(Mc 12,18-27´ |
El problema se esconde en nuestra razón. Queremos entender lo que no se nos ha dado para entender. Nuestra capacidad es limitada y no alcanza comprender el Misterio de Dios y su Poder. Claro, según nuestra razón se origina un problema con eso de la sucesión según la Ley de Moisés. ¿Con quién va a vivir esa mujer casada siete veces? Igual podíamos decir de otras viudas en nuestra misma época.
Unos le daremos una respuesta, y otros, otras. Cada cual tratará de responder según entienda y le parezca. Pero, el resultado es que nadie sabe ni tiene respuesta. Porque las cosas en el otro mundo no responden a los mismos criterios que éste. Son de otra forma y superan nuestra inteligencia. Nos lo dice el mismo Jesús: « ¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos ».
Si Dios ha creado el mundo y al hombre, y todo lo que alcanzan a ver nuestros ojos son obras de Él, ¿qué problema va a tener Dios en hacer otras cosas que, nosotros, ni siquiera podemos imaginar? Igual razonamos sobre otras cosas, y es que nuestro principal pecado es querer saber como Dios y alcanzar comprenderle siendo, como somos, criaturas de Él.
En cuanto al problema de la Resurrección, ocurre un tanto lo mismo. Jesús se los deja muy claro a los saduceos cuando les dice: « ¿No habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error».
Abrámonos a la Palabra de Dios, Palabra que se concreta en Jesús, el Hijo. Él es la Palabra hecha carne que nos revela el Amor, la Misericordia y Salvación del Padre para todos los hombres.
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