(Lc 21,29-33) |
Sabemos o presagiamos cuando puede llover. Raramente llega la lluvia en un día soleado y esplendido. Se prepara y se adorna para advertirnos de su visita, y primero amenaza, cambia el cielo de color y nos avisa que está próxima su llegada. Y empieza gota a gota, y en segundos diluvia.
De igual forma, cuando empiezan los acontecimientos a producirse, según nos ha hablado estos días atrás la Palabra de Dios, son señales que nos advierte de la proximidad del Reino. Debemos estar despiertos y atentos a estas señales, que más que asustarnos nos alertan de que la llegada del Señor está próxima.
Pidámosle al Espíritu Santo que nos mantenga despiertos y atentos a sus signos y señales, y que no permita que podamos distraernos con las luces y engaños de este mundo que pretende desviarnos.
Sigamos atentos. El Señor viene ya.
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