(Mt 7,21.24-27) |
Bien saben los arquitectos y los maestros albañiles que hay que buscar unos cimientos sólidos y fuertes para apoyar las columnas donde levantar el edificio a construir. Hacerlo sobre lo aparentemente sólido pero sin certeza, es arriesgarse a que la primera tempestad de nuestra vida barra y se lleve todos nuestros criterios y toda nuestra poca fe.
Buscar esos cimientos sólidos y bien fundados donde apoyar el edificio de nuestra fe es vivir la Palabra más allá de nuestra boca. Es decir, llevarla a la vida y vivirla en la práctica y los hechos de cada día. No será estar bien apoyado en la fe decir: ¡Señor, Señor...! y en la vida de cada día mirar para otro lado cuando el amor te exija compromiso y acción por el bien del otro.
Se trata, pues, de unir Palabra y vida más oración, para ser caritativo y desprendido y disponible a vivir la Palabra y cumplirla. Pero un cumplimiento libre, querido, aceptado, alegre y por amor. Hacerlo por obligación y cumplimiento es someterte por interés, y eso ya no es amar, sino buscar tu propio beneficio e interés. Descubrirás que actúas por egoísmo, y cuando se hace así, a la menor tempestad todo queda destruido.
Pidamos la Gracia del Señor, por eso necesitamos el cemento fuerte y sólido de la oración, para que nuestro edificio de fe sea cada día más solido, firme, confiado y entregado en las Manos del Espíritu Santo.
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