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viernes, 22 de septiembre de 2023

EN LA DEBILIDAD ESTÁ LA FORTALEZA QUE VIENE DEL SEÑOR.

Cuando tu fe viene de experimentar tu propia debilidad se fortalece. Mirado de otra forma, la fe nace en aquel que se reconoce pecador, débil y pobre de espíritu. Es entonces cuando levantas tu mirada y te agarras fuertemente al Señor. E incluso entiendes que Jesús se haga débil y sufra su Pasión. Así lo entendieron aquellas mujeres que le seguían y así permanecieron hasta el pie de la cruz.

No cabe duda de que en la debilidad se esconde la fortaleza que viene del Señor. Pablo lo decía claramente – 2 Corintios 12,9 – y la experiencia nos descubre que cuando realmente experimentamos pobreza y debilidad levantamos nuestra mirada hacia el Señor. Es entonces cuando entra en nosotros gratuitamente el don de la fe que nos regala por amor y misericordiosamente nuestro Padre Dios.

Y es, precisamente, cuando nuestra relación con el Señor nace de un encuentro en la necesidad y pobreza cuando estamos más disponibles, abiertos y sedientos de Ti, Señor. Por eso el Señor nos lo ha dicho insistentemente: «No tienen necesidad de médicos los sanos sino los enfermos».

Ahora, la cuestión es descifrar o reflexionar donde nos encontramos nosotros: ¿Nos consideramos enfermos – pecadores – o pensamos que somos suficientes para dirigir y salvar nuestra vida? ¿Creemos en Jesús o pensamos que todo termina con la muerte? ¿O miramos para otro lado mientras la vida nos vaya sonriendo sin preguntarnos nada?

Pensemos que el tiempo no para, y, aunque nos parezca largo se consume rápidamente y se hace tarde. Nunca más acertado pensar en esa tan conocida frase: «El tiempo es oro». Y es que nos jugamos nuestra felicidad eterna cada día.

jueves, 8 de junio de 2017

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Mt 26, 36-42
Hoy celebramos el día donde exaltamos al Señor Jesús como sumo y eterno sacerdote. Para ello, escogemos dos pasajes del Evangelio - Lc 22, 14-20 - la santa cena, o - Mt 26, 36-42 - Getsemaní. Ambos presentan momentos del Señor entregado a la Voluntad del Padre, que no es otra sino dar la Vida por la redención y salvación de todos los hombres. Podemos reflexionar sobre ambos momentos, pero basta darnos cuenta que una es la actitud y la intención del Señor, liberarnos del pecado y, libres, vivir en la Palabra y Voluntad del Padre.

El espíritu es animoso, pero la carne es débil. Son palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Y así es. Nos sentimos fuerte en el espíritu y cuando, unidos, compartimos, pero, experimentamos que en muchos momentos de soledad o en otros ambientes, la carne es tentada y, a pesar de su resistencia y lucha, es atraída irresistiblemente a la tentación y al pecado.

El Señor nos invita y anima a permanecer despiertos y a rezar para no caer en la tentación. Sabe de nuestras debilidades, y también nosotros lo sabemos. Necesitamos estar en contactos, en compartir, en apoyarnos y animarnos mutuamente. En este sentido nuestras reflexiones y comentarios nos sustentan y nos elevan el Espíritu. Quizás quieran aislarnos y separarnos. Saben que somos débiles y que aislados estamos más propensos a caer, a alejarnos y a pensar como otros quieren hacernos pensar. Pero, juntos e injertados en el Señor seremos invencibles.

Jesús pasó por eso y su actitud y fortaleza en el Espíritu Santo fue ejemplar y testimonio para todos nosotros. Estos dos momentos evangélicos marcan nuestro camino y forma de actuar. En el Espíritu Santo, que está con nosotros, somos fuertes y vencemos. Y, aunque experimentamos que nuestra voluntad puede ser otra, la importante y la que debemos seguir es la del Padre. Tal y como nos enseñó Jesús y nos lo demostró dando su propia Vida.