lunes, 25 de octubre de 2021

UNA CEGUERA PELIGROSA

 

Posiblemente, nuestra ceguera sea más de la que nosotros pensamos. Vivimos en la cuerda floja y, sin embargo, no advertimos el peligro que corremos en cada instante de nuestra corta vida. Porque, cada instante que vivamos en pecado, y de espalda a Dios, corremos un gran peligro. Nos arriesgamos a perder nuestra felicidad eterna, porque ─ en esta vida ─ nuestro verdadero objetivo es ganárnosla aceptando la Misericordia de Dios y viviendo en su Palabra.

Corremos también el peligro de acostumbrarnos, tanto a nuestra vida de pecado, como a nuestra vida de piedad. La rutina de cada día puede convertirse en una costumbre paralizada, e incluso encorvada, como la mujer del Evangelio de hoy. Sin darnos cuenta paralizamos nuestra vida y nos impedimos crecer, avanzar en amor y misericordia. Nuestra fe queda estancada y adaptada a las normas y cumplimientos.

Y, Jesús, nos despierta, nos sana contando con nuestra disponibilidad y permiso. Busca despertarnos y que espabilemos. Nos sacude para que salgamos de esa idea de poner todo en manos de unas normas y cumplimientos.  Porque, amar es algo más profundo, más personal, complejo y directo a la persona. Y, por supuesto, más comprometido. De modo que busca el bien de la persona por encima del bien personal.

domingo, 24 de octubre de 2021

VER, VER CON LOS OJOS DEL ALMA, ESA ES LA CUESTION

 

Los ojos son para ver y es una lástima no poder ver por alguna causa física o enfermedad. La vista es algo hermoso con la que podemos disfrutar de la luz, los colores y los hermosos paisajes, parajes y maravillas de este mundo. Debemos darles gracias a Dios por esta hermosa y maravillosa posibilidad de ver todo lo que el mundo nos ofrece. 

Sin embargo, podemos preguntarnos, ¿es eso lo más importante? Y para ello se hace necesario reflexionar, pensar y discernir que, detrás de ese don de la vista, hay otra realidad más profunda que no podemos ver solo con nuestros ojos de la cara, sino que hay que mirarla con los ojos de nuestra alma. 

Porque, además de corporalidad somos espíritu. Y las cosas del espíritu hay que mirarlas con los ojos más profundos que viven en nuestro corazón. Un corazón que necesita al Espíritu Santo para que - en y por Él - podamos mirar, ver y conocer el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios.

Posiblemente, fue esa la petición de Bartimeo: ─¡Señor, que vea!─ Ver - con los ojos de la fe - lo que verdaderamente importa. Y lo que verdaderamente importa es ver, conocer y escuchar al Señor, su Palabra y, en consecuencia seguirle. Seguirle en el esfuerzo de cada día por hacer vida su Palabra en nuestra vida. 

Se trata, pues, de ver más allá de las cosas que nos ofrece este mundo y no quedarnos menos anclarnos en la finitud de este mundo. Se trata de ver el Amor Misericordioso que nos ofrece Jesús - enviado del Padre - y no solo verlo sino seguirle e imitarle. Y, para eso, hoy tenemos muchas oportunidades de no quedarnos anclado a la orilla del camino. Podemos, incluso, tomarlo como nuestro alimento espiritual en cada Eucaristía que celebremos. Lo encontramos también permanentemente en el Sagrario y en cada persona, sobre todos los pobres, inocentes y marginados, que están a nuestro lado. Es cuestión de ver.

sábado, 23 de octubre de 2021

CON LA MISMA DIGNIDAD: HUOS DE DIOS

 

Ante Dios, nuestro Padre, todos somos iguales. Somos sus criaturas elevadas por su Amor Misericordioso a la dignidad de hijos, y queridos hasta la locura de, encarnado en naturaleza humana, ofrecer su Vida para rescatar y liberar la nuestra de la esclavitud del pecado.

Pero, como todos los hijos, unos han recibido más talentos y otros menos. La cuestión es que cada cual tiene que responder de los suyos, es decir, de los que ha recibido. Es el caso de la higuera. Una higuera se planta para  que dé frutos. Si no es así, algo debe suceder contrario a su objetivo y finalidad. No es natural ni tiene sentido que esté ahí y no dé los frutos esperados y exigidos. Por tanto, será lógico proceder a cortarla.

Ahora, ¿qué sucedió? La Misericordia de Dios es infinita y nos espera dándonos la oportunidad de que podamos cambiar, convertirnos y, por supuesto, dar frutos.

viernes, 22 de octubre de 2021

LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

 

Por experiencia interpretamos los signos de los tiempos. Vemos el cielo cargado de nubes oscuras y densas e intuimos que lloverá. Y hemos oído decir que cuando sopla el viento del este o del sur vendrá tiempo bochornoso o aparecerán lluvias. Es decir, sabemos interpretar el tiempo según sus señales.

Pero, ¿qué ocurre con nuestra mirada al Cielo? ¿Acaso ignoramos lo que nos viene de él? ¿No nos atrevemos a juzgar y a discernir lo que está bien o no lo está? Posiblemente no prestamos la atención debida e interesada a las señales que nos vienen del cielo. Porque, todo lo creado habla de Dios y se nos manifiesta en su Nombre.

Sucede que, cuando prestamo atención a lo que está a nuestro alrededor, nos percatamos de que a través de una persona, un acontecimiento o de ciertas señales, podemos descubrir como Dios nos va revelando su Voluntad. ¿Has pensado alguna vez por qué y para qué estás en este mundo? ¿Tienes en cuenta todo lo que ha y está sucediendo en tu vida hasta este momento? ¿Y has pensado cómo las has superado?

Posiblemente, el camino sea eso, el de hacernos preguntas que nos den la pauta para descubrir la presencia de Dios en nuestro diario vivir. Quizás, detrás de esos muchos interrogantes y preguntas, se encuentren muchas respuestas que, sin ponerle atención y vigilancia, no nos las hemos planteado o buscado con interés e inquietud en nuestras vidas. Y el mejor acompañante será siempre la Palabra de Dios - el Evangelio.

jueves, 21 de octubre de 2021

UN CORAZÓN EN ERUPCIÓN

 

Nuestro corazón, Señor, está hecho para amar. Tú, Señor, nos has creado para amar y nuestros deseos arden en hacer el bien y servir a los que más lo necesitan. Experimentamos gozo cuando nuestro corazón queda abrazado por el amor. Pero, también, sentimos frío al sentirnos seducidos por las pasiones que nuestra naturaleza experimenta en este mundo y produce divisiones rompiendo la paz.

Nos acomodarnos placenteramente e instalarnos en la pasividad e indiferencia sin problemas ni compromisos que nos presionen, nos preocupen y nos exijan darnos hasta sentirnos exigidos en servir, sobre todo, a los más pequeños, a los que sufren y necesitados. Jesús nos dice en el Evangelio de hoy que ha venido a prender, ese corazón nuestros endurecido por el pecado, de un fuego de amor que nos inunde de misericordia y caridad.

También nos dice que ese fuego nos enfrenta con aquellos que no piensan como nosotros y que persisten en continuar en la frialdad y endurecimiento de sus corazones, en el placer y en la indiferencia. Pero, será el amor el que prevalecerá y triunfará. Porque, hemos sido creados para amar y es en el amor donde encontramos nuestra felicidad eterna.

miércoles, 20 de octubre de 2021

¿HAS PENSADO QUE TU VIDA ES UNA ESPERA VIGILANTE Y PERMANENTE?

 

Quieras o no, la vida, tu vida, te exige un estar permanentemente vigilante. Vigilante de tu cuerpo y también de tu alma. Aunque, a decir verdad, eso lo de tu alma pasa más desapercibio. ¡La gran contradicción!, siendo el alma lo más importante se descuida más su vigilancia y su preparación. ¿Estás de acuerdo?

Mira, todo lo que consigues en este mundo tiene poco valor. A pesar de que, tú, yo y todos, le demos mucho valor. Su valor es relativo, dura poco su acción de disfrute y, sobre todo, tiene sus días contado. Porque, todo aquí abajo tiene fecha de caducidad. Las emociónes, los sentimientos, las satisfaciones, el poder, las riquezas, la gula, la concupiscencia, la envida, el egoísmo...etc. Todo se acaba menos la capacidad de amar. Amar olvidándote de ti y dándote a los demás. Amar como nos ama el Señor.

Porque, estamos hecho para amar y sin el verdadero amor nuestra alma no alcanza la plenitud a la que está llamada. Por y para eso necesitas estár permanentemente en guardia, en vigilia y en estado de alarma para no ser sorprendido viviendo en el desamor.  Jesús te lo expone claramente en el Evangelio corresponodiente: Lc 12,39-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». 

Nuestra vida, por tanto, nos exigirá estar en una vigilia permanente poque no sabemos cuando se hará presente el Señor en nuestra vida.

martes, 19 de octubre de 2021

EN ESPERA VIGILANTE

 

Con el paso del tiempo descubres que la vida es una espera en vigilia. Sabes, y es lo único cierto en este mundo, que un día llegará tu hora final, y, aunque no piensas ni la tienes presente, te mantienes vigilante de tu salud. Y lo haces a través de los síntomas y enfermedades que te van avisando de tu estado de salud. 

Sin embargo,  esa preocupación por tu salud no se corresponde con la vigilancia por tu alma. Al menos en una gran mayoría de las personas. Y ese es el problema, porque la vigilancia más importante es cuidar la salud de nuestra alma. Y a eso se refiere el Evangelio de hoy:  

Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!». 

Conviene estar vigilante, no sólo de la salud del cuerpo, que importa y debemos cuidarlo, sino - y es lo más importante - de la salud del alma, para que cuando llegue el Señor nos encuentre bien despierto y dispuestos con nuestras lámparas bien encendidas. O lo que es lo mismo, nuestra Vida de Gracia bien surtida y sostenida por nuestro amor escondido en nuestras obras de caridad.

Porque, cuando amas sirves y te pones a disponibilidad del que lo necesita. Y esa es nuestra esperanza, perseverar en el amor a la hora que decida el Señor presentarse en nuestra vida. Para que nos sorprenda en esa actitud de reconocerle como el Señor y Padre nuestro. Y amar como él nos ha enseñado con su Vida y su testimonio.