viernes, 6 de diciembre de 2013

SUPONGO QUE HAY QUE ACERCARSE Y GRITAR


(Mt 9,27-31)

Cuando terminé de leer el Evangelio de hoy, me quedé pensando que hubiese sucedido si los ciegos no se acercan lo suficiente, ni gritan lo necesario para llamar la atención de Jesús. Eso arrastró me mente a pensar que hay que acercarse y gritar. O dicho en palabras más vulgares: "Quién no llora, no mama".

También supuse que vale la pena acercarse y gritar, porque aquellos ciegos, desde aquel momento, empezaron a ver. ¿Y nosotros, me pregunté, estamos ciegos? Y en mi continúa suposición, supuse, valga la redundancia, que quizás no seamos ciegos de vista, pero si ciegos de espíritu.

 Posiblemente, muchos, independientes de ser invidentes o no, padecemos la ceguera de ver todo con los ojos y los criterios de este mundo, y no vemos más allá de lo que permanece guardado o enterrado en nuestro corazón. Necesitamos acercarnos a la Luz hasta el punto de que nuestro grito sea tan fuerte por el dolor de sentirnos quemar por la Gracia del Señor.

Es Él quien nos puede devolver la vista, tanto física como espiritual, porque quizás vemos lo que no nos sirve de luz ni de medio para salvar nuestra alma, y permanecemos en la oscuridad para no ver lo que realmente necesitamos para salvarnos. Pidamos esa Gracia, como esos dos ciegos, y dejemosno arrastrar por el Espíritu que nos acerca a Jesús y suplica que nos permita ver.

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