jueves, 5 de diciembre de 2013

¿DÓNDE APOYAMOS NUESTRO EDIFICIO?

(Mt 7,21.24-27)
 
Bien saben los arquitectos y los maestros albañiles que hay que buscar unos cimientos sólidos y fuertes para apoyar las columnas donde levantar el edificio a construir. Hacerlo sobre lo aparentemente sólido pero sin certeza, es arriesgarse a que la primera tempestad de nuestra vida barra y se lleve todos nuestros criterios y toda nuestra poca fe.

Buscar esos cimientos sólidos y bien fundados donde apoyar el edificio de nuestra fe es vivir la Palabra más allá de nuestra boca. Es decir, llevarla a la vida y vivirla en la práctica y los hechos de cada día. No será estar bien apoyado en la fe decir: ¡Señor, Señor...! y en la vida de cada día mirar para otro lado cuando el amor te exija compromiso y acción por el bien del otro.

Se trata, pues, de unir Palabra y vida más oración, para ser caritativo y desprendido y disponible a vivir la Palabra y cumplirla. Pero un cumplimiento libre, querido, aceptado, alegre y por amor. Hacerlo por obligación y cumplimiento es someterte por interés, y eso ya no es amar, sino buscar tu propio beneficio e interés. Descubrirás que actúas por egoísmo, y cuando se hace así, a la menor tempestad todo queda destruido.

Pidamos la Gracia del Señor, por eso necesitamos el cemento fuerte y sólido de la oración, para que nuestro edificio de fe sea cada día más solido, firme, confiado y entregado en las Manos del Espíritu Santo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

CON POCO HACE MUCHO

(Mt 15,29-37)


De poco, Tú Señor, haces mucho. Y con poco, a Ti Señor, te basta para satisfacer las necesidades de otros muchos. Es la manifestación de tu grandeza y de tu poder. Pero también, la manifestación de tu Misericordia y de tu Amor. Te compadeces de las necesidades de los demás, y te compadeces porque las descubres y no miras para otro lado.

¿Estamos nosotros actuando así? ¿Percibimos las necesidades que otros tienen y que nos demandan? ¿O simplemente callamos, hacemos mutis y nos quitamos del medio en silencio? Supongo que de todo un poco. Somos pecadores y huimos del complicarnos la vida. Nos molesta, más que esforzarnos en dar solución a necesidades que otros no pueden satisfacer, el no saber cómo solucionarlas.

Pienso que los apóstoles de saber cómo hacerlo, hubiesen dado de comer a aquella multitud. Pero el no saber, y menos poder, nos evaden de mirar el problema. Bien es verdad que muchas veces lo excluimos sin apenas esforzarnos en intentarlo, pero otras, queriendo no sabemos ni cómo o qué hacer.

Sin embargo, al margen de todo esto, lo importante es saber que con Jesús podemos encontrar soluciones y ayudar a otros, al menos, a aceptar, superar y luchar contra las adversidades y sufrimientos. No podremos quitar el sufrimiento que cada cual tendrá que sufrir y soportar, pero si compartirlo y aliviar la carga. También las adversidades nos predisponen a la escucha y mirada atenta a Jesús. Quizás a través de ella podemos encontrar el camino de encontrarnos con Él.

martes, 3 de diciembre de 2013

SÓLO SI TE HACES PEQUEÑO


(Lc 10,21-24)

Hacerse pequeño no significa ser pequeño. Diría todo lo contrario, abajarse y hacerse pequeño, humilde y necesitado de poder y saber, es ser grande, porque sólo el pequeño tendrá cabida para aprender y mejorar, es decir, perfeccionarse como Dios quiere que nos perfeccionemos.

El grande está lleno y no le cabe nada más. No necesita y su perfección ya la tiene. ¡Qué dicha y gracia es experimentarse pequeño y estar necesitado de hacerse grande! Sólo el pequeño puede y aspira a hacerse grande. Por eso, Jesús le da gracias al Padre porque ha revelado la salvación a los pequeños. Y es que sólo los pequeños pueden recibirla.

La lección es clara: "Hagámonos pequeños, necesitados, humildes de aprender. Aprender a estar disponibles; aprender a aceptar todos nuestros defectos e impotencias; aprender a morir a nuestra soberbia y vanidades; aprender a no sentirnos suficientes y sabios. Aprender a no esperar recompensas ni premios; ni halagos y adulaciones. Aprender a ser manos y humildes como el Señor Jesús.

Y sólo abajándonos y empequeñeciéndonos como Él lo podremos lograr.

lunes, 2 de diciembre de 2013

NOS CUESTA CREER


(Mt 8,5-11)

No cabe ninguna duda, nos cuesta creer. Y hasta exigimos pruebas y testimonios para creer. Muchos de los que nos hemos separado o apartado de la Iglesia ha sido por malos testimonios de otros. O simplemente porque no vemos pruebas que nos convenzan. Necesitamos razones y testimonios para creer.

Supongo que Jesús quedó admirado de aquel centurión porque creyó hasta el punto de que no hacía falta que Jesús se moviera de lugar para curarlo. Si él, un simple centurión, tenía poder para mandar una u otra cosa a sus soldados, Jesús, Señor de la Vida y la muerte, podía sanar con solo quererlo.

Hace falta mucha fe. Diría la fe de los niños para creer así. Por eso, mientras no nos hagamos pequeños y seamos sencillos y confiados como los niños, difícilmente nuestra fe crecerá y aumentara. Y eso es lo que le pido hoy al Señor: "Danos Señor una fe como la de aquel centurión que no exija pruebas ni testimonios, sólo con tu Palabra basta.

domingo, 1 de diciembre de 2013

ESPERANDO CON ESPERANZA

(Mt 24,37-44)


Es mejor esperar que tener la esperanza derrotada y apartada. Resignarse es signo y síntoma de haber perdido toda esperanza. Y vivir de esa forma es perder el sentido de la vida y la alegría de vivir. Hoy se abre un camino nuevo; una nueva vida que genera esperanza y expectación:  "El Adviento", la venida del Señor.

Alegría y paz para todos aquellos que esperan la promesa de vivir eternamente en gozo y felicidad. El Señor cumple su Palabra y nosotros debemos estar preparados para su venida. Y prepararse es abrir el corazón y disponerse a dejar el hombre viejo que nos envuelve y edificar el hombre nuevo que queremos ser. Un hombre humilde, sincero, disponible, en actitud de servir y entregado, por amor, a vivir la Palabra del Señor.

Expectantes a su venida, que nace en nosotros, pero que no sabemos cuando vendrá a rendirnos cuenta a su promesa de salvación. Por eso, nuestra expectación debe ser constante, continua, cada día y a cada instante, porque no sabemos el día, ni la hora, ni el momento. Quienes le seguimos en verdad no debemos sentirnos preocupados, porque su venida será de inmensa alegría y felicidad. 

En ese momento, cuando se presente delante de nosotros, habrán acabado nuestras penas, sacrificios y miserias. Seremos, por su Misericordia, verdaderamente dichosos y eternos en su presencia. 

Llena Señor nuestra vida de tu Gracia para que estemos siempre con la lámpara de tu Luz presta y encendida.

sábado, 30 de noviembre de 2013

AQUEL TIEMPO ES HOY


(Mt 4,18-22)

Sí, Jesús habla para el presente. En aquel tiempo llamó a Pedro, Andrés. Unas horas después a Santiago y a Juan. Y hoy, quizás, a ti y a mí. La Palabra está viva y es un Palabra que vive dentro de cada uno de nosotros. De ti y de mí. Se hace vida dentro de nosotros y se transmite en la vida con nosotros, con nuestro testimonio y nuestra palabra.

Pero, al igual que Pedro y Andrés, o Santiago y Juan, esa Palabra dirigida a ti y a mí por Jesús tiene que ser acogida en y dentro de mi corazón. Y como la tierra a la semilla, abonarla y regarla para que fructifique en la viña de mi vida.

Porque, de no ser acogida la Palabra, se queda en el camino, o en terreno de nadie, o absorbida por los terrenos duros y pedregosos... El mundo la corrompe y no la deja morir, la mantiene hasta que se pudra y se pierda para siempre. La inhabilita para que dé frutos.

Por eso, se hace necesario estar atento y receptivo a la llamada del Señor, y ponerse en camino como Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Hoy pasa el Señor delante de mí, y su mirada me invita a seguirle. ¿Qué decidimos nosotros, tú y yo?

viernes, 29 de noviembre de 2013

LOS SIGNOS NOS DESCUBREN LOS ACONTECIMIENTOS

(Lc 21,29-33)


Sabemos o presagiamos cuando puede llover. Raramente llega la lluvia en un día soleado y esplendido. Se prepara y se adorna para advertirnos de su visita, y primero amenaza, cambia el cielo de color y nos avisa que está próxima su llegada. Y empieza gota a gota, y en segundos diluvia.

De igual forma, cuando empiezan los acontecimientos a producirse, según nos ha hablado estos días atrás la Palabra de Dios, son señales que nos advierte de la proximidad del Reino. Debemos estar despiertos y atentos a estas señales, que más que asustarnos nos alertan de que la llegada del Señor está próxima.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos mantenga despiertos y atentos a sus signos y señales, y que no permita que podamos distraernos con las luces y engaños de este mundo que pretende desviarnos.