Mt 26, 36-42 |
Hoy celebramos el día donde exaltamos al Señor Jesús como sumo y eterno sacerdote. Para ello, escogemos dos pasajes del Evangelio - Lc 22, 14-20 - la santa cena, o - Mt 26, 36-42 - Getsemaní. Ambos presentan momentos del Señor entregado a la Voluntad del Padre, que no es otra sino dar la Vida por la redención y salvación de todos los hombres. Podemos reflexionar sobre ambos momentos, pero basta darnos cuenta que una es la actitud y la intención del Señor, liberarnos del pecado y, libres, vivir en la Palabra y Voluntad del Padre.
El espíritu es animoso, pero la carne es débil. Son palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Y así es. Nos sentimos fuerte en el espíritu y cuando, unidos, compartimos, pero, experimentamos que en muchos momentos de soledad o en otros ambientes, la carne es tentada y, a pesar de su resistencia y lucha, es atraída irresistiblemente a la tentación y al pecado.
El Señor nos invita y anima a permanecer despiertos y a rezar para no caer en la tentación. Sabe de nuestras debilidades, y también nosotros lo sabemos. Necesitamos estar en contactos, en compartir, en apoyarnos y animarnos mutuamente. En este sentido nuestras reflexiones y comentarios nos sustentan y nos elevan el Espíritu. Quizás quieran aislarnos y separarnos. Saben que somos débiles y que aislados estamos más propensos a caer, a alejarnos y a pensar como otros quieren hacernos pensar. Pero, juntos e injertados en el Señor seremos invencibles.
Jesús pasó por eso y su actitud y fortaleza en el Espíritu Santo fue ejemplar y testimonio para todos nosotros. Estos dos momentos evangélicos marcan nuestro camino y forma de actuar. En el Espíritu Santo, que está con nosotros, somos fuertes y vencemos. Y, aunque experimentamos que nuestra voluntad puede ser otra, la importante y la que debemos seguir es la del Padre. Tal y como nos enseñó Jesús y nos lo demostró dando su propia Vida.
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