(Mt 5,20-26) |
Se hace difícil comprender que tengas que estar a bien con aquel que se declara tu enemigo, o que te hace la vida imposible, o que te cuestiona tu propia instalación y acomodación. De una forma u otra, las diferencias y las disputas están reñidas con el Reino de Dios.
Se hace necesario dialogar, pactar y llegar a acuerdos. Acuerdos que satisfagan y busquen el bien de todos, porque el amor, que debe y tiene que estar debajo de todo esto, no es sino buscar el bien del otro sin tener en cuenta el mío. Se trata de olvidarme de mí, para pensar en el otro. Y esa exigencia es prioritaria al culto y alabanza. No vale adorar si luego procedes según tu voluntad y no la de Dios Padre a quien adoras.
Y cuando abro mi corazón de esta forma, lo primero que veo son mis fracasos, mi pobreza y mis pecados. Me siento incapaz de ser un buen adorador, porque experimento mi corazón apegado, apegado a pequeñas cosas rutinarias y sin apenas mucho valor, pero apegos que me impiden volar y darme, con todo lo que eso supone, a los demás.
Sólo te pido Señor, que me des fuerza y capacidad para desprenderme de mí y, olvidado de todo apego y apetencia, darme en servicio a los demás por amor, por saber que Tú estás en cada persona que me necesita. Amén.
Me uno sinceramente a tu oración. Es difícil vivir el Evangelio hasta las última consecuencias, pero siempre podemos pedir al Señor las fuerzas necesarias, dado que solos nosotros no podemos. Un abrazo
ResponderEliminarEse es el reto y la prueba. Es evidente que cuando pides fortaleza para poder amar hasta las últimas consecuencias estás creyendo de que el Señor te la puede dar y en la insistencia, esperanza y fe todo se hará.
ResponderEliminarUn fuerte abraz en el Señor.