domingo, 1 de marzo de 2020

LUCHAS Y TENTACIONES DE CADA DÍA

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Mt 4,1-11
La conversión no es cosa de hoy para mañana. Es un proceso de maduración y para eso se necesita tiempo. Igual que la fruta nace verde y con el tiempo madura, la conversión es un lento proceso donde la fe se va gestando y la disponibilidad a creer y vivir según la Palabra de Dios va cambiando el corazón del hombre. Por lo tanto, es cosa de tiempo, de perseverancia y de ir poco a poco fiíndote de la acción del Espíritu Santo en ti.

El desierto representa el lugar o la etapa donde tus circunstancias y el acontecer de cada día van incidiendo en tu vida y modelando tu corazón. El desierto marca el tiempo necesario para que tu corazón madure, se suavice y se transforme en un corazón manso y humilde al estilo del de Jesús. Esos cuarentas dias con sus respectivas noches significan el tiempo necesario que tú corazón necesita para ablandarse y abrirse a la acción del Espíritu Santo. 

Significan que toda tu vida será una lucha contra las tentaciones que te asedian y tratan de seducirte cada día y contra las cuales te esfuerzas en resistir y ser fiel a la Palabra de Dios. Los cuarenta días con sus noches significan el tiempo necesario que necesitas para convertirte. Quizás toda tu vida, porque durante tu camino en este mundo tendrás que estar luchando contra el pecado y la tentación. Cada día representa una batalla que, si la afrontamos solos quedamos a merced del tentador, el diablo. 

Por eso es necesario nuestro bautizo, porque en él recibimos al mismo Espíritu Santo que acompañó a Jesús al desierto. Está, pues, claro que con Él resistiremos cada día las provocaciones y seducciones que el Maligno nos presenta y con las que nos tienta.

sábado, 29 de febrero de 2020

DONDE HAY QUE MIRAR: EL CORAZÓN

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Lc 5,27-32
Es verdad que la imagen dice mucho y que con frecuencia nos fijamos más en la imagen que en el interior de esa imagen. No es lo mejor, aún siendo importante, lo que se ve por fuera, es decir, la imagen que se da, sino lo que vive y se cuece en el interior de cada uno, en el corazón. Es sabido por todos que las intenciones que nacen en el corazón son las que marcan y definen a las personas.

Y a Jesús lo que le importa es lo que tu pienses desde tu corazón más de la imagen que tú das al exterior. Porque, es en el corazón donde realmente se ama y donde reside nuestra verdad y justicia. Y, a pesar de nuestras frivolidades, mentiras y actuaciones aparentes, la verdad que hay en nuestro corazón será la que emerge y perdure. Y el Señor sabe realmente qué hay dentro de cada uno de nosotros. Y sabía que Judas lo iba a traicionar - Jn 13, 26-28 - porque puede leer donde nadie puede leer, en la profundidad del corazón humano.

¿Cómo son nuestras relaciones con los demás? ¿Nos esforzamos más en mirar en el corazón y buenas intenciones de las personas más que en sus apariencias? Son preguntas a las que debemos dar respuesta desde la asistencia y auxilio del Espíritu Santo. Indudablemente que nos incomodan, pero es lo que nos iguala al Señor. Si queremos amar como Él nos ama debemos fijarnos más en el corazón de las personas que en sus apariencias.

viernes, 28 de febrero de 2020

DÍAS DE ALEGRÍAS Y DE AYUNO

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Hay momentos que la vida te sonríe y te sonríe porque experimentas un gozo y ánimo dentro de ti que te impulsa con alegría y gozo a compartir, a darte y servir a todos los que necesitan alivio, consuelo y compasión. Hay días que te sientes fuertes y lleno de la Gracia y presencia de Dios. Son días de alegrías y de fiesta; días de compartir y de vivir con gozo esa presencia de Dios.

Sin embargo, hay días oscuros, donde la vida y la esperanza se sienten heridas, desanimadas, debilitadas y sumidas en tinieblas que nos deprimen y nos entristece. Dudamos de la presencia de Dios y experimentamos su ausencia. Quizás necesitamos ayunar, fortalecernos en nuestra voluntad y remar contra corriente a pesar de nuestras flaquezas y debilidades.

Hay días o épocas que nos sentimos tocados por la pereza, la comodidad, las apetencias y sentimos como que nos alejamos de la solidaridad, el compartir y preocuparnos por los que lo pasan mal. Ponemos en el centro de nuestra vida nuestro individualismo, nuestro yo y sólo nos preocupa mi yo y mi vivir placentero. Necesitamos ayunar, romper nuestra dinámica de confort y acércanos al Jesús sufriente, misericordioso, solidario, partido para alivio de todos y lleno de compasión y amor. 

Pero, un ayuno más que reglado en normas y prácticas, centrado en el amor al prójimo. Un ayuno en actitud de disponibilidad hacia al que sufre, padece necesidades y necesita tu pan y tu calor. Es un ayuno más complicado y más verdadero, porque, la cuestión no es soltar unas monedas, rezar unas oraciones y cumplir con privarte de algún manjar, sino la de amar y solidarizarte con el compromiso de estar abierto a los problemas de los que padecen enfermedad, injusticias, pobreza...etc.

jueves, 27 de febrero de 2020

LA CRUZ VIENE POR SÍ SOLA

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Lc 9,22-25
La vida es una cruz, solemos decir en muchos momentos determinados de nuestra vida. Y es que las cruces vienen solas: enemistades, enfermedades, adversidades, tormentas...etc. No hay necesidad de buscar cruces, la vida misma te las da en la medida que tratas de ser fiel a Jesús y, por tanto, estar abierto al bien, al servicio en la verdad y la justicia. Todo se complica a la hora de amar.

Jesús nos lo enseña con su vida y sus obras. No necesitamos complicarnos la vida, sino vivir fiel a sus enseñanzas y las cruces aparecen en la cotidianidad de cada día. Ser cristiano no es cuestión de dar la cara en momentos determinados de persecución o martirio, que lo es, y está bien, sino de ser fiel a las enseñanzas de Jesús cada instante de tu vida. La cruz no se busca ni se inventa, sino que aparece en tu vida cuando te planteas vivir fiel a la Palabra de Jesús, porque ello te exige estar disponible y entregado al servicio y a las necesidades de los demás.

El corazón se te encoje y te duele con cada cristiano perseguido y amenazado de muerte en muchas partes del mundo en este momento. El corazón se te parte cuando sabes que hay mucha gente, sobre todo niños que sufre y padecen hambre. Sufrir y rezar por ellos, aparte de hacer lo que puedes desde la distancia es aceptar esa cruz donde todos nos añadimos a la de Jesús. 

Y esas son otras cruces que nos vienen impuestas por aquellos que quieren acallar y expulsar la Palabra de Dios del corazón de los hombres. De aquellos que quieren imponer su pensamiento y quitarnos la libertad de creer en la Palabra de Dios. Por lo tanto, asumimos que las cruces nos vienen por la vida misma y por todos aquellos a los que les molesta la Palabra de Dios.

miércoles, 26 de febrero de 2020

AYUNOS - LIMOSNA- ORACIÓN

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Entramos en la Cuaresma, tiempo de penitencia que nos conviene y nos viene bien. Bien porque nunca está de más prepararnos y fortalecernos contra las tentaciones de nuestro particular desierto. Porque, ¿no es un desierto el mundo, nuestro particular ambiente social donde nos movemos? Nos enfrentamos a una batalla cada día. Una batalla contra las comodidades; una batalla contra nuestros hábitos, confort y pasiones; una batalla contra la indiferencia respecto a los demás, sus problemas, enfermedades y sufrimientos. Realmente, ¿amamos a los demás?

Este tiempo nos puede servir para prepararnos y movernos en otra dinámica. ¿Qué cuesta? Indudablemente. Jesús no lo pasó bien en el desierto. Esos cuarentas días, que significa el tiempo necesario para prepararnos, fortalecernos y liberarnos de las tentaciones y abrirnos al Espíritu Santo, son un tiempo que también nosotros necesitamos para prepararnos durante el año litúrgico hasta llegar otra vez a la Cuaresma. Porque, el camino cuaresmal no se limita a la propia temporalidad de la Cuaresma, sino al camino continúo y perenne por nuestro propio desierto de cada día.

Porque, cada día que te levantas empiezas una nueva batalla. Una batalla de tus egoísmos, pasiones y satisfacciones que tratan de alejarte de aquellos otros que sufren, que padecen y que experimentan que sus vidas están amenazadas por el odio, la imposición y el afán de poder de otros. Sobre todo por el desamor de los que se encierran en sí mismos y sólo piensan en ellos satisfaciendo sus egoísmos, pasiones y escondiendo el amor que anida en sus corazones al experimentarse sometidos por el pecado.

Sólo el amor puede arreglar los enfrentamientos y las luchas fratricidas en este mundo, porque, los hombres no se sienten hermanos e hijos de un mismo Padre. Sólo el amor que el Padre nos da ofreciéndonos la promesa de, por su Misericordia Infinita, compartir su Gloria Eterna con nosotros, nos puede llevar a esa Vida Eterna a la que verdaderamente estamos llamados.

martes, 25 de febrero de 2020

LOS ÚLTIMOS, LOS PRIMEROS

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Mc 9,30-37
Todo es diferente desde la lógica de Dios. Jesús lo pone de manifiesto cuando rebajado de toda ansia de poder, de riqueza, de prestigio se pone junto a los últimos, los pequeños y los débiles. Y, si pensamos un poco nos damos cuenta que en lo más profundo de nuestros corazones existe y duerme ese sentimiento. Sentimos compasión por los más débiles y pobres y experimentamos una sensación de ponernos siempre al lado del más pequeño y débil.

Y es ahí donde se esconde nuestra felicidad, en la acción del servicio. No hay acción más grande que la de servir, y lo comprobamos cuando experimentamos gozo y alegría después de haber servido a quien lo haya necesitado. Sobre todo a los débiles, pequeños y pobres. Por eso, el niño representa lo más débil, lo inocente y desvalido, el que necesita ayuda, servicio y amor. Jesús nos lo ha dicho así en el Evangelio de hoy.

No se es más grande por tener más; por tener riqueza y poder, o por tener un puesto relevante y gran capacidad intelectual o física. Se es grande cuando eres capaz de estar disponible en el servicio a los más débiles, pobres y desvalidos. Cuando eres capaz de responder en ayuda y servicio a los que verdaderamente están necesitados de ello.

Por lo tanto, siempre me pregunto que, aunque todo es bueno e importante, lo verdaderamente importante es cuidar y salvar la salud del alma, porque esa es la que va a perdurar eternamente en la Casa del Padre por la Misericordia de Dios.

lunes, 24 de febrero de 2020

TODO ES POSIBLE AL QUE TIENE FE

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Mc 9,14-29
La fe es vital y todo se puede con fe. Son Palabras dichas por Jesús: Entonces Él preguntó a su padre: « ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?». Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros». Jesús le dijo: « ¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!».

Es verdad que la duda está siempre presente y que se apodera de nosotros en cada instante, pero, también es verdad que Jesús es el Hijo de Dios, y lo puede todo porque lo ha demostrado con esta curación, con otras muchas que conocemos que ha hecho y, sobre todo, con su Resurrección. Por tanto, yo también creo, Señor, que Tú eres el Hijo de Dios y que tienes Palabra de Vida Eterna.

La fe es un proceso que tiene y exige su tiempo; la fe necesita sus etapas y también su tiempo de crisis, de dudas y de contradicciones. La fe es una experiencia que va tomando conciencia y va madurándose en lo más profundo de nuestro corazón. La fe es confiar y ponerse en Manos de quien lo puede todo, y ese es Jesús, el Señor, el Hijo de Dios Vivo. La fe es un don de Dios y como tal hay que pedírsela.

Yo creo, Señor, a pesar de mis dudas, mis pecados y mis miserias, que Tú eres el Hijo de Dios, el Mesías prometido que has bajado de los cielos para darnos a conocer a tu Padre y nuestro Padre. Tú, Señor, eres el libertador, el que nos salva y nos liberas del pecado y, por tu Pasión y muerte, nos rescata de la esclavitud del pecado para, por la Misericordia del Padre, compartir su Gloria y Vida Eterna.