martes, 18 de junio de 2013

AMAR LO IMPOSIBLE



El camino es amar lo que nuestra razón nos dice que no hay que amar. Ese es el mérito y lo novedoso, pues lo razonable y lo de sentido común es amar a aquellos que nos corresponden. Lo contrario es contradictorio y no tan lógico. Y eso es lo que hizo nuestro Señor Jesús, amar a aquellos que le rechazaban hasta el punto de matarlo.

El verdadero amor se demuestra en la adversidad, y la adversidad es amar cuando duele; cuando el viento no es favorable; cuando las condiciones son adversas y aconsejan alejarse, abandonar. Cuando se ama sin que se den estas condiciones, el amor, sin dejar también de ser amor, no llega a la plenitud amorosa, porque cuando cuesta amar es cuando ese amor quema hasta el punto de humillarte y de apagar tu soberbia.

Así, Jesús nos dice: «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

lunes, 17 de junio de 2013

EL ARMA DEL AMOR

(Mt 5,38-42)


No se trata de acobardarse ni de resignarse; tampoco se trata de responder de la misma forma que te han respondido. Simplemente, se trata de superar la venganza con el amor. Esa es la clave, amar para vencer, y eso solo se consigue poniendo la otra mejilla y no devolviendo golpe por golpe.

No se trata de no defendernos, sino de utilizar el arma del amor para la defensa. Siempre en aras de la verdad, siempre en defensa de la verdad y la justicia. Amar es el poder encarnado en el servicio, la entrega y la paz. Es el acto de valentía más grande que un hombre puede hacer, pues en él alcanza la plena libertad y la total disponibilidad a entregarnos por el bien de la otra persona.

No perdonamos tan sólo porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal, demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23).

No se nos esconde que eso no es fácil, pero en el Espíritu Santo podemos lograrlo. De ahí la necesidad de dejarnos asistir y conducir por su fuerza y por su acción. Por eso nos ha sido ofrecido y enviado. Estemos atentos y dispuestos a ponernos en sus Manos con plena confianza que en Él alcanzaremos el poder de amar hasta el punto de poner la otra mejilla. Amén.


domingo, 16 de junio de 2013

QUEDARSE EN EL CUMPLIMIENTO

(Lc 7,36—8,3)


Ocurre que es lo más frecuente y también lo más fácil. Además, suele ser eficaz y dejarnos bien. Hablo de las apariencias, una forma de escondernos y parecer lo que no somos. Un día normal puede ser la asistencia, porque creo que no hay una participación celebrada, a la Eucaristía. Terminada esta y de camino a casa,  solemos olvidarnos de nuestra condición de hijos de Dios, de nuestro compromiso bautismal y de nuestro compromiso Eucarístico. De tal forma que actuamos según nuestros sentimientos y no con los sentimientos de Xto. Jesús.

Si no tratamos de llenar nuestro corazón, y para eso la Eucaristía es fundamental, de Dios, y vaciarnos de lo demás, siempre estaremos a medias y nunca nos entregaremos incondicionalmente en la tarea de amar. El Espíritu actuará en la medida que le dejemos espacio para actuar, y al parecer lo necesita todo. No puede haber un corazón dividido en pequeños estanques ocupados por otras cosas.

Cumplimos, pero todo queda en el cumplimiento. Es lo que hoy nos proclama la Palabra de Dios. Somos serios y buenos cumplidores, pero olvidamos las elementales e importantes normas de atención y cuidados hacia nuestro prójimo. De nada me sirve cumplir si no soy capaz de estar disponible, atento y sensible en la relación directa con mi prójimo.

A este respecto, la parábola del buen samaritano nos ayuda a comprender donde está verdaderamente el acento del compromiso Eucarístico. Sin ese compromiso llevado al compromiso de la vida de cada día, nuestras Eucaristías son banquetes muy parecidos al de este fariseo que comió con Jesús.

sábado, 15 de junio de 2013

VIVIR EN LA VERDAD

(Mt 5,33-37)


No es muy frecuente, pero si muy normal que cuando vivimos en la verdad la palabra cobra fiabilidad y cumplimiento. Decimos que tal cosa la dijo fulano de tal, y con ello queremos proclamar que esa palabra tiene todas las garantías de ser creída.

No es necesario jurar ni hacer ningún acto especial para ser creído, sino que basta con la palabra dada por esa persona. Simplemente decir sí o no es suficiente. ¿Qué podríamos decir de nuestro Padre Dios? Todo está dicho para el creyente, porque su Palabra significa Verdad. Él es el Camino, la Verdad y la vida, y solo Él tiene Palabra de Vida Eterna.

Bien es verdad que solo en caso extremos, donde se decide cosas importantes, muy serias y que persiguen el bien y la verdad, tal es un juicio u otros, el juramento puede proceder y tener sentido. Salvo esas excepciones basta decir: ‘Sí, sí’; ‘no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno». Por lo tanto, sobran los juramentos, pues nadie tiene entidad ni palabra para sostenerlo. 

viernes, 14 de junio de 2013

EL PECADO ANIDA DENTRO DE NOSOTROS

(Mt 5,27-32)

No se trata de solo actos externos, que descubren nuestras carnales apetencias egoístas e ilícitas, sino que donde radica el verdadero mal es lo que germina y se desea dentro de nuestro corazón. Tanto que, a pesar de no poder consumar externamente nuestros deseos carnales ilícitos (adulterio), el hecho de aceptarlos y desearlos en nuestro corazón hace realidad el pecado, tal y como si se hubiese cometido.

Tanta importancia tiene que Jesús lo compara con el valor de un ojo o mano. Se trata de alejarnos de todo aquello que puede provocar y ser ocasión de pecado. En este sentido, el entorno y ambiente puede ser decisivo y muy importante para mantenernos fieles a la Voluntad de nuestro Padre Dios.

Es la batalla que cada día libramos contra nuestros principales enemigos: mundo, demonio y carne. Y nuestras mejores armas son la Penitencia y la Eucaristía vividas en la comunidad eclesial juntos a los hermanos en la parroquia. No es bueno quedarnos aislados, solos y sin apoyo. El peligro siempre está al acecho y necesitamos el aliento, el consejo, la fortaleza de la comunidad que nos anima y nos alumbra en el Espíritu Santo.

 Pidámoslo convencidos de que podemos hacerlo, y también de que al hacerlo encontraremos el camino que en el fondo deseamos y buscamos: "Cumplir con la Voluntad de Dios, Padre Bueno que busca y quiere lo mejor para cada uno de sus hijos".

jueves, 13 de junio de 2013

MÁS ALLÁ DE LA JUSTICIA


(Mt 5,20-26)

Se hace difícil comprender que tengas que estar a bien con aquel que se declara tu enemigo, o que te hace la vida imposible, o que te cuestiona tu propia instalación y acomodación. De una forma u otra, las diferencias y las disputas están reñidas con el Reino de Dios.

Se hace necesario dialogar, pactar y llegar a acuerdos. Acuerdos que satisfagan y busquen el bien de todos, porque el amor, que debe y tiene que estar debajo de todo esto, no es sino buscar el bien del otro sin tener en cuenta el mío. Se trata de olvidarme de mí, para pensar en el otro. Y esa exigencia es prioritaria al culto y alabanza. No vale adorar si luego procedes según tu voluntad y no la de Dios Padre a quien adoras.

Y cuando abro mi corazón de esta forma, lo primero que veo son mis fracasos, mi pobreza y mis pecados. Me siento incapaz de ser un buen adorador, porque experimento mi corazón apegado, apegado a pequeñas cosas rutinarias y sin apenas mucho valor, pero apegos que me impiden volar y darme, con todo lo que eso supone, a los demás. 

Sólo te pido Señor, que me des fuerza y capacidad para desprenderme de mí y, olvidado de todo apego y apetencia, darme en servicio a los demás por amor, por saber que Tú estás en cada persona que me necesita. Amén.

miércoles, 12 de junio de 2013

UNA LEY ACTUALIZADA

(Mt 5,17-19)


Jesús no viene a quitar nada sino a dar plenitud y perfeccionar la ley dada por Moisés. No es el cumplimiento lo verdaderamente importante, sino la vivencia de ese cumplimiento por amor. Así lo enseña y lo vive Jesús. Por amor, se perdona y se sirve; por amor, se vive en la verdad, se comprende y se tiene misericordia con el otro; por amor, se es paciente y se da la vida hasta el extremo de entregarla.

Por amor, toda la Ley se hace cumplimiento y nada se deja fuera. Por amor, todo precepto cobra verdadera y gran importancia y es respetado y cumplido. Cuando la Ley se mueve por amor alcanza su plenitud y todo se cumple. Así Jesús nos lo enseña con sus obras y vida. Él es la referencia, el camino, la verdad y la vida.

No se trata de normas y normas, sino de amor. Cuando se ama todo tiene sentido e importancia, y nada sobra ni es pequeño. Sólo el amor es lo importante y de él se desprende todo lo demás. Jesús lo ha dicho: el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. Luego, el segundo, muy unido al primero, es amar al prójimo como Jesús nos enseña a amar. Ambos están muy unidos, pues si amas a Dios tendrás que demostrarlo en el amor al prójimo.

Es decir, si amas tendrás que demostrarlo, y esa prueba del algodón se resuelve amando al prójimo. Y amar para amar al prójimo hay que cumplir la Ley, toda la Ley.