domingo, 13 de febrero de 2022

UN CORAZÓN LLENO DE RIQUEZA RECHAZA A DIOS Y NO LE DEJA SITIO EN SU CORAZÓN

 

Los bienes materiales son necesarios. Somos cuerpo y alma y para lo primero necesitamos alimentarnos de los bienes materiales – alimentos – y, para lo segundo – el alma – el alimento espiritual, que nos conforta y sostiene espiritualmente. Necesitamos vivir dignamente – vestir, comer y vivir bajo techo – y eso exige dinero.

Sin embargo, una cosa es necesitar y utilizar los bienes materiales según nuestras necesidades materiales, y, otra muy diferente, es construir nuestra vida y hacer centro de la misma la consecución, posesión y objetivo de las riquezas materiales. Tener como centro de nuestra vida el dinero nos aleja de Dios y, presuntamente, del alimento espiritual que nos sostiene en el duro camino de nuestra vida.

La mayor dignidad del hombre es ser consciente de que es hijo de Dios. Y ser hijo de Dios significa que nuestro destino es alcanzar la plena felicidad eterna. Aunque, eso, suponga previamente un camino de espina y contra corriente y de sufrimiento - la llamada cruz de nuestra vida -.Pero, eso también presupone que seamos más proclives e inclinados a tener, en el centro de nuestros corazones, a dios. Y, si miramos que es lo que nos interesa y a donde realmente vamos irremediablemente, nos consideraremos dichosos y bienaventurados cuando tengamos que soportar y cargar con nuestras cruces ─ bienaventurados los que… ─ y eso no significa la renuncia a los bienes materiales y necesarios, sino utilizarlos y compartirlos de manera responsable con aquellos más necesitados y carente de ellos. 

Es decir, con los pobres y marginados. Es eso a lo que precisamente nos llama Jesús, a amar. Porque, cuando piensas en los otros y te preocupas por sus situaciones estás amando. Y eso es y significa tener a Dios en el centro de tu vida. Y, simplemente, por eso eres bienaventurado.

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