lunes, 3 de mayo de 2021

UN CAMINO INAGOTABLE

 

En la vida no paramos de caminar y, malo sería parar, eso significaría retroceder y si retrocedes tu vida pierde todo sentido y se precipita al abismo y la perdición. La vida es vida en cuanto es camino y camino, como dice la poesía, se hace al andar. Pero, no un camino cualquiera, pues, son muchos los que conducen al precipicio. Solo uno lleva a la felicidad que todo hombre busca.

Jesús, en el Evangelio de hoy, conociendo lo que hay dentro de nuestro corazón, se nos revela como el verdadero Camino que todos buscamos, aunque muchos lo ignoremos o no lo sepamos ni queramos saberlo. Pero, también, nos dice que Él es la Verdad, esa Verdad que a todos gusta y goza saber y tener, y que todos también, aunque inconscientemente, buscamos.

Porque, vivir sin verdad es vivir con un corazón enfermo, con remordimiento y sin libertad. La Verdad es la que nos hace libre. Sin libertad no hay vida ya que una vida encorsetada, esclavizada y sometida es una vida sin sentido, empobrecida, enferma y sin sentido. Por eso, Jesús nos dice hoy con toda claridad que Él es el verdadero Camino, la única Verdad y esa Vida que todos buscamos y ansiamos encontrar.

domingo, 2 de mayo de 2021

LA VID Y EL SARMIENTO

 

Somos sarmientos y sin permanecer unidos a la vid nuestra vida quedaría estéril y sin posibilidad de dar frutos. Pero, no se trata de una vida cualquiera, sino de la única Vid que da esa Vida Eterna que todos buscamos. Una Vida de la que sus frutos son, no solamente frutos sino verdaderos frutos de amor. Pero, ¿quién es esa Vid capaz de hacernos dar esos hermosos frutos de amor? Sin lugar a duda, hablamos de Jesús de Nazaret.

El mismo nos lo dice en el Evangelio de hoy: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos». 

Fuera de Jesús nada tiene tiene sentido y todo se pierde. La vida no tiene ningún sentido, pues, al final a todo le llega su tiempo y su hora. Vivir desconectado de Jesús es vivir desenchufado de la Vida de Gracia y, en consecuencia, nuestra capacidad  de dar frutos es finita y limitada y nuestros frutos, por tanto, también finitos y caducos. Frutos temporales que no cuentan para el gozo y la plenitud eterna.

Jesús lo ha dicho dejándolo muy claro, sin Él nada podemos hacer, de modo que, solo injertado en Él nuestros frutos son verdaderos frutos de amor. Por tanto, acerquémonos al Señor e injertémonos en Él para que nuestros frutos sean verdaderos frutos de amor.

sábado, 1 de mayo de 2021

JESÚS, REFLEJO DEL PADRE

 

A Dios nadie lo ha visto, pero, en Jesús y conociéndole a Él podemos imaginar y conocer al Padre, porque, precisamente, el Padre y Jesús son uno. Por tanto, Jesús es la clave para conocer al Padre. Jesús, encarnado en naturaleza humana - hecho hombre - ha bajado a este mundo y ha convivido con los apóstoles y demás discípulos durante tres años de vida pública. Pero, lo más importante es que nos ha dejado su Palabra recogida en las Escrituras y que la Iglesia nos ha transmitido a través de los siglos.

De modo que, conociéndole en y por su Palabra, conocemos a Jesús y también sus obras. Y ese conocimiento nos da también el conocer al Padre. Y no son deducciones que nos imaginamos nosotros, sino la misma Palabra de Jesús que nos lo dice: «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto». Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: « ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.

Es, por tanto, deducir lo que acabamos de expresar. El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre.  Los apóstoles han visto al Señor. Se lo dejó muy claro, Jesús, a Tomás, y, nosotros, conocemos a Jesús a través de lo que nos dicen los apóstoles de Él en los Hechos. Jesús, nos dice, habla según la Voluntad del Padre. No ha venido por cuenta propia, sino enviado por el Padre y para hacer la Voluntad del Padre.

Ahora, ¿cuál es nuestro problema? Posiblemente, el mismo que Tomás. Teniendo su Palabra y el testimonio de la Iglesia, los apóstoles y sus obras, tampoco nosotros conocemos al Padre. Porque, Jesús está en el Padre, y el Padre en Jesús. Luego, si no conocemos al Padre, es síntoma de que tampoco conocemos a Jesús.

¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras.» Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.

viernes, 30 de abril de 2021

TÚ, SEÑOR, MANDAS EN MI VIDA

 

En muchas ocasiones nos empeñamos en entender y razonar muchas cosas respecto a la fe y a Dios, que en el fondo buscan razones para justificar las nuestras y, de esa forma, resistirnos a entregarnos plenamente al Señor. Porque, ¿cómo pretendo entender el misterio de Dios? ¿Acaso quiero ser igual a Él? Porque, un Dios inteligible deja de ser Dios. Esa es la razón por la que necesitamos creer y fiarnos de su Palabra. Y, para ello, nos da razones y testigos que sí han compartido con Él tres años de su Vida pública.

Señor, yo creo en Ti y no me hace falta pruebas ni más testigos. Me fío de esa Iglesia apostólica que Tú has dejado fundada en la roca de Pedro, primado de tus apóstoles, y en la Iglesia, continuadora de tu misión. Yo creo que Tú, como nos dice hoy el Evangelio - tu Palabra - vendrás a buscarme y a llevarme Contigo a esa morada eterna que preparas para mí y para todos los que creen en Ti y te esperan perseverando en tu Palabra.

No puedo imaginarme ese hermoso lugar que preparas, pero sí intuyo que será inimaginable para mí porque en él seré y alcanzaré la plena y absoluta felicidad. Y digo, donde alcanzaré la plena felicidad, porque, ya desde la hora que he empezado a intimar Contigo soy ya feliz en este mundo, aunque no plenamente, pues tengo que padecer esas pruebas que dejen al descubierto el testimonio de mi fe.

Pero, sí me embarga una esperanza inmensa de gozo al saber que me has dicho que vendrás a buscarme y a llevarme contigo. Eso me ánima y me llena de alegría y esperanza. Porque, sé que Tú siempre cumples tu Palabra.

jueves, 29 de abril de 2021

UNA RELACIÓN SENCILLA Y HUMILDE

 

Está claro y más cerca de lo que pensamos. Posiblemente, nosotros la hacemos más compleja y difícil y la llenamos de normas y preceptos que a veces, por no decir siempre, nos resulta una carga demasiada pesada hasta el punto de, cansados, abandonar. Con todo ello, no queremos significar que las normas, los cumplimientos sean malos o estén de más. Nada de eso, siempre que se pueda y haya fortaleza proporcional a la carga, ¡estupendo! Será siempre bueno.

Pero, ¡cuidado!, no es esa la razón principal para lo que ha venido el Señor. En el Evangelio de hoy nos lo dice claramente: (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

 No busquemos, por tanto, situaciones, compromisos y relaciones complicadas, complejas y difíciles de llevar a cuesta. Seamos simples, sencillos y humildes. Así se presentó el Señor y así nos quiere a cada uno de nosotros. El secreto, la clave está en la relación sencilla, sincera, verdadera, natural, descubierta con nuestro Señor Jesús. Tal y como la tiene Él con su Padre. Es una relación íntima, personal, confiada y abierta. Sin secretos y profunda e íntima. Aprendamos, pues, de Él y abramos nuestro corazón a la disponibilidad de recibir el conocimiento del Padre.

miércoles, 28 de abril de 2021

SOY LA LUZ DEL MUNDO

 
Jesús no viene por su cuenta, aunque, eso sí, viene libre y por voluntad propia, obedeciendo la Voluntad del Padre, que lo envía como Luz del mundo. Quien cree en El cree en el que lo ha enviado, y quien le ve, ve al que le envió, el Padre. Y eso no lo digo yo sino el mismo Jesús:
                       En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. 
 
Por lo tanto, la cosa es seria, pues son Palabras del mismo Jesús. Y será la Palabra quien te juzgue al final de tu vida. Jesús no viene a juzgar sino a salvar. Por y para eso, Él, trae la Luz para que veamos y sepamos salir de las tinieblas en las que estamos. Él es la Luz que nos ilumina y nos señala el Camino, la Verdad y la Vida. Él es nuestra referencia y modelo hasta el punto que su Palabra nos marca la verdad, la justicia y el amor que debemos tener respecto a los demás.

No viene a juzgarnos sino a salvarnos, y, aquellos que no creen en Él y le rechazan quedarán juzgados por su Palabra. Porque su Palabra es el Camino y la Verdad que todos debemos seguir. Sin ella el mundo queda en la oscuridad y a la deriva. ¿No lo notas? Es lo que está sucediendo ahora en este mundo de espalda a Dios, donde el hombre está perdido y experimenta que cada vez más la oscuridad envuelve al mundo.

Sus Palabras son claras y despejan toda duda: 
                                                                     Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».

martes, 27 de abril de 2021

¿ERES TÚ EL MESÍAS PROMETIDO?

 
La desconfianza está a la orden del día: No basta solo la palabra, se hace necesario que también esa palabra tenga cumplimiento. La fe, aunque no entiende, sí exige ver que esa palabra que se propone tenga coherencia y cumplimiento en la vida. Jesús no nos propone una fe desprovista de razones. Bien es verdad que nunca podremos entender el misterio del Señor, pero si podemos creer en Él, porque su Palabra tiene cumplimiento. Y así nos lo dice Jesús:
                                                              Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.

Nuestra ceguera, cuando no nos interesa ver, esconde toda buena razón y los hechos que se exponen delante de nuestros ojos. La Iglesia, continuadora del anuncio de la Buena Noticia, sigue anunciándola hoy. Muchos se resisten a creerla y son indiferentes a ese anuncio de salvación. Pero, otros, no solo no creen en la Palabra de Jesús, sino que tampoco creen en sus obras y el testimonio que la Iglesia nos da a través de los apóstoles, testigos presenciales que compartieron con Él tres años de sus vidas.

Hoy, la Iglesia continúa esa labor misionera y salvífica. Y, también, continúa realizando, por y con el Nombre de Jesús, obras que dan razón de su presencia entre nosotros. Sin embargo, muchos seguimos con los oídos cerrados y los ojos vendados. Solo aquellos que escuchan la Palabra de Dios y acuden a su llamada serán los elegidos y los que tendrán Vida Eterna.

Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».