viernes, 7 de mayo de 2021

SOLO UN MANDAMIENTO

 

No se puede ser más simple y sencillo, toda la Ley y los Profetas contenida en un solo mandato: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Esa es la propuesta: Amarse unos a otros al estilo de Jesús. Algo que, no solo parece, sino que, precisamente, lo es. ¡Imposible para nosotros amar como Ama Jesús!

No obstante, Jesús, nuestro Señor y Maestro, sería injusto - y no lo es - si nos mandase algo imposible. Conoce - a cada uno - nuestras fuerzas y capacidades y hasta donde podemos llegar. Luego, si nos manda a amar como el mismo nos ha amado - durante su tiempo en la tierra -  y nos sigue amando, es porque sabe que podemos hacerlo. Claro, contando con Él, y Él está dispuesto y abierto a nuestra disponibilidad y llamada.

La cuestión es permanecer en Él, porque, permaneciendo en Él podemos amar como Ama Él. Se trata, pues, de abrirnos a su Amor y dejarnos invadir, de y por su Amor, para, tal y como dice Pablo: "No soy yo quien vive, sino es Cristo que vive en mí" - Ga 2, 20 - amar a su estilo. Confiemos en el Señor y seamos perseverantes. Si él nos lo ha mandado es porque sabe que, injertados en Él, podemos llegar a imitarle. Ahora, se trata de ir dando esos pasos abandonándonos en sus Manos.

jueves, 6 de mayo de 2021

PERMANECER EN EL SEÑOR

 

No puedes seguir a alguien de lejos y a distancia, pues terminarás por perder sus huellas. Dicen que la distancia es el olvido - así lo canta la gente - y no les falta razón. Distanciados de Jesús, el mundo nos engulle ya que nuestra naturaleza, herida por el pecado, está sometida y esclavizada a las seducciones del mundo.

Es, por tanto, obvio y necesario permanecer en el Señor si queremos defendernos y resistir las acometidas de las seducciones de este mundo. Porque, estando al lado y con Jesús - injertado en Él - el príncipe del mundo está vencido. De ahí, lo vital e importante es permanecer, tal y como nos invita Jesús: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado». 

La cuestión es sencilla, guardar sus mandamientos, pero, no por eso es fácil. Para y por eso hemos recibido al Espíritu Santo en la hora de nuestro bautismo. Él nos acompaña en el camino duro y difícil, nos asiste y nos auxilia siempre contando con nuestro permiso libre y voluntario. Ahí está nuestro reto.

miércoles, 5 de mayo de 2021

EN LOS MOMENTOS DE LA PODA

 

Se supone que si la poda la hacemos nosotros mismos no podamos, valga la redundancia, lo que realmente conviene podar en nuestras vidas. De la misma manera que somos unos malos jueces de nosotros mismos, también podaremos de nuestra vida aquello que quizás sea lo que menos conviene podar. Somos débiles y nunca haremos un fiel análisis de lo que realmente nos conviene podar. 

Lo mismo sucede, podemos decir, de la confesión. De ahí que sea imprescindible confesar con un sacerdote y no, como algunos quieren justificarse, alegando que basta con confesarse ellos directamente con Dios. Se supone que nos ocurriría lo mismo que en la poda. Siempre veríamos la realidad desde nuestra perspectiva más fácil y cómoda. Necesitamos que otros - sacerdotes -  nos aconsejen y nos orienten, asistidos por la Gracia de Dios.

Nuestra naturaleza es débil y frágil, y siempre se verá condicionada por nuestras pasiones, sentimientos, perezas, envidias, venganzas, odios y muchas más cosas. Nuestras fuerzas se debilitan a la hora de nuestra propia poda, de todo aquello que conviene desprendernos - podarlo - de lo que nos sobra y no nos es necesario. Solos, nuestras raíces quedarán debilitadas y terminarán por secarse y no dar frutos.

Necesitamos permanecer en el Señor y, necesariamente, dejarnos podar por Él. Porque, para dar frutos, que no éxito, es necesario sembrar y cultivar nuestra vida desde permanecer injertado en Xto. Jesús. Sólo Él sabe que es lo que nos conviene realmente podar y lo que es necesario. Él nos conoce, es nuestro Creador y sabe qué clase de frutos podemos dar. Frutos que nacen de nuestro compartir y disponibilidad para amar y darnos. Frutos que en muchas circunstancias tienen un sabor amargo, agrio, doloroso, o alegre y dulce.

Frutos que son el resultado de hundir nuestras raíces en la tierra de nuestro corazón para que, muriendo a nuestro propio yo - egoísmo - demos nacimiento a esos verdaderos frutos de amor.

martes, 4 de mayo de 2021

PAZ INTERNA Y EXTERNA

 

La paz no consiste en que haya o no violencia. Es verdad que la no violencia ayuda a que haya paz, pero el proceso de paz está relacionado de manera directa con el corazón de las personas. De modo que, habiendo un clima de paz, respecto a la convivencia y a la tranquilidad pacífica en el ambiente, una persona puede estar atormentada y en violencia interior. En resumen, la paz es algo muy singular, interno y externo, que se relaciona con cada persona en particular.

Por tanto, la violencia, como la paz, es algo más personal y se origina desde lo más profundo del corazón. De modo que cualquier persona, a pesar de estar situada en un oasis y remanso de paz, puede estar violentada interiormente y externamente. Por eso, la Paz que nos propone Jesús, el Señor,  es una Paz que afecta tanto al interior como al exterior. Nace en lo más profundo de nuestro corazón y nos viene dada y gratuitamente desde arriba. Nace en y desde nuestra plena presencia en Jesús.

Y lo experimentamos cuando estamos con el Señor, precisamente en el Sacramento de la reconciliación. Sentimos y notamos como nos invade la paz interiormente y como se derrumban las barreras de la venganza y odio respecto a los demás. Él es, precisamente, la verdadera Paz. Él actúa y hace la Voluntad del Padre, nos lo dice claramente en el Evangelio de hoy: Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

lunes, 3 de mayo de 2021

UN CAMINO INAGOTABLE

 

En la vida no paramos de caminar y, malo sería parar, eso significaría retroceder y si retrocedes tu vida pierde todo sentido y se precipita al abismo y la perdición. La vida es vida en cuanto es camino y camino, como dice la poesía, se hace al andar. Pero, no un camino cualquiera, pues, son muchos los que conducen al precipicio. Solo uno lleva a la felicidad que todo hombre busca.

Jesús, en el Evangelio de hoy, conociendo lo que hay dentro de nuestro corazón, se nos revela como el verdadero Camino que todos buscamos, aunque muchos lo ignoremos o no lo sepamos ni queramos saberlo. Pero, también, nos dice que Él es la Verdad, esa Verdad que a todos gusta y goza saber y tener, y que todos también, aunque inconscientemente, buscamos.

Porque, vivir sin verdad es vivir con un corazón enfermo, con remordimiento y sin libertad. La Verdad es la que nos hace libre. Sin libertad no hay vida ya que una vida encorsetada, esclavizada y sometida es una vida sin sentido, empobrecida, enferma y sin sentido. Por eso, Jesús nos dice hoy con toda claridad que Él es el verdadero Camino, la única Verdad y esa Vida que todos buscamos y ansiamos encontrar.

domingo, 2 de mayo de 2021

LA VID Y EL SARMIENTO

 

Somos sarmientos y sin permanecer unidos a la vid nuestra vida quedaría estéril y sin posibilidad de dar frutos. Pero, no se trata de una vida cualquiera, sino de la única Vid que da esa Vida Eterna que todos buscamos. Una Vida de la que sus frutos son, no solamente frutos sino verdaderos frutos de amor. Pero, ¿quién es esa Vid capaz de hacernos dar esos hermosos frutos de amor? Sin lugar a duda, hablamos de Jesús de Nazaret.

El mismo nos lo dice en el Evangelio de hoy: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos». 

Fuera de Jesús nada tiene tiene sentido y todo se pierde. La vida no tiene ningún sentido, pues, al final a todo le llega su tiempo y su hora. Vivir desconectado de Jesús es vivir desenchufado de la Vida de Gracia y, en consecuencia, nuestra capacidad  de dar frutos es finita y limitada y nuestros frutos, por tanto, también finitos y caducos. Frutos temporales que no cuentan para el gozo y la plenitud eterna.

Jesús lo ha dicho dejándolo muy claro, sin Él nada podemos hacer, de modo que, solo injertado en Él nuestros frutos son verdaderos frutos de amor. Por tanto, acerquémonos al Señor e injertémonos en Él para que nuestros frutos sean verdaderos frutos de amor.

sábado, 1 de mayo de 2021

JESÚS, REFLEJO DEL PADRE

 

A Dios nadie lo ha visto, pero, en Jesús y conociéndole a Él podemos imaginar y conocer al Padre, porque, precisamente, el Padre y Jesús son uno. Por tanto, Jesús es la clave para conocer al Padre. Jesús, encarnado en naturaleza humana - hecho hombre - ha bajado a este mundo y ha convivido con los apóstoles y demás discípulos durante tres años de vida pública. Pero, lo más importante es que nos ha dejado su Palabra recogida en las Escrituras y que la Iglesia nos ha transmitido a través de los siglos.

De modo que, conociéndole en y por su Palabra, conocemos a Jesús y también sus obras. Y ese conocimiento nos da también el conocer al Padre. Y no son deducciones que nos imaginamos nosotros, sino la misma Palabra de Jesús que nos lo dice: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: « ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.

Es, por tanto, deducir lo que acabamos de expresar. El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre.  Los apóstoles han visto al Señor. Se lo dejó muy claro, Jesús, a Tomás, y, nosotros, conocemos a Jesús a través de lo que nos dicen los apóstoles de Él en los Hechos. Jesús, nos dice, habla según la Voluntad del Padre. No ha venido por cuenta propia, sino enviado por el Padre y para hacer la Voluntad del Padre.

Ahora, ¿cuál es nuestro problema? Posiblemente, el mismo que Tomás. Teniendo su Palabra y el testimonio de la Iglesia, los apóstoles y sus obras, tampoco nosotros conocemos al Padre. Porque, Jesús está en el Padre, y el Padre en Jesús. Luego, si no conocemos al Padre, es síntoma de que tampoco conocemos a Jesús.

¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.» Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.