(Lc 4,14-22) |
Lo primero que me llama la atención es: "En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu", y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.
Esto me dice que Jesús se dejaba guiar por el Espíritu Santo. Creo que en nosotros no sucede eso, y también creo que por eso no evangelizamos ni damos testimonio, menos entonces adquirimos fama, por lo menos entre los nuestros. Y al no estar guiados por el Espíritu, el demonio nos tienta e intenta dirigirnos mejor.
La historia de los santos está marcada por dejarse guiar por los impulsos del Espíritu, y así hacen lo que el Espíritu les va marcando, es decir, la Voluntad de Dios. Nunca seremos santos hasta que hagamos el esfuerzo de dejarnos guiar por el Espíritu Santo. ¿Recetas? Ningunas y menos yo que no sé nada. Sólo una cosa: "pedírselo." Porque cada uno tendrá algo concreto que hacer, y eso se lo indicará el Espíritu. De eso si que estoy seguro.
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a
los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a
los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
Jesús también nos lo ha prometido a nosotros. Abramos nuestro corazón a su acción.
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