sábado, 17 de octubre de 2020

AUXILIADOS POR EL ESPÍRITU

 

En el momento del bautismo he recibido al Espíritu Santo, tal y como lo recibió Jesús en el Jordan al ser bautizado por Juan el bautista. Es decir, es el mismo Espíritu Santo y no otro diferente. Tú, y también yo lo hemos recibido para que, indudablemente, contando con nuestro permiso y disponibilidad, dejarnos guiar por sus impulsos y acciones; por sus auxilios y asistencias; por su protección y fortaleza que nos acompañará durante todo el recorrido de nuestra vida terrenal.

Pero, ¿qué hace el Espíritu Santo? Primero, entrará en nuestro corazón si le abrimos la puerta del mismo. Somos libres y, por tanto, con capacidad para permitirle entrar o rechazarle. Y, segundo, dejarnos, como ya hemos dicho, guiar, fortalecer y asistir por Él y darnos todo lo que necesitemos para que cumplamos con la Voluntad del Padre. Habrá momentos difíciles, de duda, de confusión, de sufrimientos, de lucha y resistencia que no podremos superarlos sin el auxilio del Espíritu Santo.

Es, por tanto, vital su presencia en nuestras vidas. Nuestra naturaleza, vencida y herida por el pecado, no puede levantarse por sí misma. Necesita auxilio y fortaleza. Y no de cualquiera, sino el Auxilio y la Fortaleza  del Espíritu Santo. Pero, siempre habrá una condición que dependerá de nosotros. Porque, somos libres y capacitados para abrirnos a Él o cerrarnos a su acción. Por eso, cerrarnos a su venida y a su auxilio será imperdonable. Así lo dice Jesús: A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

Es esa nuestra reflexión de hoy. El camino es duro y lleno de obstáculos que tratarán de impedirnos caminar en y por la Voluntad de nuestro Padre Dios, pero no estamos solos. Nos acompaña desde los primeros días de nuestro nacimiento - por eso conviene bautizarnos enseguida - el Espíritu de Dios, que nos permanecerá en nosotros para, en, por y con Él sortear y superar todos esos peligros.

viernes, 16 de octubre de 2020

MIEDO A SER CONDENADO

 

La realidad, y no se puede negar, es que todos tenemos miedo a la muerte. La prueba es lo que nos cuidamos, las dietas para estar saludables y ejercicios físicos para mantenernos en forma. Si, bien es verdad, que en muchos momentos nos descuidamos y cometemos excesos. Descubrimos nuestra condición humana débil y frágil. Sin embargo, para un creyente, la muerte no tiene la última palabra y eso significa que tampoco se le debe tener miedo, a menos que nos coja alejados de Dios.

Hay un don del Espíritu Santo que nos habla del santo temor de Dios. Un temor diferente al de nuestra propia muerte, un temor reverencial. Dios es el Creador de todo lo visible e invisible y, por tanto, lo reverenciamos porque es nuestro Señor. Y siendo el dueño de todo nos puede también, si nuestra vida no está en consonancia con su Palabra y Voluntad, condenarnos a la perdición eterna. Nos lo ha dicho varias veces en su Palabra. Por tanto, debemos tener presente ese miedo a perder la Vida Eterna plena de gozo y felicidad prometida, que es lo verdaderamente importante. Pero, nunca temer que Dios nos condena, sino nuestros propios pecados, que, reconociéndolos, nuestro Padre Dios nos los perdona. 

Por tanto, nunca temer a nuestro Padre Dios, sino confiar en su Amor Misericordioso y, eso sí, estar atentos en no apartarnos de su presencia y alejarnos de Él, porque, si nos quedamos solos, el peligro amenazante del demonio, puede engañarnos y, seduciéndonos con la falsa felicidad de este mundo, alejarnos del Camino, Verdad y Vida que nos pone en contra de Dios y nos condena al infierno. Es ahí donde está realmente el único y verdadero peligro. Ayer compartía en FaceBook esa frase que Jesús dedica a los fariseos, escribas y maestros de la ley: - Lc 11,42-46 - « ¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que... 

Conviene leerlo bien y meditarlo, pero, sobre todo, pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a ir transformando nuestros corazones en esos corazones coherentes en lo fundamental, que es precisamente el amor a Dios y al prójimo, sobre todo más necesitado. Porque, viviendo en esa actitud y deseo, el Espíritu, que nos auxilia y nos acompaña, irá transformando, contando con nuestra disponibilidad, nuestro corazón.

La felicidad que buscamos en este mundo no la encontramos, valga la redundancia, en las cosas de este mundo, sino en el cumplimiento de la Voluntad de Dios. Ese es el tema, vivir en el cumplimiento de la Voluntad de Dios. La Palabra de Jesús, el Hijo de Dios, que venció a la muerte nos da garantía de que también nosotros, si escuchamos la Palabra y la cumplimos - la Buena Noticia - encontraremos esa felicidad Eterna que buscamos.

jueves, 15 de octubre de 2020

CUANDO AMAMOS HACEMOS PRESENTE A NUESTRO PADRE DIOS


Suele ocurrir que la presencia de nuestro Padre Dios nos pasa inadvertida. Queremos notarle y advertir su presencia, pero no logramos, no sólo verlo sino también ni sentirlo. ¿Las causas?, posiblemente nuestra poca fe y la dureza de nuestro corazón. Es cierto, y también lógico, que nos cueste verlo. Creo que no estamos preparados y no resistiríamos su presencia. Me viene a la memoria la escena de la película "Los diez Mandamientos" y la escena de cuando regresa Moisés de encontrarse con el Señor en el monte Horeb con la zarza ardiendo. Su cara parecía de otro mundo y sorprendida por lo que había visto.

Ni siquiera delante de Él - presencia real en la Sagrada Eucaristía - cuando le adoramos real y presente en la  santa custodia, sentimos su presencia. Es verdad que lo queremos sentir, al menos esa es mi experiencia, pero se nos escapa su presencia. Sin embargo, Jesús vive, ha Resucitado y está presente entre nosotros. Esa es nuestra fe y su Resurrección el fundamento de la misma. El problema es que tanto nuestro corazón como nuestra fe están ciegas.

Es posible que no advirtamos que donde hay un acto de verdadero amor, allí se hace presente nuestro Padre Dios. Es posible que no nos demos cuenta que en cada instante de nuestra vida, sobre todo, cuando vivimos en la verdad, Dios se hace presente. Y eso lo advertimos cuando experimentamos interiormente una paz llena de gozo, sosiego y serenidad. Incluso, cuando nos sentimos amenazados por las tentaciones podemos apreciar y advertir que esa resistencia que oponemos nace de la presencia de Dios en nosotros. Es el Espíritu de Dios que, llamado a nuestro auxilio, nos fortalece y nos ayuda a vencer.

Es esa la sabiduría a la que hay que agarrarse con verdadera humildad y sencillez. Reconocer nuestras limitaciones y pobreza nos ayudará a abrirnos a la Palabra de Dios, tal y como dice nuestro Señor Jesús: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

miércoles, 14 de octubre de 2020

LEYES Y LEGALISMOS

 

Lc 11,42-46

El Evangelio de hoy es un fiel reflejo de la sociedad actual en la que vivimos. Han pasado muchos siglos, pero todo, en el terreno espiritual y con respecto a la Buena Noticia de Salvación, sigue igual. La vida en el terreno del amor no evoluciona a mejor. Es más, sigue parada, estancada y como muerta en sus mismos egoísmos y engaños. Los mismos fariseos, los mismos escribas y los mismos problemas. Quizás, hayan cambiado los nombres y las formas de vida, pero, en lo fundamental, todo sigue igual.

Ricos y pobres; derecha e izquierda; poder y débil; leyes y legalismos; derechos e imposición. Todo sigue igual y, aunque haya apariencias, internamente todo sigue en el mismo punto. Es penoso y preocupante, porque a pesar de que muchos granos de trigo han muerto y dado frutos, no parece que la Viña - el mundo - los reciba y se noten sus gustos y sabores.

Sin embargo, por otra parte, si se aprecian y notan grandes avances. En el terreno de la ciencia los avances científicos son notables. Aquí sí que el mundo ha cambiado. Nada tiene que ver el mundo de nuestros abuelos y padres con el nuestro y, sobre todo, el de nuestros hijos. Eso nos hace preguntarnos, ¿de qué me vale un mundo mejor, más cómodo y placentero, si pierdo mi alma? ¿Me vale de algo? Si mi vida se ha quedado enredada en las satisfacciones, en los egoísmos, en la mentira e injusticia, de nada me sirven mis éxitos y triunfos.

Porque, sólo el amor, que se da gratuitamente, será el garante que me dará, por la Gracia de Dios, la Vida Eterna.

martes, 13 de octubre de 2020

LO QUE SE HACE EN EL EXTERIOR TIENE MUCHO DE APARIENCIA

Lc 11,37-41

 

 

En realidad todo lo exterior puede ser carne de apariencia. Al menos es una posibilidad porque nadie puede garantizar que lo externo sea auténtico. La posibilidad de que se haga apariencia y se trate de esconder lo que se es por cuestiones de interés está al filo de la navaja. El tiempo actúa como juez y, tarde o temprano la verdad emerge para poner la realidad en su justo lugar.

Por experiencia sabemos que las verdaderas intenciones del corazón no se pueden conocer y, por tanto, tampoco juzgar. Nadie puede saber lo que esconde el corazón humano y eso le da oportunidad para aparentar y engañar. Es verdad que nosotros nos sorprendemos de muchas cosas  que vemos hasta el punto de criticarlas, sin embargo no miramos para dentro - nuestro interior -  ni reflexionamos sobre nuestras actitudes y actuaciones respecto a nuestros comportamientos. 

Así ocurrió en aquella casa donde Jesús fue invitado a comer: En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: « ¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros». 

Tratando de reflexionar, nos preguntamos: ¿No es esa nuestra manera de actuar? Nos importan más las apariencias que la verdad. Metemos la basura debajo de la alfombra y, escondida, aparentamos limpieza. Pero, en realidad, ¿está nuestro corazón limpio de malas intenciones? Indudablemente, aparentamos lo que en realidad no somos y escondemos nuestra realidad. Llevamos siempre nuestra careta de apariencia hasta en el mismo carnaval, donde posiblemente nos la ponemos doble aparentando ser otro.

lunes, 12 de octubre de 2020

NO SE ES COMO SE DICE, SINO COMO SE VIVE

 

La confianza que se gana cuando lo que se dice va en auténtica coherencia y consonancia con lo que se hace, se pierde cuando sucede lo contrario. Y, una vez perdida, el recuperarla se hace arto difícil. Y esto que experimentamos ocurre hoy de manera alarmante. La confianza ha casi desaparecido en el mundo de nuestro tiempo. Se dice lo que luego no se cumple, de tal forma que no hay confianza ni cumplimiento de la palabra dada, y, por supuesto, se habla con ligereza, indiferencia y sin compromiso.

Jesús significa la dignidad de la palabra bendiciendo a aquellos que la dicen y la cumplen cuando, respondiendo a aquella mujer, que le dice: « ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». Él le responde: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan». Precisamente, su Madre encarna esa figura de aceptar la Palabra de Dios y, aceptada, llevada a la vida con toda obediencia, fidelidad y voluntariedad. Su respuesta:  Hágase en mí su Voluntad lo expresa muy claramente. Por eso es bendita y dichosa, porque ha aceptado la Palabra de Dios y la ha cumplido hasta el final de su vida en este mundo hasta su Asunción al Cielo.

María, Madre bendita, tu testimonio y ejemplo nos fortalece y nos anima a hacer nosotros, por y con tu intersección lo mismo, esforzándonos en vencer nuestros pecados y amar como el Señor nos ama.

domingo, 11 de octubre de 2020

REVESTIDOS DE CRISTO

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No es cuestión de pertenecer a la Iglesia porque nuestros padres nos hayan presentado y pedido para nosotros el sacramento del bautismo. Ni tampoco por el hecho de ser invitados al banquete que nos da la vida eterna y que se nos anuncia en y con la Buena Noticia. Se trata de algo más profundo y sellado en nuestro corazón, tal es la respuesta comprometida a revestirnos de su mismo estilo de vida y, vivirlo, valga la redundancia, con la misma entrega y disponibilidad de amor.

Indudablemente, las palabras pueden quedar en palabras, o, por el contrario, pueden hacer crecer y madurar el corazón de donde escapan. De eso se trata, de aceptar la invitación, pero revestido de ese nuevo traje de fiesta que significa vivir en Xto. Jesús. Eso fue lo que ocurrió con aquel invitado que se presentó sin llevar el vestido adecuado. Ese vestido de la Vida de la Gracia que le configura con Cristo y que le compromete, de forma voluntaria y aceptada, a tener los mismos sentimientos que el Señor.

El hecho de estar invitados no nos garantiza la salvación, porque, aceptada tendremos que revestirnos de ese traje que Jesús nos pide. Un traje de unos sentimientos como los de Él y lleno de ternura, de amor y misericordia. Seguir a Jesús, o aceptar su invitación, no significa estar a su lado o seguirle mecánicamente y rutinariamente a donde Él va. Indudablemente que no, seguir a Jesús exige llevar su mismo ritmo y vivir con sus mismos sentimientos traducidos en obras. Obras de verdadero amor revestidas de gratuidad e incondicionalidad.

Nuestra garantía son las obras hechas con amor. Un amor que nace en Xto. Jesús y, revestidos de Él, se prolonga también en nosotros por la Gracia del Espíritu Santo. Porque, todos - buenos y malos -  serán invitados al Banquete de Vida y Felicidad Eterna, pero solo serán aceptados aquellos que lleven el  verdadero vestido de fiesta injertado en Xto. Jesús.