jueves, 25 de febrero de 2021

LA NECESIDAD DE PEDIR

 

Está intrínsecamente dentro de nosotros y vive en lo más profundo de nuestro corazón. Me refiero a la necesidad de pedir, de buscar  y de llamar. Jesús nos lo sugiere y nos lo aconseja: (Mt 7,7-12): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque... 

Desde la concepción de nuestro propio ser, estamos llamados a pedir, a buscar y a llamar. Y lo hacemos desde el vientre de nuestras madres, le pedimos por nuestra vida y sustento en esos nueves meses de gestación. Buscamos acomodo dentro de él, y le llamamos mamá con nuestro llanto desesperado a la hora de ver la luz del sol.

¿Cómo no vamos a experimentar esa necesidad de pedir, de buscar y de llamar, sobre todo aquello que necesitamos para nuestra subsistencia diaria, pero, también, sobre nuestras necesidades espirituales que buscan nuestra felicidad? Todo lo hemos recibido gratuitamente de nuestro Padre Dios: La vida que nos permite recorrer este espacio de tiempo por este mundo hasta llegar a la Vida Eterna que perseguimos y buscamos. Y eso solo lo podemos conseguir caminando con y en el Señor.

Por eso, descubrir esa necesidad de pedírselo, de buscarlo y de llamarle para que nos dé esa Gracia de alcanzar - injertado en Él - esa Vida Eterna que buscamos, es nuestra primera y gran necesidad. Y necesitamos descubrirla y, con perseverancia, pedírsela. En el Evangelio de hoy nos lo dice claramente: 

¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!

miércoles, 24 de febrero de 2021

UNA PADRE MISERICORDIOSO

Lc 11,29-32

Disparamos nuestra soberbia ensoberbecidos por nuestras propias convicciones e ideas que, quizás, sin darnos cuenta, o dándonos cuenta, anteponemos a Dios. Seguimos empecinados en pedir signos y pruebas. Nuestra fe, que creemos un don nuestro, la vendemos cara y no la damos de balde. Exigimos señales que venzan nuestro orgullo y puedan con la resistencia de nuestra fe convenciéndonos. Realmente, somos necios e idiotas.

Muchos otros han derramado y entregado su fe por mucho menos que lo que escuchamos y oímos nosotros. El ejemplo lo tenemos en el pueblo de Nínive cuando Jonás fue a predicar la Buena Noticia - Jn 3 - y el pueblo respondió a su llamada de conversión. Sin embargo, aquí muchos seguimos empeñados en tentar al Señor exigiéndole un signo.

¿Es que no tenemos con su Palabra y las obras de su Vida? ¿No nos basta su Muerte en la Cruz por cada uno de nosotros y, luego, al tercer día, su Resurrección? ¿Qué nos sucede, queremos más signos? ¿Estamos ciegos? Necesitamos espacios - ahora es tiempo propicio, la Cuaresma - para reflexionar, orar y encontrarnos verdaderamente con el Señor. 

Fijémonos en su Infinita Misericordia. A pesar de nuestra tozudez y pecados, nos espera pacientemente tal y como nos cuenta en aquella parábola hermosa del hijo pródigo y Padre amoroso. Él, nuestro Padre Dios, es un Padre amoroso y misericordioso que nos espera siempre, a pesar de nuestros pecados y de darle la espalda, con los brazos abiertos.

martes, 23 de febrero de 2021

MENTE Y VOZ AL MISMO RITMO

 


No es cuestión de hablar, ni tampoco - la oración - consiste, como nos dice el Evangelio de hoy, en pronunciar muchas palabras. Se trata de ir al mismo ritmo la mente y la voz, la palabra y el corazón, lo que se dice y lo que se hace. Ese es el fundamento de nuestra oración, de modo que, no hay oración si no existe sintonía entre la palabra y la vida.

La coherencia es el espejo del compromiso de nuestra oración, de forma que, si no hay coherencia entre lo que decimos y hacemos, nuestra supuesta oración, no diremos que es falsa, pero sí vacía, inútil y sin ningún valor ante los ojos de Dios.

Se hace necesario, y es de sentido común tomar conciencia, al menos esforzarnos en hacerlo, que lo que decimos en nuestras oraciones se corresponda con lo que vivimos en cada instante y momento de nuestras vidas.

El Padrenuestro es la oración por excelencia, y en ella expresamos nuestra disponibilidad de amor a Dios y de someternos a su Voluntad.

lunes, 22 de febrero de 2021

CATEDRA DE MOISÉS - CATEDRA DE PEDRO



Los fariseos, escribas y sumos sacerdotes apoyados en la ley de Moisés, decían pero no hacían. Es decir, una cosa era el decir y otra muy diferente el hacer. Presentaban exigencias para otros que ellos mismo luego no cumplían. Ese fue el panorama con el que Jesús se encontró y denunció. La ley del sábado y muchas otras que, en lugar de liberar al hombre, lo esclavizan.

Posiblemente suceda eso mismo hoy en día. Hay muchas leyes vacías de contenido y sin sentido que van más dirigidas al cumplimiento y normas que a la liberación del hombre. Porque, el núcleo de toda ley es el servicio y bien del hombre. Nunca puede estar sometido el hombre a la ley.

Sin embargo, la cátedra de Pedro nace de la coherencia del decir con el obrar. El decir es fruto del testimonio de lo que uno es y de lo que uno vive. Es el esfuerzo de vivir lo que tu palabra dice llevándolo a la vida a pesar de las propias debilidades y limitaciones de la carne. Porque, se trata de no vivir lo que tus apetencias carnales te piden, sino de vivir según y movidos por el Amor de Jesús.

No te mueve un interés personal, prestigio o lucimiento, sino el confirmar, fortalecer y compartir la fe con los demás, poniendo el énfasis en el servicio y el amor a los demás necesitados, sobre todo a los más pobres y necesitados. Y todo eso, apoyados en la Roca firme que es Pedro por la Gracia de Dios. De forma que todo lo que se construya en la apariencia, la mentira o el engaño queda excluido por sí mismo.

domingo, 21 de febrero de 2021

NECESITAMOS DESIERTOS PARA ENCONTRARNOS CON NOSOTROS Y CON EL SEÑOR

Mc 1,12-15

En muchas ocasiones, sobre todas en aquellas que se nos presentan difíciles y llenas de dificultades, tanto dolorosas como sufrientes, y que nos exigen esfuerzo, fortaleza y voluntad firme y decidida, descubrimos y experimentamos la necesidad de resistirnos al pecado. Un pecado que nos presenta un camino fácil, cómodo, placentero, acomodado, instalado y alejado de todo problema y complicación.

En este sentido, el desierto se convierte en un lugar de silencio interior, introspectivo y reflexivo que nos invita y ayuda a mirarnos interiormente. A mirarnos con una mirada libre, austera, sobria, sacrificada y despojada de toda atadura esclavizada, apegada y cautivada por la seducción del pecado.

Conviene buscar espacios de desierto, de silencio y de compromiso libre que nos ayuden a salir de nosotros mismos y a olvidarnos de nuestras apetencias, egoísmos y satisfacciones entregándonos al servicio de los demás. Y para eso nos sirve y ayuda este tiempo cuaresmal. Un tiempo de reflexión, de mirada introspectiva, de interpelarnos y de prepararnos para no dejarnos esclavizar ni dominar por las tentaciones y seducciones de este mundo tentador y seductor que trata de llevarnos por el camino de los espejismos falsos.

Por tanto, aprovechemos la oportunidad que nos brinda la Cuaresma para buscar esos desiertos que nos ayuden a pensar, a reflexionar y a prepararnos en la lucha diaria contra las tentaciones que tratan de apartarnos del camino.

sábado, 20 de febrero de 2021

LA EXPERIENCIA DE SENTIRTE PECADOR


En realidad es una Gracia de Dios experimentar y saberte pecador. Porque, de no conocer tu debilidad pecadora, tampoco serás consciente de tus pecados, y menos de la necesidad de limpiarlos. Mientras no descubras que eres un enfermo, tampoco descubrirás la necesidad de un médico. Son experiencias tan vitales que solo cuando las descubres entenderás su presencia y necesidad.

Esa fue la experiencia de Leví - Mateo - a la llamada de Jesús. La experiencia de ese encuentro con Él fue lo que desbordó su entusiasmo y su seguimiento. ¡Pensemos!, primero fue la llamada de Jesús: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Y Leví, quizás, para conocerlo mejor le ofreció un comida en su casa - Leví le ofreció en su casa un gran banquete. 

Me atrevo a comentar que eso son los dos primeros a seguir. Responder a la llamada de Jesús, que nos llama, y escuchar lo que nos dice. Y nada mejor que en un banquete donde hay espacio y tiempo para hablar. Luego, después tú decidirás, porque Jesús no te obliga, te propone lo mejor, lo que sabe que tú buscas y deseas. Claro, previamente a conseguirlo hay un camino - en muchos momentos oscuro, arriesgado y duro - pero, siempre con una gran luz al final que lo compensará todo.

Leví actuó así. Eso se desprende del Evangelio. Se dió cuenta de la necesidad de un médico para lavar y sanar sus pecados, y lo encontró en Jesús. También nos toca a nosotros acercarnos a Jesús y a tratar de conocerlo. Pero, para eso necesitamos a alguien que nos acerque a Él, como le ocurrió a aquel eunuco etíope - Hch 8, 26-40 -. Hoy no está Jesús presente corporalmente y necesitamos a alguien que nos hable y nos acerque a Él. La Iglesia cumple esa misión que ha heredado de los apóstoles tal y como Jesús la dejó en manos de ellos.

viernes, 19 de febrero de 2021

CUARESMA Y CONVERSIÓN

Mt 9,14-15

Conversión no significa cumplir y practicar unos actos piadosos que luego no tienen expresión y vivencia en el día a día de tu vivir y obrar. Conversión es algo más profundo que subyace en lo más hondo del corazón humano y que, encontrado, emerge con vitalidad y gran fuerza y se hace centro de cada instante de tu vida. Esa conversión se centra y constata en un estilo propio de valores y vida. Y es ese estilo - el de Jesús - el que seguimos y queremos hacer vida en nuestra vida.

Por lo tanto, no es cuestión de ayuno, limosna u oración, es algo más profundo de lo que se deriva ese ayuno, esa limosna y esa oración. Es un encuentro con Jesús que afecta a toda tu vida y cuestiona tu manera de actuar y de ser. Es una toma de conciencia en centrarte en ti mismo, para despojarte de todo aquello que te esclaviza, que te paraliza y te acomoda egoístamete. Es, en definitva, salir de ti mismo para, olvidado de ti, darte en servicio y caridad al necesitado.

Este tiempo cuaresmal nos ayuda a buscar silencio y espacios de reflexión que nos ayuden a descubrir lo verdaderamente importante, la lucha contra nosotros mismos para, venciéndonos, servir al más necesitado. Y todo sacrificio, privación y esfuerzo - ayuno - limosna - oración - nos ayuda a fortalecernos y a ser capaces de sostener ese equilibro corporal y espiritual que nos sirva para despojarnos de nuestras esclavitudes, ser más libres y poder así avanzar en nuestra conversión de ser cada día un poco más parecido a Jesús.