miércoles, 2 de marzo de 2022

PECADORES, MIEMBROS DE UNA IGLESIA SANTA

Mt 6,1-6.16-18

Somos pecadores. Nuestra naturaleza está condicionada por el pecado. Sería absurdo y disparatado negar nuestra condición pecadora. Reconocer que somos miembros – pecadores – de una Iglesia santa. Santa porque recibe esa santidad de su fundador, nuestro Señor Jesús. Y de la que nosotros esperamos, por la Gracia y el auxilio del Espíritu Santo – recibido en nuestro bautizo – ir creciendo en esa santidad, objetivo de nuestra meta: Ser perfecto – Mt 5, 48 – como vuestro Padre celestial es perfecto.

Precisamente, la Cuaresma es un tiempo intenso de preparación que nos ayuda a esforzarnos en vivir la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesús. Es un tiempo de silencio, oración, ayuno y limosna que puede ayudarnos a sintonizar y concienciarnos con el camino que recorrió Jesús. Un tiempo de esfuerzo en convertirnos y aumentar nuestra fe en el Evangelio. Un tiempo para esforzarnos en transformar nuestro corazón impuro y contaminado por el pecado en un corazón más puro en olor de santidad por la Gracia del Espíritu Santo.

Ese es, precisamente, el camino cuaresmal. El esfuerzo de aumentar nuestra fe y creer en el Evangelio. El esfuerzo de privarnos de lo que nos acomoda e instala y nos separa del camino que Jesús nos propone, el amor y la solidaridad con los que sufren y carecen de lo elemental para vivir dignamente. La Cuaresma es un tiempo de reflexión y de silencio interior que nos ayude a interiorizar y descubrir nuestros apegos y apetencias que, más que librarnos, nos esclavizan y someten. Es un tiempo para tratar, injertados en el mismo Espíritu que acompaño a Jesús al desierto, interiorizar en nuestra fe y conversión.

martes, 1 de marzo de 2022

DAR LO DE AQUÍ ABAJO - CADUCO - PARA GANAR LO ETERNO - EL CIELO -

 

Mc 10,28-31

Después de que aquel hombre, presuntamente rico, se resistió a la llamada de Jesús, apegado a sus bienes y riqueza, Pedro dijo a Jesús: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». A lo que Jesús respondió: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en el presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros».

Atesorar bienes y riqueza en este mundo. Así como fama, éxito y primeros puestos en todo lo que desprende admiración, reconocimientos y títulos, no vale para nada en el otro mundo. Porque, alcanzar la Vida Eterna exige ser último y no primero. Y eso significa que hacer el bien, no buscándote ni esperando recompensa, sino dándote voluntariamente y gratuitamente. Y siempre en la línea de la verdad y la justicia acarrea muchos problemas y resistencia por aquellos que viven en la opulencia y son capaces de recurrir a la demagogia y la mentira para mantenerse en esa situación privilegiada y ventajosa para ellos. A eso se refiere Jesús cuando se refiere “con persecuciones”.

Seguir a Jesús exigirá sacrificio y presentará dificultades, insultos y toda clase de contrariedades. Le pasó  Él y le pasará también a todos aquellos que le sigan. Sin embargo, esa es la señal y la mayor alegría. Son bienaventurados todos aquellos cuando reciban insultos, sacrificios  y malos tratos en y por el Nombre de Jesús. Esa es la dicha, a pesar de las dificultades, más grande que se puede tener. Es y significa ser de los últimos y eso es lo más grande que, a quien sigue a Jesús, le puede suceder. Es multiplicar por Infinito todo lo que deje en nombre de Jesús, Vida Eterna.

lunes, 28 de febrero de 2022

ELECCIÓN: MUNDO Y DINERO O DIOS

Una sola cosa es importante, amar y amar, porque, uno solo es el mandato del Señor, amar y amar. Amarle a Él sobre todas las cosas y, amar al prójimo como prueba de que realmente estás amando a Dios. Porque, Él es nuestro Padre, y un Padre quiere a todos sus hijos. Por tanto, ¿cómo pueden estar sus hijos peleados o desunidos?  Tenemos que ser fieles al amor del Padre y amarnos como Él nos ama. Es, por tanto, evidente que hemos sido creados para amar.

Pero, el amor no es algo abstracto, se descompone en muchos matices o formas de amar. Por ejemplo, amamos cuando respetamos la vida – no matarás – incluso de los que están dentro del vientre de sus madres; amamos cuando respetamos a la mujer o al marido – adulterio – del otro u otra, y somos fieles a nuestro compromiso matrimonial; amamos cuando no te apoderas – no robarás – de lo ajeno; amamos cuando no mentimos – falso testimonio – a los demás, sobre todo a los inocentes y pequeños; amamos cuando no engañamos – estafa – a los más vulnerables e indefensos, y amamos cuando honramos a nuestros padres y tu madres.

Amamos cuando nuestra vida no es el centro de nosotros mismos y, olvidándonos de ella la centramos en preocuparnos por los que más lo necesitan, los pobres, los pequeños y los inocentes. Amamos cuando nuestra vida está abierta a compartir y pendiente del sufrimiento de los demás, sea quien sea – amigo o enemigo, pequeño o grande – pero el peligro acecha cuando nuestro corazón queda anegado por el dinero y no ve otra cosa que la riqueza y el valor del dinero. Posiblemente, eso fue lo que le sucedió a aquel hombre que se acercó a Jesús. Al parecer cumplía los mandatos de la Ley de Dios, pero su opción por el dinero y las riquezas era más fuerte que su amor por el hombre y, en consecuencia, que el amor por Dios.

domingo, 27 de febrero de 2022

LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE SON LAS ACCIONES DE TU VIDA

 

A nadie se le ocurre tomar un guía ciego porque, probablemente caerán ambos por el precipicio. El sentido común te aconseja valerte de alguien que pueda informarte bien para que puedas encaminar, también bien, tu vida. Sin embargo, la lógica falla y siempre ha existido y existe quienes se apoyan en ciegos para alumbrar sus vidas. Son muchos los que se apoyan en ciegos para ser guiados en este mundo. Ciegos que, sometidos al pecado, caminan inmersos en la oscuridad no viendo las vigas que le impiden ver a sus ojos y si las motas del prójimo que tienen enfrente.

Se hace necesario utilizar esos dones recibidos y donar libremente, voluntariamente y gratuitamente tu competencia y responsabilidad. Se hace necesario estar abierto a las enseñanzas del maestro hasta alcanzar la madurez que nos permita estar al mismo nivel. Se hace necesario mirarnos para ver nuestras propias vigas que obstaculizan nuestra vista y nos impide ver las motas en los otros. Conviene, pues, hacer autocritica y ver  nuestras actitudes ante nuestras relaciones con los demás.

Porque, lo verdaderamente importante no está ni se esconde en nuestras palabras, sino en nuestras acciones. Es, por tanto, de vital importancia nuestra manera de actuar y en donde se descubre lo que vive y hay en el centro de nuestro corazón. Porque, de lo que rebosa el corazón habla su boca.

sábado, 26 de febrero de 2022

NIÑOS, NECESITADOS DE UN PADRE Y UNA MADRE

Todo niño está necesitado de un padre y una madre. Diríamos que el perfil de cualquier niño es la de necesitar una familia, un espacio donde recibir el calor de unos padres que te protegen, te cuidan y te educan. Es evidente que el niño – cualquier persona, pero más evidente en el niño – necesita amor. Un amor que le acoja, le comprenda, le acompañe, le proteja y eduque.

Sin lugar a duda, el niño experimenta la necesidad de un Dios, Espíritu – es Padre y Madre – que le ame, le cuide y le proteja en su vida. Por eso, el niño está siempre abierto, disponible y necesitado del Amor de Padre Dios. En la época de Jesús, el niño era el último de la fila, sin derechos de ninguna clase. Hoy también pasa lo mismo en muchos lugares del planeta. Hay muchos niños que son explotados, violados, secuestrados, instruidos militarmente, sin familias…etc. Indudablemente, necesitados de un padre y una madre. Indudablemente, están abiertos al Amor de Dios Padre.

Los niños son los pobres y más indefensos y, por tanto, los preferidos de Dios. Ser como niño es el camino para llegar al reino de Dios. Ser como niño, que significa ser último, ser limpio e inocente y confiado, ser necesitado de amor y protección, experimentarse pobre y pequeño y, en consecuencia, abierto a la Palabra de Dios, a un Padre Bueno, que nos acoja, nos quiera y nos de esa felicidad que todos ansiamos y buscamos desde nuestra niñez.

Tener ese espíritu, como si de un niño se tratara es la condición que Jesús pone hoy en el Evangelio: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él».