jueves, 18 de septiembre de 2014

MUCHO ME TEMO SEÑOR QUE MI VIDA TE DEFRAUDE

(Lc 7,36-50)

No me siento digno Señor de merecer tanto amor y, menos, la salvación. Mi vida no es dinga de tanto amor y misericordia, porque no respondo a tu Voluntad. Estoy más cerca de ese fariseo engreido y soberbio que quiso valerse de tu buena y afamada reputación y, ni siquiera atendiéndote como manda la ley, te invitó a comer a su casa para pavonearse de tu presencia y amistad.

Porque Tú, Señor, estás con todos, con los que viven en la mentira y la hipocresía, y también con los que se esfuerzan en vivir en la verdad y el amor. Porque nadie tiene esa dignidad de vivir en la verdad y la justicia. Sólo Tú, Señor, eres Justo, Verdad, Camino y Vida Eterna.

Ante la conducta oportunista e hipócrita de ese fariseo, Tú le descubres sus intenciones y pensamientos que buscan desacreditarte y acusar a esa mujer que, agradecida y arrepentida, llora su pecado manifestándote alabanza y atenciones. Yo también quiero alejarme de esa imagen farisaica e hipócrita de tu anfitrión y estar más próximo a la de esa mujer que llora sus pecados y te reconoce su Señor.

Quiero acercarme a Ti, Señor, porque sé de tu Compasión y Misericordia. Porque sé que has venido para salvarme y darme la fuerza necesaria para transformarme de hipócrita en justo y humilde. Hoy me lo revelas y descubres en tu encuentro con Simón el fariseo y la mujer pecadora. 

Yo espero y te pido que me atiendas a mí también y me des la sabiduría de alabarte, recibirte con el agua para tus pies, el ungüento para tus cabellos y el beso de la paz. Y rendirme a tus pies para servirte según tu Voluntad. Amén.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

COMO NIÑOS EN LA PLAZA

(Lc 7,31-35)

Es frecuente encontrar diferentes opiniones y criticas sobre lo que se haga o se proponga en los grupos o comunidades. Pero más en los pueblos o barrios donde gravita la vida de una parroquia. Parece que nunca se acierta y, para unos la medida o norma no está nada bien, y para otros quizás sea excesiva o fuera de tono.

En resumen, que como nos proclama hoy el evangelio: Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’.

Todo nos parece mal cuando pensamos que somos nosotros los que estamos capacitados para hacer o deshacer, y todo tiene que ir de acuerdo con nuestra manera de pensar y de ver. Porque también todo se nos tiene que consultar o se nos tiene que escuchar. Nuestra soberbia  busca razones para justificar nuestro orgullo, nuestra comodidad, nuestra pereza, ambiciones e intereses.

Y es que nos cuesta reconocer nuestros egoísmos y dar el brazo a torcer. Bañarnos de humildad y aceptarnos pecadores y necesitados de salvación redentora es el gran paso que nos cuesta dar. Todo encuentro con el Señor necesita pasos de humildad que nos ayude a reconocernos lo que realmente somos, pecadores necesitados de salvación.

Y para eso ha venido Jesús, para darnos la sabiduría y la fuerza de conversión que todos necesitamos para soportarnos, perdonarnos y amarnos. No hay otro camino.

 

martes, 16 de septiembre de 2014

EL HIJO DE LA VIUDA DE NAÍN

(Lc 7,11-17)

Supongo, no puedo entenderlo de otra forma, que la gente que presenció este milagro de Jesús quedaron tocados y, con toda probalidad, se convirtieron. No hay otra salida, sino la de creer al ver un chico joven en ataúd camino al cementerio para ser enterrado y, de repente, parado y llamado a la atención por Jesús, despierta, se levanta y se pone a hablar.

¿No es para arrodillarse y postrarse ante el Señor? ¿Es qué hay otra manera de reaccionar o responder? Supongo que eso fue lo que sucedió porque no se puede entender otra cosa. "El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina".

Lo que nos cuenta el Evangelio es lo que todos, por pura lógica, pensamos que pudo suceder. No es normal resucitar a un muerto, y quién lo hace descubre y revela que tiene poder sobre la muerte. Pero al mismo tiempo, que nos revela su Divinidad al tener poder sobre lo natural, nos manifiesta su Amor Misericordioso al tener compasión de ella y preocuparse por su dolor y su llanto.

El Señor nos expresa el motivo de su misión: "Ha venido a salvarnos, ha darnos la esperanza sobre la muerte. Ya no es ella la que tiene la última palabra. Es el Señor dueño de la muerte y la vida. Y ha venido para darnos Vida en abundancia. 

Danos Señor la sabiduría de descubrirte como Hijo de Dios y Señor de la Resurrección, porque quienes creen en Ti tendrán Vida Eterna. Amén.


lunes, 15 de septiembre de 2014

EN EL CAMINO JUNTO A MARÍA


(Lc 2,33-35)

María, la Madre de Jesús, y también Madre nuestra, no sólo nos acompaña en el camino sino que también nos sirve de guía, ejemplo, testimonio y Madre. Ella que, desde la boda de Caná, indicó la hora para que Jesús irrumpiera públicamente convirtiendo el agua en vino, también hoy nos indica a nosotros que el camino de nuestra vida está en seguir a su Hijo.

Ella que, al pie de la Cruz, supo soportar, por la Gracia del Padre, el sufrimiento y sacrificio de su Hijo, tal y como años atrás le había profetizado el viejo Simeón, nos transmite la actitud, el camino y el testimonio de perseverar y confiar en su Hijo Jesús.

Por eso, María es Madre, y ya sabemos cómo se comportan las madres. Pero en María, la Madre de Dios, su forma de mirarnos, acompañarnos y arroparnos es especial, porque la Madre del Señor, llena de su Gracia, es especial. Su ternura, su sencillez, su paciencia, delicadeza, constancia, humildad y generosidad nos llena de fortaleza, de luz, de esperanza y alegría para, también como Ella, ver y entender que la Cruz, donde Ella acompañó y vio morir a su Hijo es signo de liberación y salvación.

Por eso, Madre, acompáñanos y guíanos por el camino que, junto a tu Hijo, Tú supiste recorrer y que comienza en Él y termina en Él. Amén.

domingo, 14 de septiembre de 2014

¡POR TU CRUZ, SEÑOR, HAS REDIMIDO AL MUNDO!

Jn 3, 13-17


No es cuestión de lamentaciones, ni tampoco de desesperación. Es verdad que estamos muy heridos, pero no muertos, y si el Señor, enviado por el Padre, no hubiese pasado, voluntariamente aceptada, por una muerte de Cruz, nosotros estuviésemos irremediablemente condenados a una muerte de perdición por nuestros pecados.

Pero nada de eso, Jesús, aceptando voluntariamente la Voluntad del Padre, se ha entregado libremente a una muerte de Cruz para remisión de nuestros pecados y, por su amor, a rescatarnos para la Vida Eterna. ¡Estamos salvados por la Cruz! Jesús, por Voluntad del Padre, ha bajado del cielo, no para jugarnoz sino para salvarnos del juicio, porque por el pecado estamos heridos y condenados, pero por el Señor y por su muerte en la Cruz hemos sido rescatados y salvados para la vida eterna.

En la Cruz, símbolo no de muerte sino de Resurrección, Jesús ha pagado por todos nuestros pecados y nos ha rescatado como hijos adoptivos del Padre igualándonos como coherederos de su Gloria. La Cruz se convierte en signo de esperanza, porque nuestra vida está llena de cruces, cruces que salen en nuestro camino aunque queramos evitarla. Cruces que nos acusan y nos persiguen cuando vivimos en la verdad y en la renuncia a la mentira e injusticia.

Son las cruces que cada uno encuentra en su propia vida. Cruces que como las alegría y penas aparecen y desaparecen y nuestra misión es aceptarlas siempre desde la Voluntad del Padre. Así hizo Jesús, el Hijo, y libremente y voluntariamente, acepto una muerte de Cruz para salvarnos.

Danos Señor la fuerza y sabiduría de saber aceptar las cruces que sirven para hacernos mejores y crecer en vivir y cumplir tu Voluntad, porque es esa la que nos salva. Amén.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Y ME LO REPITES EN EL EVANGELIO


(Lc 6,43-49)

Hoy he tenido un diálogo con el Señor en el camino hacia la Capilla de oración. La publicaré en el blog vivencia (140914), y ahora, inmediatamente, me lo repites de nuevo en tu Palabra Evangélica. No te amo más, me has dicho por el Espíritu Santo, por mis compromisos y prácticas de piedad contigo que por mis actos de bondad con las personas que convivo y se cruzan en el devenir de mi camino. 

Mi compromiso de amor no se exterioriza sólo en mis palabras, sino especialmente por mis obras. Obras que se concretan en el acontecer de mi vida diaria con las personas que me rodean y con las que conviven por el camino de mi propia vida. 

No estoy contigo, Señor porque te lo diga, sino porque mis obras en los demás lo certifican y corroboran. Dame la sabiduría, fuerza y voluntad de que mi piedad y cumplimientos vayan acompañados y refrendados por mis obras. Y acepta, Señor, mi corazón contrito, humillado y pecador que cada día, a pesar de mis buenos propósitos se hunde en el pecado de su carne y limitaciones. 

Inunda mi corazón Señor de buena semilla para que dé buenos frutos, porque de buena semilla sólo saldrá buenos frutos. Llena la tierra de mi vida de tu Palabra, para que escuchándola, no sólo la cumpla sino que también la viva apoyado, como casa en roca, en la fuerza y asistencia del Espíritu Santo.

viernes, 12 de septiembre de 2014

EN LA OSCURIDAD NOS PERDEMOS


(Lc 6,39-42)


La noche nos deja quieto, paralizados, incapaz de andar, al menos sabiendo bien a donde nos dirigimos y que suelo pisamos. Preso de esa necesidad de luz, el hombre buscó luz, y en el tiempo logró iluminar la noche, pero no así su vida. Se necesita una Luz Infinita para ver de dónde venimos, a dónde vamos y quienes somos.

Quizás vemos con la luz d este mundo, pero no alcanzamos a ver la Luz del otro. Y es el otro el que nos interesa, porque la Luz nos revela que es allí donde estamos invitados y destinados a ir y en donde colmaremos plenamente nuestras ansias de felicidad buscadas.

Hoy, Jesús, el Hijo de Dios, Luz Infinita, enviado por el Padre, nos descubre y revela el Amor del Padre y la promesa de salvación por los méritos de su Muerte y Resurrección entregada libremente. Y nos advierte de nuestra propia oscuridad y locura al querer también guiar a otros tan ciegos como nosotros. 

Como se nos ocurre, estando sucios, lavar a otros. ¿No será lo lógico mancharlo con nuestra suciedad más que limpiarlo? Corresponde primero limpiarnos nosotros para luego ayudar a limpiar a otros. Y es eso lo que Jesús nos denuncia, advierte y propone en el Evangelio de hoy con palabras más exacta y llenas de sabiduría: ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

Te pedimos Señor la luz que abra nuestros ojos para, no sólo caminar en tu Palabra al ritmo del Espíritu Santo, sino, con la sabiduría que viene de lo alto, alumbrar también el camino de mis hermanos. Amén.