jueves, 9 de diciembre de 2010

ORACIÓN PARA LA LIBERACIÓN INTERIOR, LA SANACIÓN Y LA CONVERSIÓN

El ministerio de la oración: liberación y sanación interior

 SEÑOR JESÚS, HIJO de DIOS Vivo, ven a cubrirme con tu Preciosa Sangre; ven a cubrir estos lugares y todas las personas presentes aquí y en mi corazón.

Abbá, papá, mi PADRE Celeste.
Por el Nombre de JESÚS y por su Preciosa Sangre, Vencedor de todas las fuerzas del mal, por la intercesión de la Virgen María, victoriosa del Maligno, por mi bautismo que ha hecho de mí tu hijo muy amado, ¡ven ahora a sanarme y a liberarme de todo mal, de todo obstáculo al Amor!

PADRE mío, por la Preciosa Sangre de JESÚS, sáname en mi inteligencia de toda tiniebla, de todo prejuicio, del espíritu razonador, del espíritu de duda, de toda confusión mental.

PADRE buenísimo, sáname en mi memoria de todo recuerdo doloroso, de los traumas psicológicos procedentes de mi árbol genealógico, del seno de mi madre y de cada etapa de mi vida: nacimiento, infancia, adolescencia y edad adulta.

PADRE, sáname en mi imaginación de todo idealismo soñador, de la huida de la realidad, de toda fantasía enfermiza, de todo engaño, de toda alucinación y de todo delirio.

PADRE, por el Nombre de JESÚS sáname en mi corazón de toda herida, de toda autocompasión, de toda cerrazón y dureza, del rechazo de perdonar, del resentimiento, de los recelos malintencionados y de la maldición.

PADRE del Cielo, sáname en mi voluntad de todo espíritu de dominio, de la tentación, de la obsesión, de la opresión, de la posesión, del embrujamiento, de la hipnosis, de todo voluntarismo orgulloso, de toda actitud intolerante y sectaria, de toda debilidad, indecisión y desviación.

PADRE muy amado, sáname, por tu HIJO JESÚS de Nazaret, de todo desequilibrio en mi sensibilidad, mi afectividad, mi emotividad, mi sexualidad, de todo sentimiento de rechazo, de vergüenza, de vacío, de culpabilidad persistente, complejo de inferioridad, timidez, de toda ansiedad, inquietud, miedo, insomnio, tristeza, del asco de la vida, de las ideas suicidas, de toda esclavitud de la droga, el alcohol, el tabaco y de cualquier otra dependencia.

PADRE Creador, por la Sangre de CRISTO, sáname de toda desviación que me venga de herencia, de la educación recibida en mi tierna infancia, de las presiones ejercidas sobre mí en mi ambiente familiar, escolar, comunitario, social, eclesial, de todo acontecimiento pasado que haya vejado mi libertad interior y mi audacia por ti.

PADRE Todopoderoso, sáname de todo lo negativo, de todo lo doloroso que ha sufrido mi pequeño ser, relegándolo a mi inconsciente o mi subconsciente.

(Recitar tres veces esta oración)
PADRE nuestro, en el ESPÍRITU SANTO y por el poder y la autoridad de JESÚS de Nazaret, corto todos los lazos negativos existentes en mí y en mi familia. En este momento, cierro de forma definitiva todas las puertas que hayan podido abrirse en mí y en mi familia. Amarro todos los poderes de las tinieblas al árbol de la Cruz de CRISTO hasta el fin de los tiempos. En el nombre del PADRE, del HIJO y del ESPÍRITU SANTO. Amén.

(Y a continuación)

PADRE del Cielo, lávame, purifícame, límpiame. Como a un recién nacido, sumérgeme en un baño de amor, un baño de ternura y misericordia. Derrama sobre mí el agua de mi bautismo, el agua del ESPÍRITU SANTO, para que sea puro como la Virgen María. Haz fluir tu fuente de vida. Ahora PADRE, ya que has expulsado las tinieblas de mi cuerpo, de mí alma y de mi espíritu, ven a colmarme con sobreabundancia en todos mis vacíos.

Por el ESPÍRITU SANTO despierta en mí, SEÑOR, tus siete dones sagrados, reanima en mí el don de Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Santo Temor de DIOS.

Lléname, SEÑOR, de todos los frutos del ESPÍRITU SANTO con sobreabundancia:

SEÑOR, has destruido el odio en mi corazón. Dame, SEÑOR, más amor, si mucho más amor, aún más amor, SEÑOR, más, más, más amor en mí y en mi familia.

SEÑOR, has destruido la tristeza en mi corazón. Dame, SEÑOR, más alegría, sí, más alegría, SEÑOR, más, más, más alegría en mí y en mi familia.

SEÑOR. has destruido las divisiones en mi corazón. Dame, SEÑOR, más paz, sí, mucha más paz, más , más, más paz en mí y en mi familia. Envía un espíritu de reconciliación en mi corazón y en mi familia.

SEÑOR, has destruido la cólera y el juicio en mi corazón. Dame, SEÑOR, más paciencia e indulgencia, sí, mucha más paciencia e indulgencia, más, más, más paciencia e indulgencia en mí y en mi familia.

SEÑOR, has destruido la duda y la violencia en mi corazón. Dame, SEÑOR, más humildad y bendición, sí, más humildad y bendición, más, más, más humildad y bendición en mí y en mi familia. Que sólo salgan de mi boca palabras condescendientes.

SEÑOR, has destruido las dependencias y los bloqueos en mi corazón. Dame, SEÑOR, más libertad en ti, sí, más, más, más libertad en ti, SEÑOR, en mí y en mi familia.

SEÑOR, has destruido la impureza y los falsos ídolos en mi corazón. Dame, SEÑOR más pureza y espíritu de adoración y alabanza, sí, más, más,  más pureza y espíritu de adoración y alabanza en mí y en mi familia. ¡Qué seas tú el primero en mi vida!

PADRE de Misericordia, concédeme despertar y dar los frutos de una conversión auténtica y encontrar mi verdadera libertad en hacer tu voluntad.

SEÑOR JESÚS, Cordero de DIOS, ejerce Tu señorío y Tu Realeza en todos los ámbitos de mi persona.

Cúbreme, JESÚS, con tu preciosa Sangre y protégeme de todo mal y  también protege a todos los que llevo en el corazón. 

Inúndame, SEÑOR, con tus ríos de Gloria a fin de que proclame sin cesar, día tras día, tu alabanza.

ESPÍRITU SANTO, revélame todos tus carismas, tus dones y tus regalos del Cielo para la Gloria de DIOS.

María, Madre de DIOS  y Madre mía, enséñame a decir siempre SÍ al Amor, de forma incondicional y total como tú.

Pido también la asistencia de todos los Ángeles y de todos los Santos del Cielo, día tras día, para siempre en mi vida.

Gloria al PADRE, al HIJO y al ESPÍRITU SANTO. Amém.

(De Thierry Fourchaud, inspirado en una oración de las Hermanas de CRISTO Rey. Extraído del libro "Seré sanado").

domingo, 5 de diciembre de 2010

LA HUMILDAD ES LA LLAVE DE LA CONVERSIÓN

 
De Belén nos viene la LUZ
La humildad es la llave de la conversión
Adviento, repetido en estos días hasta la saciedad, nos puede sonar tan familiar que, sin darnos cuenta y deslumbrados por luces y ofertas tentadoras, pase sin ser nada más que unos buenos propósitos e intenciones, para ser alojadas en el baúl de los recuerdos.

¿Dónde fijarnos para no desviarnos del camino? JESÚS es un niño a punto de nacer y sólo su Madre y Padre están en el camino hacia Belén. María es la elegida, la portadora maternal del Unegito HIJO prometido que nos dará la Salvación. Es Ella, por ahora, la que marca las actitudes a reflexionar e imitar.

María, cuando oye la palabra del ángel, se preocupa mucho y se pregunta qué querría decir semejante saludo. María le pregunta al ángel cómo se va a realizar el plan de DIOS, siendo ella virgen. Sin embargo, la Santísima Virgen ofrece su persona a DIOS como la esclava del SEÑOR para que se cumpla en Ella lo que se le ha dicho.

DIOS también tiene un plan sobre ti y sobre mí. Y también, como a María, te ha dado la Gracia necesaria para que puedas cumplirlo. Y, seguro, que has sentido, al menos a mí me pasa, preocupación, miedo e impotencia por no saber como cumplirlo. "No temas, le dice el Ángel a María"; también te lo dice a ti y a mí: no temas Salvador o Ángel, yo voy contigo y Conmigo puedes hacerlo y vencer.

Sin embargo, no nos libraremos de los miedos, las inseguridades, las preocupaciones... María tampoco escapó a eso, ni siquiera el JESÚS Hombre. ¿Somos nosotros diferentes o priviligiados? Eso debemos asumirlo desde el principio del camino, pero sabiendo que va Alguien que no falla conmigo.

Mis planes, mis propósitos, mis proyectos... ¿son los mismos que DIOS tiene pensado, al igual que María, para mí? Y, ¿acaso lo que me ha y está sucediendo en mi vida estaba dentro de mis planes? ¿Era eso lo que yo había pensado, qué mis hijos no creyeran en TI?, ¿qué mi empresa se fuese a pique?, ¿qué mis empleados pensaran mal de mí?, ¿qué la fuerza de mi palabra y la sinceridad de mi vida deja mucho que desear?, ¿qué mi matrimonio ha pasado por momentos muy difíciles y tentaciones de fracaso y quedarme en la cuneta,?, ¿estaba dentro de mis planes que sucediera lo que ocurrió con este último cursillo...?

¡Claro que no, nada de eso estaba dentro de mis proyectos y todo ello me ha preocupado enormemente! Sin embargo, hay una cosa muy clara: muchas veces perdemos el dominio de nuestra vida y es, en ese momento, cuando se lo tenemos que dejar a DIOS.

Pero, ¿qué pasa cuando se lo tienes que dejar a ÉL? ¿Qué pasa cuando DIOS te dice: "El control lo quiero YO? Y quiero que me entregues esto de tu vida..., esto de tus hijos..., esto de tu matrimonio..., esto en el ámbito material..., esto en el ámbito social. Posiblemente surgen en nosotros preocupación, discernimiento, que son lógicas reacciones, pero, ¿hacemos lo mismo que María?

Nos sentimos turbados, confusos y desorientados. Nos cuesta desapegarnos, morir a nosotros mismos, y dudamos y, en muchos casos decimos que no (joven rico). Y la única respuesta es un "SÍ" como el de María. Un "SÍ" que pone a DIOS por delante de todo lo que uno es. Ese "SÍ" es el camino y preparación de nuestro particular "Adviento", de nuestro significado Belén.

Y, detrás del "SÍ", se descubre, si ha sido de verdad, el ofrecimiento total y pleno: "He aquí la esclava del SEÑOR, que se haga en mí según su Palabra". Es lo que debemos repetir en estas cuatros semanas de preparación: "Qué se haga en mi, cada uno ponga su nombre y su persona, según su Palabra".

Y las luces de tu Belén se encenderán y serán las más brillantes de tu vida. Nada habrá tan grande en tu corazón que rebose de gozo y felicidad que esa disponibilidad a aceptar todo lo que está atormentando tu vida, tus fracasos, tus debilidades, tus desesperanzas... Ha nacido la salvación, en, con y por ese Niño DIOS, en tu vida.

Dice San Pablo: "Hemos sido elegidos, en CRISTO, para ser santos e irreprochables" ¿Cuál es el camino para lograrlo? Cada uno de nuestros caminos es distinto, cada uno de nuestros modos de caminar es diferente, pero si seguimos el camino de María "aquí está la esclava del SEÑOR, que se haga en Mí según TÚ me dices", será siempre un camino de gozo y de esperanza, no un camino de miedo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

ESTEMOS VIGILANTES


 Un estudiante tiene la experiencia que de no estar preparados sus exámenes no tendrían buenos resultados. Y todos hemos experimentado alguna vez en nuestras vidas que cuando no hemos preparado nuestro futuro corremos el peligro de que se presente negro y mal.

Los proyectos hay que prepararlos, y el futuro se construye haciendo del presente lo que todos sabemos que tenemos que hacer. Por lo tanto, es ahora cuando debemos de tomar las debidas precauciones y examinarnos diariamente. Y examinarnos consiste en acometer todas nuestras acciones con la mayor dedicación y entrega.

Y nuestras acciones están dentro de nosotros, porque, ¿quién no sabe que tiene que cumplir con su trabajo de forma correcta? ¿Quién no sabe que debe ser honrado, honesto, justo y procurar la paz y la convivencia entre todos? Son premisas que anidan en el corazón de todo hombre, y que todos queremos cumplir. De tal forma, que haciendo esto el mundo sería mejor.

No se nos escapa que debemos estar preparados para cuando llegue nuestro examen final. Y eso es lo que la Palabra de DIOS nos recuerda hoy: 

"Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre".

 Se hace necesario pararnos y reflexionar sobre nuestros actos y el camino de nuestra vida, no sea que con tanta velocidad no nos demos cuenta de que dejamos muchas cosas que hacer en el camino.

Mira, SEÑOR, como va mi vida, 
quizás muy deprisa y sin rumbo.
Distraída en cosas superfluas y 
caducas, y cegado ante lo
verdaderamente importante.

Y, lo peor, SEÑOR,  es que no 
puedo pararme. No tengo fuerzas
para decir basta y responder a 
lo que verdaderamente siento
dentro de mí, a lo que me
gustaría hacer.

Sólo me queda la esperanza de
encontrar las fuerzas en TÍ,
porque TÚ eres el Camino,
la Verdad y la Vida, y a TI
vengo a pedírtela: Dame las
fuerzas necesarias para darme
cuenta que sólo en la humildad
puedo encontrar el verdadero rumbo
 y norte de mi vida. Amén.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

PREOCUPADOS POR LO QUE VIENE


 La preocupación nace del tomar conciencia de lo que va a venir. También la alegría es producto del buen futuro que se nos descubre. Así que, dependiendo de nuestro futuro será nuestro presente.

Nuestro SEÑOR JESÚS nos previene y dispone a estar preparado para lo que se avecina. Nos llama la atención a observar la naturaleza y sus cambios para darnos cuenta cuando acaba una estación y llega la otra. El florecer de los frutos nos indica la llegada del verano y la caída de las hojas el otoño seguido del crudo invierno. Para entonces estaremos resguardados y provistos del calor para defendernos del frío.

De la misma forma, JESÚS nos advierte del final de los tiempos y nos llama a estar preparados y agarrados a ÉL. No hay nada que temer, pues ÉL es SEÑOR del tiempo, de la muerte y de la vida. Todo está en ÉL y junto a ÉL no hay nada que temer, por lo tanto, sólo hay una cosa vivir con, en y por ÉL todos los momentos de nuestra vida.

Estamos llamados a la eternidad y este nuestro vivir temporal es sólo un camino para emprender el definitivo eternamente. Por lo tanto, nunca hay un adiós definitivo, sino un hasta luego, porque volveremos a encontrarnos. Ese sabernos hijos del PADRE y llamados a la eternidad nos motiva para vivir en su presencia.

Enseñanos, DIOS mío, a percibir
tus huellas en las cosas de este mundo.
A observar que todo movimiento es
motivo de tu aliento, y toda vida ha
sido creada por TI.

Pero, mejor SEÑOR, haznos tomar
conciencia de que a tu lado nada
tenemos que temer, porque
 estando en TI mis frutos
serán como TÚ los quieres. Amén.

lunes, 29 de noviembre de 2010

CADA DÍA UN COMPROMISO Y UN PASO MÁS

cada día un compromiso; cada día
un paso más para ir construyendo un
pesebre de amor, junto al Niño DIOS
en mi corazón.

Cada día, si te parece, podemos ir compartiendo
el esfuerzo y la actitud del compromiso contraído.
Quizáz así podamos lograr que cuando nazca el
Niño DIOS, nuestro Belén esté preparado para
acogerlo. 


La venida del SEÑOR tiene significado cuando nos esforzamos en encarnarnos en ÉL,  o lo que es lo mismo, cuando intentamos llevar a nuestra vida sus actitudes y estilo de vida. Pablo de Tarso lo decía al proclamar que era CRISTO quien vivía en él. Y ese debe ser, con toda humildad, nuestra objetivo en el camino a recorrer preparando la venida del SEÑOR.

Cada día debo poner un pedazo del pesebre en mi corazón, y con él dar acogida, calor, fortaleza, paz, justicia, comprensión, compañía, sencillez, ternura, mansedumbre, bondad, caridad y mucho amor. 

Cada día debo subir un escalón en mi compromiso con la construcción de ese pesebre que nacerá al final, y que, de estar a la espera y en camino, encenderá mi vida y le dará sentido, paz, sabiduría y fortaleza alumbrándole el camino.

No son cosas nuevas ni heroicas lo que debo proponerme, simplemente lo que hago cada día hacerlo con compriso y amor. Compromiso de hacerlo como si de mí se tratara y con amor de gratuidad, tal y como lo he recibido.

Y con mucha humildad, porque la "Humildad" es la llave de la conversión, y sin ella, no haré que nazca y crezca el Niño DIOS en mi particular pesebre.

domingo, 28 de noviembre de 2010

HOY, 28 DE NOVIEMBRE EMPIEZA EL TIEMPO LITÚRGICO DEL ADVIENTO

¿cómo y cuándo empieza a vivirse?

EL ADVIENTO
 
 TIEMPO LITÚRGICO QUE PREPARA LA NAVIDAD
Expectación penitente, piadosa y alegre

Corona de Adviento
La venida del Hijo de Dios a la Tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos (…).
Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida.
(Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 522 y 524
Con el tiempo de Adviento, la Iglesia romana da comienzo al nuevo año litúrgico. El tiempo de Adviento gravita en torno a la celebración del misterio de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo.
 
A PARTIR DEL SIGLO IV





El origen y significado del Adviento es un tanto oscuro; en cualquier caso, el término adventus era ya conocido en la literatura cristiana de los primeros siglos de la vida de la Iglesia, y probablemente se acuñó a partir de su uso en la lengua latina clásica.
La traducción latina Vulgata de la Sagrada Escritura (durante el siglo IV) designó con el término adventus la venida del Hijo de Dios al mundo, en su doble dimensión de advenimiento en la carne –encarnación- y advenimiento glorioso –parusía-.
La tensión entre uno y otro significado se encuentra a lo largo de toda la historia del tiempo litúrgico del Adviento, si bien el sentido de “venida” cambió a “momento de preparación para la venida”.
Quizá la misma amplitud de las realidades contenidas en el término dificultaba la organización de un tiempo determinado en el que apareciera la riqueza de su mensaje. De hecho, el ciclo de adviento fue uno de los últimos elementos que entraron a formar parte del conjunto del año litúrgico (siglo V).

Parece ser que desde fines del siglo IV y durante el siglo V, cuando las fiestas de Navidad y Epifanía iban cobrando una importancia cada vez mayor, en las iglesias de Hispania y de las Galias particularmente, se empezaba a sentir el deseo de consagrar unos días a la preparación de esas celebraciones.
Dejando de lado un texto ambiguo atribuido a San Hilario de Poitiers, la primera mención de la puesta en práctica de ese deseo la encontramos en el canon 4 del Concilio de Zaragoza del año 380: "Durante veintiún días, a partir de las XVI calendas de enero (17 de diciembre), no está permitido a nadie ausentarse de la iglesia, sino que debe acudir a ella cotidianamente" (H. Bruns, Canones Apostolorum et Conciliorum II, Berlín, 1893, 13-14). La frecuencia al culto durante los días que corresponden, en parte, a nuestro tiempo de adviento actual, se prescribe, pues, de una forma imprecisa.
 
UN TIEMPO DE PENITENCIA

 




Más tarde, los concilios de Tours (año 563) y de Macon (año 581) nos hablarán, ya concretamente, de unas observancias existentes “desde antiguo” para antes de Navidad. En efecto, casi a un siglo de distancia, San Gregorio de Tours (fallecido en el año 490) nos da testimonio de las mismas con una simple referencia.  Leemos en el canon 17 del Concilio de Tours que los monjes "deben ayunar durante el mes de diciembre, hasta Navidad, todos los días".
El canon 9 del Concilio de Macon ordena a los clérigos, y probablemente también a todos los fieles, que "ayunen tres días por semana: el lunes, el miércoles y el viernes, desde San Martín hasta Navidad, y que celebren en esos días el Oficio Divino como se hace en Cuaresma" (Mansi, IX, 796 y 933).  Aunque la interpretación histórica de estos textos es difícil, parece según ellos que en sus orígenes el tiempo de adviento se introdujo tomando un carácter penitencial, ascético, con una participación más asidua al culto.
Sin embargo, las primeras noticias  a cerca de la celebración del tiempo litúrgico del Adviento, se encuentran a mediados del siglo VI, en la iglesia de Roma.
Según parece, este Adviento romano comprendía al principio seis semanas, aunque muy pronto -durante el pontificado de Gregorio Magno (590-604)-  se redujo a las cuatro actuales.
 
 UNA DOBLE ESPERA
 
El significado teológico original del Adviento se ha prestado a distintas interpretaciones. Algunos autores consideran que, bajo el influjo de la predicación de Pedro Crisólogo (siglo V), la liturgia de Adviento preparaba para la celebración litúrgica anual del nacimiento de Cristo y sólo más tarde –a partir de la consideración de consumación perfecta en su segunda venida- su significado se desdoblaría hasta incluir también la espera gozosa de la Parusía del Señor.
No faltan, sin embargo, partidarios de la tesis contraria: el Adviento habría comenzado como un tiempo dirigido hacia la Parusía, esto es, el día en que el Redentor coronará definitivamente su obra. En cualquier caso, la superposición ha llegado a ser tan íntima que resulta difícil atribuir uno u otro aspecto a las lecturas escriturísticas o a los textos eucológicos de este tiempo litúrgico.
El Calendario Romano actualmente en vigor conserva la doble dimensión teológica que constituye al Adviento en un tiempo de esperanza gozosa: "el tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre" (Calendario Romano, Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario

jueves, 25 de noviembre de 2010

DENTRO DE NOSOTROS ESTÁ NUESTRO MAYOR TESORO



 Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida buscando las mil y una forma de encontrar la felicidad que palmita dentro de nosotros. No podemos renunciar a ella, es vital y nadie se conforma con lo que tiene porque quiere más, más y más. Ya lo dice la canción: "Todos queremos más y más..."
Sin embargo, en nuestro afán por conseguirla no nos percibimos de que está más cerca que lo que pensamos. Es más todavía, está dentro de nuestro corazón, y sólo basta con darle un vuelvo y encontrarla. Es más un encuentro que un hallazgo, porque no la descubrimos ni la alcanzamos, la tenemos, nos ha sido dada gratuitamente, y sólo necesitamos toparnos con ella, porque está dentro de nosotros.

Esta anécdota que sigue a continuación nos puede ayudar a reflexionar sobre tan preciado tesoro:

EL RANCHERO POBRE

Erase un ranchero, en Texas, que en los años de la depresión económica y de las sequías no podía hacer frente a sus numerosas deudas y tuvo que empezar a vivir de la asistencia pública. Su negocio en ruinas y su fama por los suelos, el señor Yates no se atrevía ni a salir a la calle. Un día llegaron unos ingenieros a estudiar sus tierras y encontraron un pozo de petróleo. Durante años había vivido mendigando y era millonario. Los cristianos vivimos largas temporadas en nuestra vida mendigando migajas de felicidad aquí y allá. Desconocemos la riqueza inmensa escondida en nuestro corazón. Nuestro pozo de petróleo se llama Espíritu Santo. La Fiesta de Pentecostés nos lo recuerda y lo quiere poner a producir.

LOS SIETE DONES DEL ESPÍRITU

SABIDURÍA
Amor que saborea, gusta y experimenta cómo Dios es dulce y suave. 

INTELIGENCIA
“Conocer al santo es inteligencia”. Proverbios 9, 10

CIENCIA
“Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la vedad completa” J.14, 26 

CONSEJO
Es el don del discernimiento cristiano para el seguimiento de Jesús. 

FORTALEZA
“Los Apóstoles anunciaban con valentía el mensaje del Señor”. Hechos 4, 31 

PIEDAD
“Todos a los que anima el Espíritu son hijos de Dios”. Romanos 8, 14 

TEMOR
Amor y reverencia del nombre de Dios.

LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

1. Caridad: El acto de amor de Dios y del prójimo.

2. Gozo espiritual: El que nace del amor divino y bien de  nuestros prójimos.

3. Paz: Una tranquilidad de ánimo, que perfecciona este gozo.

4.
 Paciencia: Sufrimiento sin inquietud en las cosas adversas.

5.
 Longanimidad: Firmeza del ánimo en sufrir, esperando los bienes eternos.

6.
 Bondad: Dulzura y rectitud del ánimo.

7.
 Benignidad: Ser suave y liberal, sin afectación ni desabrimiento.

8.
 Mansedumbre: Refrenar la ira, y tener dulzura en el trato y condición.

9.
 Fe: Exacta fidelidad en cumplir lo prometido.

10.
 Modestia: La que modera, regula en el hombre sus acciones y palabras.

11.
 Continencia: La que modera los deleites de los sentidos.

12.
 Castidad: La que refrena los deleites impuros.