viernes, 25 de marzo de 2016

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

(Jn 18,1—19,42)

Hoy no podemos poner otro título que éste: "Pasión de nuestro Señor Jesucristo", porque de eso se trata, de todo lo que padeció y sufrió el Señor por cada uno de nosotros. Y eso tiene un motivo, un objetivo y un compromiso.

El motivo es la Locura de Amor del Padre, que sin pensarlo, envía a su propio Hijo, aún a riesgo de perder su vida, con el objetivo de rescatarnos de la muerte, pagando con su propia Vida al morir en una Muerte de Cruz. Y ese compromiso sostenido hasta la última gota de sangre de nuestra vida sin condiciones y en entera libertad, para que cada uno responda libremente a ese compromiso de amor.

No se entenderá la Pasión del Señor sin ese compromiso de Amor. Porque todo nos es regalado de forma gratuita y sin condiciones, para, libremente, exigirnos la misma respuesta de entregarnos por amor y para amar de la misma forma que nos ama el Padre. Y eso nos lo enseña Jesús, el Hijo, el enviado y Mesías.

Descubrir que Jesús se entrega a una muerte de Cruz por ti, es descubrir que dentro de ti hay una fuente de amor capaz de despertar y amar eternamente. Porque ese es nuestra vocación y destino: "Peregrinar hacia la Casa del Padre, para hacer morada junto a Él en gozo y plenitud eterna.

Encontrar en la Pasión el compromiso y búsqueda del Amor de Jesús a cada uno de nosotros, es comprender que no hay amor más grande que aquel que da la vida por otro. Es la prueba de amor que no admite respuesta, sino que responde correspondiendo, valga la redundancia, con amor. Es encontrar el sentido de tu vida y el camino, la verdad y la vida que, desde que te ha sido regalada tu vida, has buscado incesantemente, aún sin ser consciente en muchos momentos de tu vida.

Porque, sólo Jesús puede darte todo aquello que tú buscas y persigues: "La plena felicidad eterna", porque, precisamente, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

jueves, 24 de marzo de 2016

ALIMENTO Y FUENTE DE AMOR

(Jn 13,1-15)

El episodio de la última cena es inacabable. Se puede estar hablando de él mucho tiempo, y, posiblemente no se acabará nunca. O, al menos, no se agotará sus gloriosas consecuencias que de ella sacamos. Es el momento cumbre de nuestra salvación, porque, alimentados de su Cuerpo y Sangre, podemos llenarnos de su Gracia y ser capaz de amar como Él nos ha amado y enseñado a amar.

Es el momento cumbre donde Jesús nos señala la forma de amar, el lavatorio de los pies. Agacharse, signo de humildad y de servicio, y, postrado y humillado en actitud de total disponibilidad y servicio, Jesús lava los pies a cada uno de sus discípulos. 

No es una simple y puntual representación teatral, singo el resumen de lo que ha sido toda su Vida. Es el colofón evidente y nítido de lo que Él nos ha querido decir a lo largo de esos tres glorioso y maravillosos años que compartió con sus discípulos y proclamó la Buena Noticia de la locura de Amor de su Padre.

El lavatorio de los pies es la evidente prueba de amor que no exige esfuerzo comprensivo, puesto que en su misma acción refleja y descubre el servicio como esencia y sustancia del amor. Amar no es valerse de lo que el otro te pueda dar o satisfacer. Amar es la actitud de disponibilidad al servicio del otro. Es por lo tanto un compromiso de Amor. Ese compromiso que Jesús nos ha enseñado con sus Obras y su Vida hasta llegar al extremo de dar su Vida clavado en una cruz. Cruz que, desde ese momento, se ha convertido en signo de salvación de todo cristiano.

Convertirnos es descubrir que Jesús es el Verdadero y Único Alimento y Fuente de Amor que necesitamos comer para alimentarnos y ser capaces de servir a los demás como Él nos ha servido a cada uno. Convertirnos es descubrir que sin ese Alimento Espíritual no seremos capaces de amar como Él nos invita a amar. Pidamos en este día significativo esa Gracia.

miércoles, 23 de marzo de 2016

LA VERDAD SE ESCONDE EN EL CORAZÓN



Podemos mentir y escondernos. Todos alguna vez en nuestra vida lo hemos hecho. No en vano somos pecadores, y pecador significa eso, haber mentido o escondido algo que hemos hecho mal, y que pensamos que no debíamos haberlo hecho. Pero la mayor mentira sería creernos que podemos escondernos de Dios.

Nuestra verdad está escondida en nuestro corazón. Y eso nadie la puede ver, excepto Dios. A veces ni nosotros mismos, de modo que podemos engañar y aparentar que hacemos una cosa, pero tenemos otra intención y otra cosa que hacer. Sin embargo, en nuestro corazón está escrita la verdad, aunque tratemos de borrarla y poner otra. El corazón nos descubrirá al final y dejará ver nuestra más profunda intención. Nos mostrará tal y como somos.

A Dios no lo podemos engañar, y Él sabrá que se esconde dentro de lo más profundo de nuestro corazón. Alejarnos de su compañía y amor es decidir suicidarnos, porque darle la espalda y quedarnos solos es invitar a Satanás a que ocupe su lugar y, aparentando fantasías y engaños, seducirnos con una felicidad falsa, hueca y vacía que nos llevará a la perdición. La experiencia, nuestra propia experiencia nos lo demuestra.

Cerrar nuestros oídos y nuestro corazón es perder la oportunidad de escucharle y dejarle habitar en lo más profundo de nuestro ser, el corazón, para que nos transforme y nos ilumine fortaleciéndonos en la fe. Prestarle atención y aceptar su invitación Pascual a la Santa Cena, el Pan Eucarístico, que lo tenemos en la celebración Eucarística de cada día o semanal, es la gran oportunidad que no debemos desaprovechar ni tampoco perder. 

Creernos capaces de esconder nuestra intención y dirigir nuestro camino según nos interese es el error y el mayor disparate que podamos cometer en nuestra vida. La Omnisciencia de Dios nos desnuda y descubre nuestra mentira. Seríamos tan tontos y ciegos hasta el punto de tirar el gran tesoro de nuestra vida y salvación por unas monedas. Porque eso fue lo que hizo Judas, vender su vida por un tesoro caduco que se consume.

Pidamos al Señor la sabiduría de saber estar presto a seguirle y permanecer a su lado; a escucharle y estar vigilantes a sus señales e indicaciones, y a no escondernos inutilmente a su mirada Omnisciente, que nos ve en todas partes y sabe lo que vive en nuestro corazón.

martes, 22 de marzo de 2016

TODOS TENEMOS ALGO DE PEDRO

(Jn 13,21-33.36-38)

Cuando digo que todos tenemos algo de Pedro, me refiero a que todos nos creemos lo suficientemente preparados, fuertes y seguros de que podemos seguir al Señor por nuestros propios medios. Nos vemos capaces de vencer todas las dificultades que se nos presenten en el camino y, como Pedro, no sólo le negamos tres veces, sino muchas más. Nuestra debilidad y limitaciones nos descubren como pecadores e incapaces de seguir al Señor por nosotros mismos.

Conocemos el relato de lo que ocurrió aquella noche: En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche. 

Posiblemente Judas perdió la confianza en Jesús y no creyó en su Palabra. Quizás pensaba que con el amor que Jesús proponía y su debilidad aparente no se podía instaurar el Reino que él pensaba. Perdió toda esperanza y le dejó el terreno de su alma libre a Satanás. Y, en sus manos, actuó rechazando y condenando al Señor.

No creamos que estamos muy lejos de esa actitud de Judas, porque también nosotros rechazamos la propuesta de Jesús por parecernos débil y pobre. Sin poder, pensamos, estamos perdidos, y, apartando a Jesús de nuestro corazón emprendemos el nuestro propio. Como Pedro, pensamos que nos bastamos para seguir a Jesús y hasta hacer la guerra por cuenta propia. Posiblemente, será otra forma de entrar Satanás en nosotros y desviarnos del camino del Señor.

Tengamos los ojos muy abiertos, y el corazón dispuesto en Manos del Espíritu Santo, para que unidos al Señor no perdamos su camino y esperanza de resurrección.

lunes, 21 de marzo de 2016

SE LES VENÍA EL TINGLADO ABAJO

(Jn 12,1-11)


Estaban decidido a quitar a Jesús del medio y todo lo que pudiese recordarle y servir de testimonio. La Resurrección de Lázaro también les molestaba. Unos días antes de la celebración de la Pascua, estando Jesús en casa de Lázaro, al que había resucitado, se congregó mucha gente allí para ver a Jesús, pero también porque querían ver a Lázaro, el resucitado por Jesús.

Y, claro, todo esto molestaba a los sumos sacerdote que advertían como muchos judíos se les iban y creían en Jesús. Nos cuesta mucho dar el brazo a torcer y abandonarnos en las Manos del Señor. Incluso viendo sus obras nos resistimos a creer en el Señor. Queremos imponer nuestros criterios y nuestra fe, y también nuestro dios, el que nosotros mismos hemos creado.

Todo esto nos descubre la necesidad de la Gracia de Dios, porque es Ella la que nos transforma y nos convierte nuestro corazón apegado a las cosas terrenas y caducas. Un corazón endurecido que necesita la Gracia de Dios para ser transformado en un corazón tierno, generoso y misericordioso. Un corazón capaz de guardar silencio antes las acciones bien intencionadas de los demás y sumarse a las buenas intenciones que otros propones.

Judas, que presenciaba como Marta perfumaba los pies de Jesús con un perfume caro, dijo: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?». Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis».

Nuestras protestas, muchas veces, no se corresponden con una buen intención, sino que la hacemos pensando en nuestro propio interés, por envidia u otras razones mal intencionadas. A veces ni sabemos por qué las hacemos. Algo superior a nuestras fuerzas nos impide callarnos o aceptarlo, y sumarnos positivamente, pues lo importante es la intención que sale del corazón, aunque la obra no sea lo suficientemente buena o no salga bien.

Pidamos al Señor estar siempre vigilante y dispuestos a serenarnos, para estar en disposición de discernir lo bueno de lo malo asitidos por el Espíritu Santo.

domingo, 20 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS

(Lc 22,14—23,56)

Todo se entendió mal. Ya desde el principio los mismos apóstoles no entendían de qué Reino hablaba Jesús, y todo se vino abajo cuando los sumos sacerdotes y fariseos decidieron quitarlo del medio. Jesús estorbaba y con sus blasfemias amenazaba destruir el poder religioso que ellos ostentaban. La Pasión del Señor, desde mucho tiempo profetizada, estaba a punto de comenzar.

Todo empezó con algarabía y entusiasmo, pero tras las aclamaciones y cánticos, la soberbia y egoísmo prepotente de los sumos sacerdotes y fariseos decidieron prender a Jesús y juzgarlo acusándolo de blasfemo al proclamarse como Dios. No tenían razones, pero decidieron justificarlo de la manera que sea, con la mentira y el poder.

Hoy, en nuestras vidas ocurre un tanto igual. Justificamos muchas actitudes con mentiras, demagogia y falsas verdades para alcanzar nuestros objetivos. Sin ir más lejos, en mi país ocurre algo de eso ahora. Mientras la nación sufre, se desgarra y amenaza anarquía, los líderes políticos se disputan el trono de la presidencia sin otro interés que el suyo propio.

Con Jesús, aquellos fariseos buscaron la forma de mentir que nadie entendió, ni siquiera Pilato, que tratando de quitarse la responsabilidad de encima, lo desviaba a la de los sumos sacerdotes y fariseos. Nadie veía ni encontraba culpa en Jesús. Al descubierto estaba lo que había sido su Vida: Pasó haciendo el bien a todos y proclamando la Verdad. Pero, al parecer, había que matarlo, porque se autoproclamaba Dios y aquellos sacerdotes y fariseos ya se habían fabricado su propio dios.

¿Quién era este Jesús que ahora se proclamaba el Dios de ellos y de su pueblo? Un judio, hijo de José y de María, sencillos aldeanos de Nazaret, pero, ¿qué es esto? Ni siquiera sus Obras y su Vida bastaban para dar crédito a su Palabra. Por eso, al final de todo, esas Palabras de Jesús reúnen la única y verdadera verdad: "«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»

sábado, 19 de marzo de 2016

JOSÉ, AL SERVICIO DE LA VOLUNTAD DE DIOS

(Mt 1,16.18-21.24a


A simple vista parece una história hermosa y una história más de tantas que hay. José, advierte, antes de vivir junto a María, el estado de buena esperanza que ella presenta, y no entiende nada. Experimentar esa situación no sería nada agradable ni fácil, pues a la perplejidad de no entender nada, se suma la dificultad de trescientos sesenta grados a tu vida.

Entre su voluntad y la Voluntad de Dios se interpone el miedo, la incomprensión, la duda y la desconfianza. Necesita depositar su confianza y fe en ese aparente proyecto que Dios parece haber pensado de esa forma y para el cual le ha elegido a él. José se retira por unos días para reflexionar y abandonarse en silencio, y sin señalar a María, a la que respeta y no quiere hacerle daño.

Es una experiencia dura, difícil de vivenciar y aceptar, pero lo asombroso y grande de José es que abre su corazón a la Voluntad de Dios, y se pone en Manos del Espíritu Santo. José es el elegido, junto a María, para iniciar el proyecto de redención y salvación de Dios. Y, desde ellos, se entienden las bienaventuranzas, porque, ambos, son los bienaventurados de Dios.

La pobreza, la paciencia, la humildad, la disponibilidad, el hambre e incertidumbre de respuesta, la pureza, los sufrimientos, la misericordia del uno con el otro,, las buenas intenciones de sus corazones... etc. Son perseguidos y buscados con malas intenciones y con amenazas de muerte. En ellos se contiene todo el Espíritu condensado por Jesús, el Hijo, más tarde en el sermón de la montaña.

José y María son los padres de Jesús, y los prototipos de caminos que onos ayudan a entender el Plan de Dios para nuestra salvación. Pidamos a San José su protección, tal y como él lo hizo con Jesús y María.