo, sino la de la Fe, que nos ilumine el corazón y nos enseñe el verdadero camino hacia la Casa del Padre?

domingo, 16 de noviembre de 2014

DAR PARA RECIBIR

san Mateo 25, 14-30

Parece una contradicción, pero no es así, sino todo lo contrario. En la medida que das y te das, recibes. Pero no recibes cualquier cosa, sino recibes lo que realmente buscas, recibes la felicidad. Éste es el secreto de la vida "En la medida que aparentemente pierdes, es decir, das y te das, resulta que ganas, y ganas gozo y felicidad eterna". ¿Te parece bien el premio?

Y dar y darse es lo mismo que amarse y amar. Porque te amas cuando buscas lo mejor para ti, y lo haces cuando descubres que, sólo dándote y desprendiéndote de ti para darte a los demás, alcanzas el verdadero estado de amar. Para ello, Dios, nuestro Padre, no nos ha dejado desnudos, sino que nos ha dado unos talentos. Talentos para que los negociemos y los pongamos al servicio de los demás.

Y ese es el tema de hoy domingo. Negociar nuestros talentos para que cuando llegue el momento, el Señor reciba el fruto de nuestro esfuerzo. Por eso, queridos hermanos blogueros, mirando al Evangelio de ayer sábado, y el de hoy domingo, tenemos dos indicaciones del Señor para continuar, sin desfallecer, nuestras oraciones de peticiones, y poner a tope todos nuestros talentos en este mundo de la blogosfera que tan bien nos hace y nos ayuda.

Eso nos puede ayudar a descubrir nuestros compromisos, nuestros esfuerzos por compartir, por animarnos y por proclamar a todos los confines la Buena Nueva de la Palabra del Señor que nos salva. Pero también a denunciar, con sereno y prudente respeto, las mentiras e injusticias. No dejemos nada guardado por miedos, comodidades o bienestar. Porque quien da recibe, pero quien se lo guarda y esconde perderá.

Pidamos al Señor la sabiduría de dar todo lo recibido. Nunca mirar lo que da el otro, sino dar lo que yo tengo y puedo. No te será exigido dar sino lo que tienes. Si cinco, cinco, si dos, dos. Y no perder de vista que no estamos solos. Nos acompaña el Espíritu Santo, socio permanente que, codo con codo, trabajará con nosotros para que no se pierda ni el más pequeño de nuestros talentos. 

En Él y con Él llegaremos a rendir al máximo dejándonos guiar y administrar por su Gracia. Ven Espíritu Santo, llena y renueva nuestros corazones para que seamos capaces de renovar la faz de la tierra. Amén.