martes, 15 de febrero de 2022

CON LA VISTA EN EL PAN MATERIAL

 

Es verdad que necesitamos los bienes materiales y que no podemos dejar todo a la improvisación, pero, no podemos perder de vista que Dios es nuestro Padre y sabe de nuestras necesidades. Posiblemente, todo aquello que no podamos remediar, el Señor nos asistirá y proveerá. Lo esencial es que no pongamos nuestra confianza en los bienes materiales, sino en Dios, nuestro Padre.

Jesús nos ha mostrado el camino con estos dos milagros de la multiplicación de los panes y peces. Ha saciado el hambre de aquella multitud que le seguía y llevaba varios días con Él. Y el resultado es que todos se saciaron y sobraron unas doce canasta y en el otro siete – Mt 14, 13-21 y Mc 8, 1-10 – mostrándonos que Él se preocupa por nosotros y que estando en Él nada nos faltará. 

Quiere enseñarnos que nuestra confianza debe estar en Él, y no en el mundo ni en nuestras fuerzas. Quiere hacernos ver que, suceda lo que suceda, debemos de confiar y apoyarnos en Él. ¿Qué nos sucede? ¿Es que no vemos lo que Jesús hace por nosotros? ¿Es que no sabemos y creemos que Jesús, venciendo la muerte, ha Resucitado? ¡Abramos nuestros ojos y oídos!

lunes, 14 de febrero de 2022

TODO DEPENDE DE TI

Es cierto que eres una gota en el océano. Una simple gota que impulsada por el viento y, envuelta en una ola, eres arrojadas a la roca o a la arena de la playa, donde quedarás abrazada y evaporada en un instante por el ardiente sol. Tu vida ha sido eso, un navegar por la inmensidad del océano hasta llegar a la orilla y quedar abrazada por el sol o absorbida por la arena.

Pero, simple y pequeña, formas, quieras o no, parte de ese océano. Océano que está formado por ingente billones o trillones de gotas como tú. De la misma manera, tú- también yo – formamos parte de este mundo. Dios, nuestro Padre y Creador, ha querido que formáramos parte de este mundo «igual como si de una gota de agua se tratara». Y, lo lógico y de sentido común es que si estamos en él es para algo. Formamos parte de él y tendremos una misión que hacer. Al menos vivir y dar todo ese amor que interiormente sentimos y tenemos dentro de nosotros. Porque, nuestra característica esencial es el amor. Venimos del Amor y vivimos en plenitud cuando realmente amamos como nuestro Creador.

Todos aspiramos a un mundo en paz, en verdad y justicia. Un mundo donde la fraternidad y el amor reinen como verdad y justicia. Todos deseamos la paz, y eso lo notamos en los innumerables intentos de paz que vemos que se realizan entre las Instituciones, Gobiernos y autoridades que dirigen este mundo. Sin embargo, no hacemos todo lo que podemos y debemos hacer. Sometidos por el pecado quedamos a merced del mundo, demonio y carne. Nuestras propias debilidades y flaquezas son seducidas por esas ofertas de falsa felicidad con las que el mundo, el demonio y nuestra propia carne nos tientan. Tratan de desviarnos del verdadero camino.

Por eso, la mies es mucha, tal y como dice el Evangelio, y se necesitan obreros para dar a conocer esa Buena Noticia que vive dentro de todo corazón humano. Es por eso, porque tú y yo hemos sido creados libres, por lo que todo dependerá de nuestra respuesta.

domingo, 13 de febrero de 2022

UN CORAZÓN LLENO DE RIQUEZA RECHAZA A DIOS Y NO LE DEJA SITIO EN SU CORAZÓN

 

Los bienes materiales son necesarios. Somos cuerpo y alma y para lo primero necesitamos alimentarnos de los bienes materiales – alimentos – y, para lo segundo – el alma – el alimento espiritual, que nos conforta y sostiene espiritualmente. Necesitamos vivir dignamente – vestir, comer y vivir bajo techo – y eso exige dinero.

Sin embargo, una cosa es necesitar y utilizar los bienes materiales según nuestras necesidades materiales, y, otra muy diferente, es construir nuestra vida y hacer centro de la misma la consecución, posesión y objetivo de las riquezas materiales. Tener como centro de nuestra vida el dinero nos aleja de Dios y, presuntamente, del alimento espiritual que nos sostiene en el duro camino de nuestra vida.

La mayor dignidad del hombre es ser consciente de que es hijo de Dios. Y ser hijo de Dios significa que nuestro destino es alcanzar la plena felicidad eterna. Aunque, eso, suponga previamente un camino de espina y contra corriente y de sufrimiento - la llamada cruz de nuestra vida -.Pero, eso también presupone que seamos más proclives e inclinados a tener, en el centro de nuestros corazones, a dios. Y, si miramos que es lo que nos interesa y a donde realmente vamos irremediablemente, nos consideraremos dichosos y bienaventurados cuando tengamos que soportar y cargar con nuestras cruces ─ bienaventurados los que… ─ y eso no significa la renuncia a los bienes materiales y necesarios, sino utilizarlos y compartirlos de manera responsable con aquellos más necesitados y carente de ellos. 

Es decir, con los pobres y marginados. Es eso a lo que precisamente nos llama Jesús, a amar. Porque, cuando piensas en los otros y te preocupas por sus situaciones estás amando. Y eso es y significa tener a Dios en el centro de tu vida. Y, simplemente, por eso eres bienaventurado.

sábado, 12 de febrero de 2022

COMPADECIDO, JESÚS DA DE COMER AL GENTÍO

 

Jesús siente compasión por nosotros. Lo hizo durante su vida pública en este mundo y también lo hace ahora a cada instante de nuestra vida. Se compadece de nuestras debilidades y, por su Infinita Paciencia y Misericordia, somos perdonados e invitados a compartir su Gloria para toda la eternidad. ¡Estamos salvados! Posiblemente, no lo advirtamos ni nos demos cuenta de esa realidad, porque, de ser así cambiaría toda nuestra vida y la forma de vivirla.

Eso no nos va a eximir de cargar con nuestras cruces. La muerte es el final de esta vida y tendremos que sufrirla. También, la eternidad en plenitud y a la derecha del Padre tiene una propuesta, el amor. Y no podemos abstraernos ni desviarnos de ese camino. Él nos lo señala con su Camino, su Verdad y su Vida. Sin embargo, como se nos dice hoy en el Evangelio, Jesús se preocupa por el gentío. Sabe que muchos están fatigados, llevan varios días con Él y no quiere despedirlos con el estomago vacío y que puedan desmayar. Preguntan por la comida disponible. Le dicen que hay siete panes y algunos peces. Y Jesús multiplica esa comida para abastecer abundantemente a todos hasta saciarse. Deja bien claro que es el Hijo de Dios; su Amor es incondicional y misericordioso y nada hay imposible para Él.

El Evangelio de Marcos termina así: … Y, pronunciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. Fueron unos cuatro mil; y Jesús los despidió. Y hoy, como si fuera una continuación de esa multiplicación del pan, seguimos alimentándonos del Pan Eucarístico para fortalecernos y no desmayar en el camino de nuestra vida hacia la Casa del Padre. Un camino que se hace duro, que va contra corriente en un mundo que vive de espaldas al mensaje del Señor. Nada ha cambiado. Hoy hay muchos que siguen rechazando el Anuncio de la Buena Noticia o mostrándose indiferente a su Palabra. Las seducciones del mundo debilitan y fatigan tu peregrinar hacia el encuentro con el Señor. Necesitamos ese alimento espiritual – Pan Eucarístico – que nos fortalece y nos da ánimo y aliento para soportar y vencer las dificultades que nos salen en el camino.

viernes, 11 de febrero de 2022

LA BUENA NOTICIA SE PROCLAMA

 

No se pueden callar – dice el Evangelio, Mc 7, 31-37 – y proclaman lo que han visto y oído: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos». También, en nuestro mundo hay muchos sordos y ciegos. No sordos como el Evangelio, sino sordos y mudos de corazones endurecidos que, quizás, oyendo físicamente, cierran sus corazones a la Palabra de Dios. 

Meditar, pensar y reflexionar sobre donde nos encontramos nosotros en este momento sería, además de bueno, necesario para crecer en nuestra fe y avanzar hacia un encuentro profundo, serio y comprometido con Jesús, el Hijo de Dios.

Porque, posiblemente, nuestros oídos no estén lo suficientemente abiertos a la Palabra de Dios y, muchas veces, no oigamos sino los cantos de sirena que nos vienen del mundo y lo que queremos oír y nos conviene a nosotros, pero no lo que Dios nos dice a través de su Palabra. Palabra de Dios que se anuncia para todos sin excepción ni condiciones. Y actúa en todos para que también los que la reciben, se abran a ella y la proclamen por todas partes.