miércoles, 15 de enero de 2014

NO VEMOS SINO LA MATERIA

(Mc 1,29-39)


Supongo y pienso que es una limitación, debilidad o imperfección que todos tenemos  y que no nos deja ver sino lo material, en este caso, la salud de nuestro cuerpo. Todos buscan a Jesús para que les dé salud. No lo buscan porque han visto en Él el Mesías salvador, sino para que les arregle sus dolencias materiales.

Y en ese sentido corren y se sienten atraídos por Jesús, pero no le entienden. No cabe duda que los judíos esperaban un Mesías poderoso, guerrero y líder del pueblo para alcanzar la libertad e independencia del pueblo romano. No se imaginaban un Reino de paz, de justicia y menos de amor. No entendía el por qué y cómo actuaba Jesús, sólo sus intereses físicos y materiales.

Jesús se aleja y se retira a orar. Necesita estar en contacto constante con el Padre. Ha venido a cumplir su Voluntad y decide marcharse para recorrer otros lugares, otras aldeas que también necesitan oírles y ver sus milagros. Milagros que sólo persiguen que se fijen en el poder de Dios y en la salvación, por el amor, que Él proclama, y que nos cuesta mucho más ver.

Abre Señor nuestro ojos y haznos entender que el camino ahora es de lucha y aceptación para que al entregar nuestro cuerpo, en nuestra hora, seamos purificados y acogidos en el Reino del Padre por su gran Misericordia.

Nuestra salvación depende de un mayor o menor recorrido en el que vivamos el amor que Jesús nos revela como enviado del Padre.

martes, 14 de enero de 2014

SUS PALABRAS TIENEN CONVICCIÓN


(Mc 1,21-28)

Jesús impacta y sus palabras convencen porque habla con autoridad. Hay algo extraño que no ocurre con otros, y menos con los escribas. Las Palabras de Jesús tienen fuerza y le obedecen hasta los espíritus inmundos. Su seguridad y su poder de convicción asombran.

Todo es novedoso porque se transmite una doctrina de amor, de misericordia y de liberación. Aquel poseído queda liberado y eso da firmeza a la autoridad con que Jesús proclama el Evangelio. Es su Persona y su forma de impartir su enseñanza la que deja perplejo y admirados a sus oyentes. No impresiona lo que dice sino la forma como lo dice, dejando ver una autoridad y seguridad alucinante.

Es Jesús, el Hijo de Dios Vivo, que deja el sello de su Divinidad y Poder al liberar aquel poseído del demonio y  a asombrar a todos aquellos que le escuchan. Su fama se extendía de forma rápida por toda aquella región de Galilea.

¿Nos impresionamos nosotros también ante las Palabras de Jesús? ¿O nos resultan indiferentes y rutinarias sus Palabras al leerlas en el Evangelio?

Según ocurra lo uno o lo otro estaremos respondiendo a nuestra fe y a nuestro compromiso de Bautismo.
 


lunes, 13 de enero de 2014

CONVERTIRSE ES DESCUBRIRLE


(Mc 1,14-20)

Uno no cambia de rumbo a menos que descubra que, por alguna razón, debe cambiarlo. Seguir a Jesús y dejar todo lo que tú seguías, supone un cambio radical en tu vida, y eso debe apoyarse en alguna razón. Una razón de peso que te proponga dejarlo todo por Él.

Convertirse es acoger el don de la fe, pedirla y disponer tu corazón a ella para vivirla en la caridad abierta a los demás; convertirse es, no seguir una filosofía, normas o practicas piadosas, sino creer en Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, que camina a tu lado y en Él alcanzas la plenitud de vivir eternamente y en pleno gozo.

Convertirse es experimentar que no eres tú quien vives y obras, sino el mismo Xto. Jesús que mora dentro de ti y te mueve a realizarte en el amor a los demás. Convertirte es tener al Señor como guía y camino en todos los acontecimientos de tu vida; familia, trabajo, diversiones, amigos... Convertirse es poner a nuestro Señor Jesús como primera prioridad de tu vida, entregándole tu vida, tu corazón, tu alma y todas tus fuerzas.

Convertirse es, desde que te levantas hasta que te acuesta, hacer del Señor tu estandarte, tu comida, tu alimento y tu vivir.

Convertirse es descubrir que sin Jesús no podrás conseguir el Amor del Padre. Y a Jesús se le conoce, se le alcanza y se llega a Él por la Eucaristía, por la Penitencia y por la oración.

domingo, 12 de enero de 2014

TÚ NOS DAS LA DIGNIDAD


(Mt 3,13-17)

Señor, te abajas incluso cuando te bautizas. Te pones en cola, aguardas pacientemente tu turno, y le impides a Juan, descubierta tu Divinidad por el Espíritu Santo, que te de honores y alabanzas. Tu Padre Dios queda gratamente complacido y se complace en su Hijo a quien señala como Mesías y Salvador en el Espíritu Santo.

Tú, Señor, santificas las aguas y les das poder para que nosotros en ellas seamos santificados. De tal manera que, cuando somos bautizados empezamos a ser verdaderos hijos de Dios, y por lo tanto, con la dignidad que nos confiere el ser hijo de Dios y hermanos de todos los hombres.

El Señor se Bautiza, no porque necesite justificarse ni limpiarse de nada. El Señor se Bautiza para santificar ese Bautismo de agua y Espíritu, por el que nosotros seremos adoptados y coherederos con Él de la Gloria de Dios Padre.

No se puede dar más, porque ya no hay más: Hemos recibido la vida y vida feliz y eterna, que nos parece imposible que sea una realidad hasta el punto de dudar y rechazarla.

Señor, ilumínanos y danos la claridad que nos haga dócil a tu Palabra y fieles a tu Amor, para perseverar en una diaria conversión por nuestro compromiso de Bautismo.

sábado, 11 de enero de 2014

LA LEPRA CONTAGIA

(Lc 5,12-16)

Aparentemente hay mucha gente sana. Yo, aunque tengo en estos momentos un ligero resfriado, al menos eso creo, me considero sano. Y todos procedemos de esa manera. Visitamos los hospitales para ver a los enfermos porque nosotros, de momento, no necesitamos médicos.

Nuestros ojos no ven más allá de la realidad que tenemos delante, porque hay muchas enfermedades que se ocultan a ellos. Sin duda que la lepra se ve, pero hay muchas otras clases de lepras que nos son escondidas y permanecen ocultas sin, incluso, descubrir su existencia.

No voy a enumerarlas, porque cada uno debe buscarlas, pero sí reflexionar que mientras no me descubra enfermo, limitado, apegado a muchas cosas que me impiden ser y actúa en libertad, no puedo ni sanarme ni ayudar a otro a que vea la luz de la salvación. Porque sólo cuando me sienta enfermo, como yo ahora, buscaré la medicina que me sane mis dolencias.

Me puedo curar del resfriado, pero volverá de nuevo. No sé qué lugar ocupa éste en mi vida, pero ya son bastantes los padecidos. Y me salvaré de esta clase de lepra, pero volverá otra hasta que me llegue mi hora. Por lo tanto, lo importante y necesario es buscar una medicina que me cure para siempre. ¿La hay?

Yo sí creo que la hay, eres Tú, mi Señor Jesús, que te has hecho Hombre y has venido para salvarnos, no de una lepra o simple resfriado, sino de la lepra de la muerte.

Dame Señor la luz de hacer de mi vida una eterna oración de alabanza y súplica por tu Gracia.

viernes, 10 de enero de 2014

POR LA FUERZA DEL ESPÍRITU

(Lc 4,14-22)


Lo primero que me llama la atención es: "En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu", y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos. 

Esto me dice que Jesús se dejaba guiar por el Espíritu Santo. Creo que en nosotros no sucede eso, y también creo que por eso no evangelizamos ni damos testimonio, menos entonces adquirimos fama, por lo menos entre los nuestros. Y al no estar guiados por el Espíritu, el demonio nos tienta e intenta dirigirnos mejor.

La historia de los santos está marcada por dejarse guiar por los impulsos del Espíritu, y así hacen lo que el Espíritu les va marcando, es decir, la Voluntad de Dios. Nunca seremos santos hasta que hagamos el esfuerzo de dejarnos guiar por el Espíritu Santo. ¿Recetas? Ningunas y menos yo que no sé nada. Sólo una cosa:  "pedírselo." Porque cada uno tendrá algo concreto que hacer, y eso se lo indicará el Espíritu. De eso si que estoy seguro.

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». 

Jesús también nos lo ha prometido a nosotros. Abramos nuestro corazón a su acción.


jueves, 9 de enero de 2014

JESÚS SOBRE EL AGUA

(Mc 6,45-52)


Hoy el Evangelio nos presenta a Jesús con prisas, prisa porque deseaba buscar un espacio para hablar con el Padre, un espacio de oración. Primero se ocupa de despedir a la gente, pero manda a los apóstoles a Betsaida, y cuando termina se retira a orar.

Y es que hay que buscar tiempo para dedicarlo a la oración. Y muchas veces tendremos que despedirnos o despedir a otros para encontrar el espacio necesario para estar a solas con el Padre Dios. Es cuestión de saber cuándo una cosa y cuando la otra; es cuestión de discernir cuando lo uno se antepone a lo otro. Por eso necesitamos ponernos en Manos del Espíritu Santo.

Sin embargo, el criterio que podemos deducir de este pasaje de Jesús es la importancia de la oración, y la necesidad que tenemos de buscar espacios, en este mundo nuestro tan agitado y rápido, para estar con el Señor. Pero un deseo ansiado, querido, deseado, causado por el descubrimiento que sólo en Él puedo encontrar sentido y gozo a esta vida. Sólo así puede sostenerse nuestra oración y no quedarse en un mero cumplimiento.

Meter, en nuestra vida práctica y laboral, los propósitos de la oración, y la oración como consecuencia de las implicaciones y dificultades de nuestra vida. Un binomio que nos llevará a estar plenamente en contacto con el Señor.