sábado, 25 de septiembre de 2021

¿ENTENDEMOS NOSOTROS EL POR QUÉ DE LA PASIÓN DE JESÚS?

 

Está por encima de nuestra capacidad el entender por qué Dios nos ama con un amor - valga la redundancia - infinito. Es inentendible para el ser humano comprender, sin merecerla, esa Infinita Misericordia de Dios, que perdonándonos todos nuestros pecados ofrece incluso su Hijo como rescate, entregando su Vida en la Cruz, como pago por nuestros pecados.

¿Cómo puede ser posible eso? Porque, no lo merecemos ni jamás podremos hacer méritos para merecerlo. Lo que si entendemos es que los apóstoles no le entendieran: (Lc 9,43b-45): En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto. 

Hoy a nosotros nos ocurre exactamente lo mismo. Y, como ellos, también no alcanzamos a entenderlo. Es algo inaudito, incomprensible para nuestra mente. Y, por miedo a sus respuestas, también nosotros nos resistimos por temor a preguntarle. Sentimos que no estamos a la altura necesaria para corresponderle. Y eso nos descubre lo que realmente somos, pobres pecadores. 

Reconocernos lo que realmente somos nos libera y nos lleva humildemente a ponernos en sus Manos y aceptar nuestra pobreza, nuestras limitaciones y nuestros pecados. Porque, si pensamos lo que nos ha dicho, Él ha venido a salvar a los pobres y pecadores, y en esos, al reconocernos pobres y pecadores, estamos también nosotros incluidos.

viernes, 24 de septiembre de 2021

¿CREES SABER A QUIÉN SIGUES?

 

Esta es la pregunta que está dentro del hipocentro de nuestro corazón: ¿Quién eres, Señor? Porque, nuestro seguimiento dependerá del resultado de la respuesta que demos. Experimentamos muchas dudas y confusiones a la hora de tratar de responderla, sin embargo, a pesar de tantas vacilaciones y dudas necesitamos darle respuesta y respondernos.

Sin lugar a duda, es en la oración donde encontramos una gran ayuda y asistencia. Hablamos con el Señor y le exponemos nuestras dudas, nuestras debilidades y puntos flacos. Y en ese diálogo confiamos ir encontrando respuestas y camino que nos vayan respondiendo y aclarando con paciencia esas dudas que nacen de nuestra propia condición humana y pecadora. Ir adquiriendo la confianza que necesitamos para que nuestra fe, regalo y don de Dios, vaya asentando y fijando en ese hipocentro de nuestro corazón.

No cabe duda que no hay mejor opción que recurrir al mismo Señor - la oración - y, cara a cara, preguntarle y escucharle. Nos sacará de dudas y tendremos claro que Él es el Hijo de Dios encarnado en naturaleza humana.

jueves, 23 de septiembre de 2021

¿Y TÚ, BUSCAS A JESÚS?

 

Sabido es que cuando se tiene hambre, se busca alimentos con urgencia y hasta desesperación. Sin alimentarse no se puede vivir. Buscar a Jesús, cuando se sabe quién es, es lo mismo. Diría más todavía, porque, Jesús, el Señor, es nuestro alimento espiritual que nos fortalece, nos da la Vida Eterna y esa felicidad que buscamos con verdaderos deseos.

Luego, ¿dónde está la inquietud por buscar a Jesús? En el momento que le conoces. Es verdad que la curiosidad, como la que parece tener Herodes según el Evangelio de hoy, es buena, pero si se queda en eso, en curiosidad y no das el salto de búsqueda, no llegas a conocerle. Hay muchas opiniones y muchas voces: unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado.

La pregunta que nace en nuestro corazón es inequívoca: ¿Y tú, quién crees que es ese del que oyes decir semejantes cosas? Esa es la pregunta que nos interpela. Posiblemente nos suceda a nosotros lo mismo que Herodes. Sentimos curiosidad, pero instalados confortablemente nos quedamos paralizados. Eso de cargar con una cruz a cuesta no nos hace mucha gracia u preferimos quedarnos sentado en nuestroaa cómodo y confortable sillón.

Es indudable que seguir a Jesús nos compromete. Porque, seguirle es cargar también con la cruz que nos corresponde. Y eso, duele, complica y endurece el camino. Perdemos la referencia de que la Cruz, donde Cristo entrega su Vida, es nuestra salvación, porque, en ý como Él, por su Gracia,  resucitaremos también nosotros para gozar junto al Padre para la Vida Eterna.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

ENVIADOS A PROCLAMAR EL REINO DE DIOS

 

No cabe ninguna duda que junto a la Palabra está la vida, y, añadida a la proclamación está la curación. Es indudable que si no curas o manifiesta un poder extraordinario, tu palabra no surte efecto. Es decir, nadie te escucha ni da crédito a tu palabra. Cuando alguien nos dice algo que nos parece bueno y hasta lógico, le pedimos pruebas y demostraciones. 

Le sucedió a Jesús. Recordemos la curación del aquel paralítico - Mc 2, 1-12 - cuando al ponérselo delante le dijo: Hijo, tus pecados te son perdonados. ¿Y qué sucedió? Que muchos de los que estaban allí no le creyeron. Luego, Jesús, sabiendo cómo pensaba dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: «Tus pecados te son perdonados», o decirle: «Levántate, toma tu camilla y anda»?  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo* al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Por eso, Jesús, el Señor, les da poder para curar y sanar junto con la proclamación. Y también eso, es lógico, suponernos, Jesús nos envía a cada uno de nosotros - bautizados - con y en las mismas condiciones. Porque, la Palabra de Dios salva y cura. La Palabra de Dios nos trae la salvación y eso significa que estamos liberados de todo mal. Jesús, nuestro Señor, comparte con nosotros su Poder de aliviar y sanar.

Y somos enviados en el Señor. Sin apoyos en las cosas de este mundo. Nuestra roca y nuestro apoyo es el Señor - Lc 6, 47 - que nos sostiene y nos libera de todas las ataduras que el mundo nos tiende, nos seduce y nos esclaviza. Por eso nos envía: ... «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas... Nuestra seguridad está en el Señor. Confiamos en su Palabra y en su Poder sanador. Él es esa Roca en la que descansamos y en la que ponemos toda nuestra seguridad y esperanza.

martes, 21 de septiembre de 2021

INSTALADOS EN EL PODER

 

Nos resulta muy difícil renunciar al poder y despegarnos de él. En el poder te sientes seguro, confortable y hasta importante. Experimentas que son muchos los que te necesitan y tienen necesidad de ti. ¿Cómo puedes levantarte voluntariamente y renunciar a esa cómoda, confortable y privilegiada situación? Sin lugar a duda, se hace muy difícil salir de esa situación y te sientes impotentes. Experimentas que estás esclavizado y atado al poder.

El esfuerzo es grande, pero más grande es la Fuerza del Amor de Dios. Esa es la fe que debe alimentarnos y de donde podemos sacar las fuerzas para poder despojarnos de esa atracción del poder y riqueza. En  y con el poder la vida no encuentra su verdadero sentido. Por el contrario, desde y con el amor la vida se fortalece y se llena de sentido y plenitud. ¿No lo has experimentado? Porque, lo que da sentido a tu vida es el amor y no el poder. Un amor que, no solo se da, sino que también se recibe.

Probablemente, Mateo experimentó ese gozo del amor en contraposición con el poder que ostentaba desde su privilegiada situación de recaudador de impuesto. Experimentó que su cómoda situación no llenaba plenamente su corazón. Por el contrario, el amor la llenó plenamente y le dió fuerzas para liberarse de esa esclavitud egoísta que le impedía amar.

La cuestión es preguntarnos si realmente lo experimentamos nosotros. Si sentimos ese deseo de salir de nosotros mismos para amar, dándonos libremente y voluntariamente, a los que necesitan de nuestra luz y de nuestro servicio. Esa actitud tendrá mucho que ver con nuestro reconocernos pecadores. Y, como Mateo, ser capaces de levantarnos y seguir a Jesús.

lunes, 20 de septiembre de 2021

LUZ PARA ILUMINAR

 

Una luz que no ilumine deja de ser luz. Será otra cosa, pero, lo que es seguro es que nunca será luz. Lo característico de la luz es iluminar. Si no se produce eso, no sería luz. De modo que, esconder la luz será algo contradictorio con la propia naturaleza de la luz. Y si así sucede, puede ocurrir que al negarse a alumbrar y dar su luz, termine por perder la poca luz que le queda.

Jesús lo dice muy claramente al final: (Lc 8,16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no quede manifiesto, y nada secreto que no venga a ser conocido y descubierto. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun lo que crea tener se le quitará». 

Entendemos - nos lo dice el sentido común -  que se hace necesario dejar escapar toda la luz que guardamos en nuestro corazón dejándola volcar en, precisamente, alumbrar a todos los que caminan a nuestro lado y se aprovechan de ese haz luminoso de claridad que humildemente y por la Gracia de Dios, tú, yo y todos podamos dar. Y eso te responsabiliza a ti, a mí y a todo bautizado hasta el punto de preguntarnos, ¿soy yo transparente con mi luz? ¿Dejo pasar esa luz de amor que alumbra y da claridad a los que no ven y la necesitan?

Quizás son esas preguntan las que deben interpelarnos y a las que debemos de dar respuesta. Porque, si no soy capaz de dejar pasar la luz que me viene de lo alto y para la que me asiste el Espíritu Santo, ¿qué luz estoy dejando pasar y transmitiendo a los demás? No olvidemos que los santos son aquellos simplemente que dejan pasar la Luz que les da el Espíritu Santo.

domingo, 19 de septiembre de 2021

JESÚS ENSÉÑA EL CAMINO HACIA LA CRUZ

Mc 9,30-37

No debemos ni podemos engañarnos, la cruz es nuestra muleta en el camino. Es en ella donde podemos y debemos apoyarnos abrazados a Cristo. Es la única forma de amar, a pesar de recibir mal por bien. Pero, no tengamos miedo por eso porque vamos con el Señor y en Él encontraremos fortaleza, firmeza y hasta el gozo de entregar nuestra vida por amor.

Esa es la experiencia de Jesús. Hoy la quiere compartir con sus apóstoles y les va instruyendo por el camino. No quiere que se distraigan ni que se enteren que anda por ahí. Quiere comunicar a sus discípulos lo que va a suceder pronto. Sin embargo, ellos andan distraídos en otros menesteres y discuten sobre lo que en este momento centra y vive en sus corazones.

Posiblemente a nosotros nos suceda algo parecido. Todavía no estamos seguros a donde vamos ni a quien seguimos. Y muchos, como yo, andamos entrado ya en años. Sí, estamos en la Iglesia y tenemos una ruta de piedad y prácticas, pero, nos preguntamos, ¿realmente estoy en la línea que Jesús me ha señalado? ¿Miro a la Cruz y la abrazo tal y como hizo Jesús? ¿O le sigo según la ruta que yo mismo me he trazado? Ahí están los interrogantes a los que, auxiliado y asistido con el Espíritu Santo, debemos responder cada cual desde sus posibilidades, dones recibidos y fe.

Y, por supuesto, abrirnos a crecer y acrecentar nuestra disponibilidad y entrega a ese camino de cruz que Jesús nos descubre, vive en su propia Persona y quiere compartir con nosotros. Porque, nuestra verdadera salvación se esconde tras la Cruz.