viernes, 14 de noviembre de 2014

¿QUÉ ES LO IMPORTANTE?

san Lucas 17, 26-37

Supongo que todos estaremos de acuerdo que lo importante no es sólo llegar, sino saber a qué sitio debemos e importa llegar. Porque de nada nos vale gastar nuestra gasolina en un viaje estéril. Sería algo así como hacer el bobo. Tanto esfuerzo para nada.

Esos son nuestros criterios, y creo que acertados. Importa poco el tiempo o el lugar, lo que importa es que el tiempo sea bien aprovechado y el lugar el adecuado. Es decir, el lugar al que estamos llamados para gozar de vida eterna. Experimentamos que dentro de nosotros está la salvación, porque es lo que sentimos y lo que todos buscamos. Quizás la confusión es que no sabemos donde buscar, a dónde dirigirnos y de quien fiarnos o dejarnos aconsejar.

«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste. «Aquel Día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.

Más claro el agua. Lo importante es la otra vida, y ésta nos sirve para, aunque todo es Gracia y Misericordia de Dios, "hacer méritos, entre comillas" para ganar la otra, la eterna, renunciando a nuestras comodidades y apegos egoístas por el bien y servicio de los demás.

Pidamos al Señor esa Gracia para que, fortalecidos en la oración y la Eucaristía, entregarnos dócilmente a la lucha por el bien común. Amén.

jueves, 13 de noviembre de 2014

DENTRO DE MI CORAZÓN

san Lucas 17, 20-25


El mayor peligro es la confusión. Pensamos que dejar gobernarnos por el Espíritu Santo es ponernos en Manos de Alguien que nos va a manejar a su antojo y quitarnos nuestra libertad. He oído a muchos, sobre todo jóvenes, decir que la religión, es decir, Dios, quita la libertad. Y a decir verdad, si no se tienen las ideas claras, aparentemente resulta así.

Habría que empezar por aclarar la idea y el concepto de libertad. Porque libertad no es dar riendas sueltas a nuestros caprichos, egos y apegos, sino todo lo contrario. Libertad es responsabilidad y buscar el bien de todo aquello que me rodea. Desde el medio ambiente hasta la persona más insignificante, dependiente e indefensa. Eso es ser libre, porque eso es lo que todo ser humano quiere ser y hacer.

Ahora, pronto el ser humano toma conciencia que está tocado, y su humanidad es débil e inclinada a no hacer lo que quiere hacer. Es decir, le cuesta ser libre para vivir tal y como siente en lo más profundo de su ser. Experimenta que dentro de su corazón nace la envidia, el egoísmo, la ambición, la vanidad, los deseos impuros, poder, riquezas...etc. Se experimenta pecador e incapaz de ser libre, es decir, esclavizado.

Y ahí entra su búsqueda de libertad, su levantar la mirada para encontrar la fuerza que le ayude a ser libre. Y cuando busca esa verdad que experimenta y siente en lo más profundo de su ser, se encuentra con Dios. Un Dios que le habla de amor, de justicia, de paz y de libertad. Un Dios que llega hasta el extremo de enviar a su Hijo, Jesús, para ayudarle a encontrarse consigo mismo y escapar a la esclavitud del pecado.

Un Dios que se ha hecho presente entre nosotros y que responde a los interrogantes que planteamos nosotros. Y que Vive entre nosotros, y que nos habla de que el Reino de Dios está, vive y permanece en nosotros si somos capaces de dejarnos manejar por el Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo. 

Entonces advertimos que en la medida que cada uno de nosotros deje hablar y actuar al Espíritu Santo desde su corazón, el Reino de Dios se va haciendo visible en el mundo.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

DE NUEVO UN SAMARITANO

Lucas 17, 11-19


Es curioso, pero aparece un enfermo agradecido y resulta que es de nuevo un samaritano. Un samaritano que responde con compasión y generosidad a las heridas de aquel judío asaltado por el camino, y un samaritano que viéndose curado regresa agradecido a postrarse a los pies de Jesús y darle gracias. Cumplen al pie de la letra el refrán de que es agradecido el extranjero más que los propios paisanos de Jesús.

Es una llamada de atención a todos los que estando dentro de la Iglesia y sintiéndonos cerca de Jesús, igual nos sentimos con derecho a que el Señor nos atienda, nos escuche, y hasta nos sirva. Ayer reflexionábamos sobre lo agradecido que tiene que estar el siervo por cumplir con su deber, y hoy lo hacemos con el samaritano, agradecido ante los otros nueve de la tierra que, al parecer, al menos no parece que se acordaran de nada, se sentían con derecho a ser curados.

El mensaje es claro y nos advierte del peligro de nuestros criterios. ¡Dios mío!, todo es tuyo y hasta nuestra vida te pertenece. Dame la sabiduría y la voluntad, como esos samaritanos, para responder con mi vida a tu generosidad, amor y misericordia sin pedirte nada, porque sólo con tu Amor estoy pagado. Que sea tu Amor, Señor, quien me impulse, porque yo no puedo, a sonreír al que se acerca a mí.

Ilumina mi vida para que sea luz que abra puertas, dedique saludos, reparta generosidad, conviva en paz, escuche, comparta, comprenda, sirva, atienda y ame, para que tu Gracia, esa Gracia que Tú me das, Dios mío, sea el motor de amor que impulsa mi vida. 

Que nunca olvide de quién me ha venido la salvación y quién me la ha dado gratuitamente y amorosamente. Amén.

martes, 11 de noviembre de 2014

NUESTROS CRITERIOS SOBRE LOS PREMIOS

Lucas 17, 7-10

Sabemos que cuando alguien ha recibido un premio es porque lo ha ganado por méritos, o, compitiendo con otros, ha sido el mejor. El criterio humano es recibir lo que merezco, y detrás de nuestros actos hay siempre una espera de ser reconocido y recompensado.

Hoy Jesús nos desmiente toda nuestra forma de pensar: ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?" ¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?" ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? (Lucas 17, 7-10).

Sin embargo, es curioso que cuando se trata de otro nuestra actitud es la de exigir lo que se le ha mandado, para eso ha sido pagado. Muchas veces damos propina a los camareros por servirnos, pero no falta quien piensa que no hay que hacerlo, pues simplemente han cumplido con su deber y su trabajo. Otra cosa sería que, por tu generosidad y en prueba a su esmero y dedicación, le añadieras algo voluntariamente.
Todo lo que tenemos lo hemos recibido de nuestro Padre Dios. Tendríamos que agradecerles nosotros la oportunidad de la vida y la de poder vivirla con trabajo y salud. Es más, nunca podríamos merecer nada ni pagarle tantos dones recibidos. ¿Cómo vamos a atrevernos pedirle por méritos algún derecho? ¿Acaso nos merecemos algo por rezar, por cumplir con su Mandato? ¿No somos nosotros los primeros beneficiados que el mundo esté regido por el amor?

Tantos sufrimientos, enfermedades, sacrificios, guerras, explotaciones, violaciones, crímenes, abortos, muertes y...etc. son consecuencias de hacer lo que el hombre quiere y no lo que Dios manda. Hacerlo sería ya un premio, porque el mundo sería de otra forma.

Gracias Señor por amarnos tanto hasta el punto de perdonar todos nuestros pecados y recibirnos, por tu Misericordia en tu Casa para darnos gozo y felicidad de vida eterna. Amén.

lunes, 10 de noviembre de 2014

ESCÁNDALO Y SUS CONSECUENCIAS

(Lc 17,1-6)
 
Escandalizar trae consecuencias graves, porque inicia e inclina a otros a hacer lo mismo. Pero también confunde, incita la ambición, inicia a la mentira, a triunfar injustamente, a ambicionar...etc. El escándalo destruye y siembra el mal en otros. Por eso Jesús le dedica estas duras palabras: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.

Advierto, y me sorprende, pues hasta hoy no lo había advertido de forma consciente, que el escándalo es inevitable. Y la realidad así lo corrobora. Sin embargo, son muy duras las palabras con las que Jesús los amenaza Es para echarse a temblar.

Supongo que eso ocurre porque muchos se alejan de Señor y rechazan al Espíritu Santo. Si eso ocurre, quedan a merced del Maligno que los somete y utiliza para hacer el mal ofreciéndoles riquezas, poder, placer y las cosas del mundo. Jesús sufrió su acoso en el desierto y fue tentado a lo fácil, al poder y la vanidad, y lo mismo nos ocurre a nosotros.

Cuidarnos de nosotros mismos, indicación del Señor Jesús, significa permanecer en Él y abiertos a la acción del Espíritu Santo, para que asistidos por su Gracia no dejar que el demonio se apodere de nuestro corazón y con nuestros actos podamos escandalizar a los más pequeños, e incluso, diría yo, también a los grandes que se hacen pequeños y respiran buenas intenciones.

¡Dios mío!, líbranos de, con nuestra vida y palabra, ser motivo de escándalo para otros, sobre todo para los niños, los más indefensos y a merced e influencias de los más grandes. Amén.

domingo, 9 de noviembre de 2014

TEMPLOS DEL ESPÍRITU SANTO

(Jn 2,13-22)
 
Hay cosas importantes, muy importantes que nos pasan desapercibidas, o al menos no advertimos mucho su importancia. Es posible que no hayamos tomado conciencia de lo que eso significa, o que, por ignorancia, experiencia ignoramos lo verdaderamente importante.

Somos templos del Espíritu Santo y nadie puede destruírnos y menos profanarnos. Sin embargo, ignorando esta realidad cometemos el pecado de profanarlo nosotros mismos cuando nos alejamos de la voluntad de Dios y vivimos en el pecado del mundo. Jesús nos descubre la importancia de la Casa de oración y expulsa a todos aquellos que le habían dado otro fin.

Preguntado Jesús por su forma de actuar, respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Jesús tiene Palabra de Vida Eterna y todo lo que ha dicho y prometido se ha cumplido, y se cumplirá lo que queda por venir. Él ha Resucitado, y también nosotros, como templos del Espíritu Santo, resucitaremos si perseveramos y permanecemos en Él. Y a eso estamos llamados, a la santidad, a defender nuestro propio templo, imagen de Dios, hasta llegar santificados por su Gracia y Misericordia, a su presencia.

Danos Señor la Gracia de conservarnos santos y de levantarnos de nuestras caídas por el pecado en la esperanza de que somos templos del Espíritu Santo, y en Él seremos salvos y bendecidos.

sábado, 8 de noviembre de 2014

LA VERDAD EN TODAS LAS COSAS AUNQUE SEAN PEQUEÑAS

(Lc 16,9-15)


Nuestro camino transcurrirá por los intereses que habiten y vivan dentro de nuestros corazones. Si es el dinero lo que da vida a los latidos de nuestro corazón, nuestros pasos irán detrás de él, y nuestra vida vivirá para servirle. Entonces todos nuestros afanes serán tener dinero.

Porque pensamos que el dinero nos abre todas las puertas y nos hace poderoso y ricos. Se nos hará difícil poner nuestra atención en otras cosas, o escuchar a otros. Empeñaremos nuestra vida sólo para ganar dinero y ser poderoso. Sin embargo, más importante que el dinero son nuestras relaciones con las personas.

No es el dinero lo más importante y poderoso, sino el amor. Y si tu dinero lo utilizas para hacer el bien y ayudar a aquellos que lo necesitan para vivir dignamente, estarás, no sólo consiguiendo buenos amigos, sino también abriéndote las puertas de la morada eterna, por el amor. derramado en los demás y, sobre todo, por la Misericordia de Dios que ve tus buenas acciones.

Pidamos al Espíritu de Dios que nos dé la sabiduría para discernir el valor de las cosas, y sepamos elegir el único dueño y Señor a quién servir. Amén.