sábado, 20 de septiembre de 2025

UNA SEMILLA CULTIVADA CON PERSEVERANCIA

Lc 8, 4-15

   Siempre me ha llamado la atención el misterio de la semilla. ¿Cómo es posible —me pregunto— que de una simple semilla, aparentemente muerta, broten frutos? ¿Dónde está la fuerza que haga germinar a esa semilla?
   

    En esos pensamientos se debatía Pedro, hasta el extremo de preguntarse: ¿dónde está ese poder, al que llamamos Dios, que obra ese milagro?
 
    —¿Te parece acertado este razonamiento, Manuel?
   —Estoy de acuerdo. Es verdad que la ciencia puede explicarte cómo la semilla muere (se pudre) y da origen a una nueva vida: raíz, tallo y hojas, que forman una planta. Pero, también, yo me pregunto: ¿Quién hace posible que la semilla reaccione, se rompa y dé una nueva vida vegetal?
   —Para mí —replicó Pedro— es un milagro que nos descubre la presencia de Dios.
  —Pero, ¡aparte!, es un ejemplo del camino que recorre nuestra vida. Jesús nos lo describe de forma admirable en la parábola del sembrador. Está en —Lc 8, 4-15—. Nos habla de la siembra, y de lo que le puede suceder a cada semilla sembrada.
   —Parece interesante ese relato —comentó Pedro—, muy interesado.
   —Es un buen retrato de lo que nos puede pasar con nuestra vida. Unos escuchan, pero se quedan en la superficie; otros, al principio, se entusiasman, sin embargo, no echan raíces, y a la menor contrariedad abandonan. Hay algunos que oyen, pero les pueden más los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro.
   —Entonces, ¿quiénes son los que pueden dar buenos frutos? —replicó Pedro con perplejidad
  —Aquellos donde la semilla encuentra tierra buena. Son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.
   Entonces, Manuel —dijo Pedro en tono afirmativo—, creo que yo mismo debo ser esa tierra buena. 
   —Sí, la semilla está en ti … no la dejes sin cuidado.

 
   La palabra de Dios no actúa de forma automática, cautivando y doblegando las voluntades. Cae leve sobre el interior de cada persona, esperando la acogida de una tierra mullida y fértil en la que poder crecer. Es semilla y tiene todo el potencial para brotar, desplegarse y dar fruto, pero precisa del cuidado de quien la recibe para poder hacerlo.

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