domingo, 24 de septiembre de 2023

¿ACASO MERECEMOS MÁS

Es la pregunta que debemos hacernos: ¿Merezco yo más por ser llamado antes? ¿Merezco yo más por haber trabajado más horas? ¿Merezco yo más por haber recibido más talentos y más oportunidades en mi vida? ¿Merezco yo más por tener la fortuna de haber nacido en una familia que me ha educado y formado para ganarme la vida? ¿Merezco yo más por tener la fortuna de vivir en un país donde se respeta la libertad y los derechos humanos? Ésta y otras muchas más preguntas debemos tener muy presente a la hora de mirarnos el ombligo y creernos con más derechos que otros.

Todo nos ha sido dado y regalado gratuitamente. Simple y pura gratuidad del Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios. Y a nosotros solo nos queda el responder plenamente dando, de la misma forma, gratuitamente todos esos talentos recibidos en las situaciones favorables en las que nos ha tocado vivir. Sea de madrugada, de mañana, a medio día, a media tarde o al caer el día nuestra labor debe ser igual, plena y gratuita, sin mirar para el otro ni compararme con el otro. Todo es Gracia de Dios.

¿Acaso nacerá la envidia en mí por ver que el otro recibe lo mismo que yo gratuitamente? ¿Acaso no debo responder plenamente a la Voluntad de mi Padre que me regala la vida y la plena felicidad? ¿Es que soy juez de mis hermanos? ¿No debo vaciar mi vida desparramando todo lo recibido en bien de los demás, sobre todo de aquellos que más lo necesitan?

Quizás sean esos interrogantes a los que debemos dar respuesta mientras esperamos en la plaza a alguien que nos contrate y nos dé trabajo. Experimentar la satisfacción de ganarnos dignamente el pan que recibimos con nuestro trabajo es algo tan hermoso y gozoso que nos llena de paz y alegría. Pero, más todavía cuando descubrimos a un Padre Bueno y Misericordioso que nos ama sin límites y quiere el bien para todos sus hijos.

sábado, 23 de septiembre de 2023

ESTÁS LLAMADO A DAR BUENOS FRUTOS, PERO DEPENDERÁ DE QUE ABONES TU TIERRA CON LA PALABRA DE JESÚS.

No es cuestión de semillas ni de abonos. Se trata de dejarte labrar, abonar y trabajar por el Espíritu de Dios y abrirte a su Gracia. Es la única alternativa de que tu cosecha y tus frutos sean de la calidad que agrada al Señor. Porque, en principio desde tu existencia has sido sembrada en tu corazón la semilla del amor misericordioso, y el abono necesario para que des buenos frutos.

Ahora, por el pecado, el mundo, demonio y carne también van simultáneamente creciendo en tu corazón y en muchos momentos y circunstancias pueden convertirse en pájaros que se comen la semilla que desparramas, pisas y distraído la dejas a la intemperie y a manos del mundo, demonio y carne.

Sucede también que al mismo tiempo crecen otras semillas malignas (cizaña y abrojos) que ahogan a la buena semilla, o la tierra que le dejas no es lo suficiente profunda para que la raíz de tu fe hunda fuertemente sus raíces y se afiance firmemente hasta dar buenos frutos de amor.

Solo te queda la esperanza de que prepares tu corazón con buena tierra y bien abonada con los sacramentos y el agua de la Gracia recibida en la escucha de la Palabra y la frecuencia de los Sacramentos el alimento Eucarístico que te alimente y te dé la Vida Eterna. Porque a esos estamos verdaderamente llamados, a ser plenamente felices eternamente.

Dependerá de que cada uno de nosotros riegue bien su corazón y lo abone con buena tierra para que la semilla sembrada en él por el Sembrador dé los frutos esperados y apetecidos.

viernes, 22 de septiembre de 2023

EN LA DEBILIDAD ESTÁ LA FORTALEZA QUE VIENE DEL SEÑOR.

Cuando tu fe viene de experimentar tu propia debilidad se fortalece. Mirado de otra forma, la fe nace en aquel que se reconoce pecador, débil y pobre de espíritu. Es entonces cuando levantas tu mirada y te agarras fuertemente al Señor. E incluso entiendes que Jesús se haga débil y sufra su Pasión. Así lo entendieron aquellas mujeres que le seguían y así permanecieron hasta el pie de la cruz.

No cabe duda de que en la debilidad se esconde la fortaleza que viene del Señor. Pablo lo decía claramente – 2 Corintios 12,9 – y la experiencia nos descubre que cuando realmente experimentamos pobreza y debilidad levantamos nuestra mirada hacia el Señor. Es entonces cuando entra en nosotros gratuitamente el don de la fe que nos regala por amor y misericordiosamente nuestro Padre Dios.

Y es, precisamente, cuando nuestra relación con el Señor nace de un encuentro en la necesidad y pobreza cuando estamos más disponibles, abiertos y sedientos de Ti, Señor. Por eso el Señor nos lo ha dicho insistentemente: «No tienen necesidad de médicos los sanos sino los enfermos».

Ahora, la cuestión es descifrar o reflexionar donde nos encontramos nosotros: ¿Nos consideramos enfermos – pecadores – o pensamos que somos suficientes para dirigir y salvar nuestra vida? ¿Creemos en Jesús o pensamos que todo termina con la muerte? ¿O miramos para otro lado mientras la vida nos vaya sonriendo sin preguntarnos nada?

Pensemos que el tiempo no para, y, aunque nos parezca largo se consume rápidamente y se hace tarde. Nunca más acertado pensar en esa tan conocida frase: «El tiempo es oro». Y es que nos jugamos nuestra felicidad eterna cada día.

jueves, 21 de septiembre de 2023

NADA ESCAPA A LA MIRADA DE JESÚS, EL SEÑOR.

Nosotros no percibimos muchas cosas por las que pasamos todos los días. Un día, después de pasar innumerables de veces por ella, tomo en cuenta el nombre de esa calle que conocía por las casas o comercios que había en ella, pero no por su nombre. De la misma manera se nos escapan otras cosas que sí, Jesús tiene presente.

Somos, cada uno, personas muy importantes para Jesús. Y Él ve en nosotros cosas y valores ocultos a nuestra manera de mirar, de ver y pensar. No entendemos como Mateo, aquel recaudador de impuestos, puede ser llamado por Jesús. Vemos en él un aliado y colaborador de los romanos, ¿cómo lo puede llamar Jesús? Sin embargo suponemos, aunque no lo entendamos, que Jesús sabe y ve lo que hay y se esconde en lo más profundo de su corazón.

También ocurre así con cada uno de nosotros. Jesús sabe cuando nuestro corazón está disponible y abierto a un cambio. Un cambio que está sembrado desde el principio en lo más profundo de nuestro corazón. Un corazón que quizás endurecido por el trajín de la vida y las seducciones del mundo se ha endurecido y le cuesta abonar su propia tierra para que fertilice esos frutos que puede dar la semilla sembrada en él.

Es evidente que Jesús se preocupe, aunque lo hace con y por todos, de manera especial con los más necesitados, los enfermos, los sometidos, viciados, esclavos, marginados…etc. Porque el sentido común nos dice que son los enfermos los que más necesitan al médico. Jesús lo dice claramente en el Evangelio de hoy: (Mt 9,9-13) … «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

La misericordia está antes que los sacrificios y todo aquello que se traduce en actos de piedad o prácticas piadosas. Porque, ¿si no perdonas, como pretendes que te perdone tu Padre Dios? Ahora la cuestión es ver si yo realmente me considero enfermo y pecador.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

INSENSIBLES A LA PALABRA: NI BAILAMOS NI LLORAMOS

Suele suceder que todo lo que nos cuestiona nuestro estado acomodado nos molesta. Reaccionamos cerrando nuestros oídos y desviando nuestra mirada. ¡Indiferencia! Esa es la palabra, indiferencia a todas las cosas que cuestionan nuestra cómoda vida y la invitan al cambio, a la solidaridad, a la misericordia y compasión de todos aquellos que lo pasan mal.

La frase: «A estas horas ya no voy a cambiar» resume muy bien nuestra situación y nuestra actitud ante lo que el Evangelio nos propone hoy: (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y… Convine leerlo despacio, adentrarnos en el significado de sus palabras y aplicarlo a mi vida actual, la de hoy, la de este momento.

Bailo cuando me interesa. Aplicado a este momento lo podemos observar con claridad meridiana en nuestro sistema político. Cada cual baila según le interesa y en la sintonía que satisface sus necesidades y placeres. Y lo demás poco o nada me interesa. Miro para otro lado y me evado de los problemas de los que sufren, de los que no tienen para comer, de los que sus sueldos son míseros pero sus trabajos duros y excesivos. Son explotados.

Y mientras la barca – el país – se hunde a mi solo me interesa lo mío. Los demás de alguna manera solo existen cuando me conviene. Llegada la hora de las elecciones mi baile será de otra manera. Luego, más de los mismo, acomodo todo a mis esquemas y a mi situación cómoda y tranquila. La pregunta salta por sí sola: ¿Si no somos capaces de bailar o llorar en sintonía con los que sufren o lloran y nuestros corazones no experimentan compasión y misericordia, estaremos verdaderamente vivos?

martes, 19 de septiembre de 2023

UN CORAZÓN MISERICORDIOSO Y COMPASIVO

Porque nuestro Padre Dios es Misericordioso y Compasivo todos nosotros, sus hijos, estamos salvados. Otra cosa es que rechacemos esa salvación y no la queramos. Y lo hacemos cuando damos la espalda a Dios, nuestro Padre, y nos alejamos de Él e incluso le negamos.

Al separarnos de nuestro Padre nuestro corazón se endurece y endurecido le cuesta ser misericordioso y compasivo. Es verdad que nos compadecemos cuando oímos abusos, tragedias, guerras y sufrimientos de mucha gente. Pero, también es verdad que de la misma manera que lo conocemos y vemos en los medios y televisiones, los olvidamos y pasamos a lo nuestro.

¿Se nos ha ocurrido pararnos y rezar por todas esas personas que sufren? ¿Se nos ha ocurrido dolernos y compadecernos y hasta sufrir por todas esas personas que lo pasan mal? Jesús, nuestra Referencia y Modelo, se compadeció de aquella viuda que había perdido todo lo que tenía, su hijo. Lo mismo hizo con la viuda del templo que puso las dos monedas que tenía. Y hace con todos aquellos que abren su corazón y se dan a los que sufren y necesitan consuelo. Porque, precisamente, Él está ahí.

Observemos que la viuda no se da cuenta de que Jesús pasa en ese momento. Quizás ni le conoce. Sin embargo, Jesús si la ve y sabe de su tragedia. Quedarse viuda y sin hijos era algo así como quedarse excluida de la sociedad de aquella época. Y Jesús, que lo sabe, se compadece de aquella viuda. ¿No crees que también se compadece de todos nosotros, sobre todo en el extremo de nuestra necesidad? Quizás esa necesidad no sea tanto material sino espiritual. La cuestión es que no nos damos cuenta como la viuda y a pesar de que Jesús nos llama, nos advierte, quizás de la manera que tú menos lo esperas, no respondemos a su llamada. Tendríamos que estar más atentos porque no se trata de gestos o acciones espectaculares como con aquella viuda de Naín, sino de cosas sencillas que posiblemente no le damos importancia o no queremos ver.

lunes, 18 de septiembre de 2023

UNA FE CONFIADA Y FRATERNA

Aquel centurión daba por descontado que su siervo sería curado si Jesús accedía a su petición. ¿Confiamos así nosotros? Es la pregunta que de inmediato al empezar a leer este pasaje evangélico me surge en lo más profundo de mi corazón: ¿Confío yo de esa manera en el Señor? ¿Es esa la medida de mi fe?

Sucede que acudimos al Señor para que nos solucione nuestros problemas o para que las cosas nos vayan bien. Y ese es el error. Jesús hizo milagros porque, no voy a decir que no le quedaba más remedio, sino para demostrarnos que era Dios y por su amor compasivo y misericordioso. Pero no vino para eso, sino para anunciarnos y revelarnos el Amor Infinito y Misericordioso del Padre.

Y ese Amor nos exige que también nosotros amemos de esa manera. Esa es la cuestión. Jesús no fue apartado de su Pasión por el Padre, y nosotros tampoco seremos apartados de la pasión que nos toca en nuestra particular vida. ¿O queremos ser apartado?

Lo que nos toca es aceptarlo y confiar en que nuestro Padre Dios nos salvará cuando llegue la hora final y su Hijo venga de nuevo a Reinar eternamente. Por tanto, mi fe tiene que ser esa, la de saber que Jesús está conmigo y camina a mi lado. Y, pase lo que pase, si yo trato de amar como Él quiere que lo haga, mi salvación está asegurada. De alguna manera esa es la fe que debemos tener porque nuestro mundo no es éste, sino el que Dios, nuestro Padre nos tiene preparado.

El centurión confiaba que con solo una palabra de Jesús bastaba. Y ahora pasa lo mismo, solo una Palabra de Jesús basta. Y su Palabra ya está dicha: «Quien cree en mí tendrá vida eterna».