Mt 4,1-11 |
La conversión no es cosa de hoy para mañana. Es un proceso de maduración y para eso se necesita tiempo. Igual que la fruta nace verde y con el tiempo madura, la conversión es un lento proceso donde la fe se va gestando y la disponibilidad a creer y vivir según la Palabra de Dios va cambiando el corazón del hombre. Por lo tanto, es cosa de tiempo, de perseverancia y de ir poco a poco fiíndote de la acción del Espíritu Santo en ti.
El desierto representa el lugar o la etapa donde tus circunstancias y el acontecer de cada día van incidiendo en tu vida y modelando tu corazón. El desierto marca el tiempo necesario para que tu corazón madure, se suavice y se transforme en un corazón manso y humilde al estilo del de Jesús. Esos cuarentas dias con sus respectivas noches significan el tiempo necesario que tú corazón necesita para ablandarse y abrirse a la acción del Espíritu Santo.
Significan que toda tu vida será una lucha contra las tentaciones que te asedian y tratan de seducirte cada día y contra las cuales te esfuerzas en resistir y ser fiel a la Palabra de Dios. Los cuarenta días con sus noches significan el tiempo necesario que necesitas para convertirte. Quizás toda tu vida, porque durante tu camino en este mundo tendrás que estar luchando contra el pecado y la tentación. Cada día representa una batalla que, si la afrontamos solos quedamos a merced del tentador, el diablo.
Por eso es necesario nuestro bautizo, porque en él recibimos al mismo Espíritu Santo que acompañó a Jesús al desierto. Está, pues, claro que con Él resistiremos cada día las provocaciones y seducciones que el Maligno nos presenta y con las que nos tienta.
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