Jesús no viene por su cuenta, aunque, eso sí, viene libre y por voluntad propia, obedeciendo la Voluntad del Padre, que lo envía como Luz del mundo. Quien cree en El cree en el que lo ha enviado, y quien le ve, ve al que le envió, el Padre. Y eso no lo digo yo sino el mismo Jesús:
En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí,
sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me
ha enviado.
Por lo tanto, la cosa es seria, pues son Palabras del mismo Jesús. Y será la Palabra quien te juzgue al final de tu vida. Jesús no viene a juzgar sino a salvar. Por y para eso, Él, trae la Luz para que veamos y sepamos salir de las tinieblas en las que estamos. Él es la Luz que nos ilumina y nos señala el Camino, la Verdad y la Vida. Él es nuestra referencia y modelo hasta el punto que su Palabra nos marca la verdad, la justicia y el amor que debemos tener respecto a los demás.
No viene a juzgarnos sino a salvarnos, y, aquellos que no creen en Él y le rechazan quedarán juzgados por su Palabra. Porque su Palabra es el Camino y la Verdad que todos debemos seguir. Sin ella el mundo queda en la oscuridad y a la deriva. ¿No lo notas? Es lo que está sucediendo ahora en este mundo de espalda a Dios, donde el hombre está perdido y experimenta que cada vez más la oscuridad envuelve al mundo.
Sus Palabras son claras y despejan toda duda:
Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga
en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le
juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al
mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le
juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día;
porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha
enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su
mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre
me lo ha dicho a mí».
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