El Rito Nuevo es la Palabra de Jesús. Allí donde está Jesús está la Casa del Señor. Desde ahora es Él el que enseña a diario la Palabra de Dios. Ha venido ha traernos la Buena Nueva, a mostrarnos un Dios amoroso, bondadoso y misericordioso. Nos lo muestra en la parábola del hijo prodigo, en la oveja perdida y en todo su Mensaje.
Y también nos revela su entrega voluntaria y aceptada para, con su Pasión y Muerte, pagar por nuestros pecados. Jesús es el Templo, el Templo destruido y levantado en sólo tres días. Porque ha Resucitado y permanecerá para siempre con nosotros y dentro de nosotros. Somos templos del Espíritu Santo y somos casas de oraciones en la medida que le adoramos en Espíritu y Verdad.
Era menester darle relevancia a esa expulsión de aquellos mercaderes que habían convertido la Casa del Señor en un lugar de negocios y intercambios. Era menester dejar claro, con un golpe sobre la mesa, que ha llegado la hora de la salvación por medio del Hijo que nos rescata y nos redime.
Gracias, Señor, porque con tu Muerte has saldado la deuda infinita, que nunca nosotros podemos saldar, y nos has reconciliado con el Padre para gozar de su presencia eternamente. Amén.
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