(Mt 5,27-32) |
No se trata de solo actos externos, que descubren nuestras carnales apetencias egoístas e ilícitas, sino que donde radica el verdadero mal es lo que germina y se desea dentro de nuestro corazón. Tanto que, a pesar de no poder consumar externamente nuestros deseos carnales ilícitos (adulterio), el hecho de aceptarlos y desearlos en nuestro corazón hace realidad el pecado, tal y como si se hubiese cometido.
Tanta importancia tiene que Jesús lo compara con el valor de un ojo o mano. Se trata de alejarnos de todo aquello que puede provocar y ser ocasión de pecado. En este sentido, el entorno y ambiente puede ser decisivo y muy importante para mantenernos fieles a la Voluntad de nuestro Padre Dios.
Es la batalla que cada día libramos contra nuestros principales enemigos: mundo, demonio y carne. Y nuestras mejores armas son la Penitencia y la Eucaristía vividas en la comunidad eclesial juntos a los hermanos en la parroquia. No es bueno quedarnos aislados, solos y sin apoyo. El peligro siempre está al acecho y necesitamos el aliento, el consejo, la fortaleza de la comunidad que nos anima y nos alumbra en el Espíritu Santo.
Pidámoslo convencidos de que podemos hacerlo, y también de que al hacerlo encontraremos el camino que en el fondo deseamos y buscamos: "Cumplir con la Voluntad de Dios, Padre Bueno que busca y quiere lo mejor para cada uno de sus hijos".
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