El camino es amar lo que nuestra razón nos dice que no hay que amar. Ese es el mérito y lo novedoso, pues lo razonable y lo de sentido común es amar a aquellos que nos corresponden. Lo contrario es contradictorio y no tan lógico. Y eso es lo que hizo nuestro Señor Jesús, amar a aquellos que le rechazaban hasta el punto de matarlo.
El verdadero amor se demuestra en la adversidad, y la adversidad es amar cuando duele; cuando el viento no es favorable; cuando las condiciones son adversas y aconsejan alejarse, abandonar. Cuando se ama sin que se den estas condiciones, el amor, sin dejar también de ser amor, no llega a la plenitud amorosa, porque cuando cuesta amar es cuando ese amor quema hasta el punto de humillarte y de apagar tu soberbia.
Así, Jesús nos dice: «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso
mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros
hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los
gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre
celestial».
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