miércoles, 11 de marzo de 2015

LOS ENFRENTAMIENTOS NOS ALUMBRAN EL CAMINO

(Mt 5,17-19)


Hay un dicho que dice así: "Siempre se aprende algo, incluso hasta de lo malo". Y es verdad, porque, incluso de lo malo aprendemos a resguardarnos y que eso no se debe hacer. En ese sentido, de los enfrentamientos entre los mismos hermanos en la fe, se pueden extraer buenas consecuencias que nos alumbren el camino a seguir.

Hoy he aprendido, en un dialogo constructivo e interesante, que los enfrentamientos no son signos del Espíritu Santo, porque el Espíritu no nos divide. Posiblemente esas inclinaciones a imponer de forma suave nuestras apreciaciones, ideas y creencias venga de Aquel que le interesa dividir y enfrentar. 

Trata de hacernos creer lo importante que somos y cuanto sabemos, y que somos nosotros los que estamos en la verdad. Dividir es cosa del diablo, porque el Señor ha venido a que seamos uno solo, como el Padre y Él son Uno. Por eso, cuando nuestras diferencias tratan de apartarnos, pensemos que el diablo está logrando su objetivo.

Busquemos siempre la unidad con las armas que el Señor quiere poner en nuestras manos: el amor y la humildad. Necesitamos amarnos hasta el punto de ser humildes y perdonar. Jesús nos dice hoy que no ha venido a quitar nada de la Ley  y los profetas, sino, simplemente, viene a perfeccionarla. Porque no se trata simplemente de cumplir, sino de hacerlo por amor.

Y el amor no significa sentirlo o desearlo, sino comprometerse a vivirlo, a buscar el bien, a convertir mi mirada en una mirada limpia, serena, sin segundas intenciones. Amar exige ser libre, porque sólo el que es libre puede amar. Y la prueba del amor es el perdón. Sólo aquel que está dispuesto a perdonar, ama.

Conclusión: Los enfrentamientos son naturales, pero nos sirven para probar si realmente nos amamos soportándonos y aceptándonos, y buscando, caminando unidos, el único Camino, Verdad y Vida que es Jesús.

martes, 10 de marzo de 2015

EL PERDÓN: LA LLAVE DE LA PUERTA DEL CIELO

Mateo 18, 21-35


No hay otro secreto, el perdón es el arma con la que podemos vencer, y la llave para abrir la puerta del cielo. Porque en la medida que perdonemos a los que nos ofenden, seremos perdonados también por el Señor, nuestro Padre.

El Señor se ata a nuestro perdón. Deja su decisión en nuestras manos, de forma que, en la medida que tú perdones, también serás perdonado. Nada tendrá que hacer el Señor, porque eres tú quien decides. Realmente, ¿nos damos cuenta de lo que se nos ha entregado? 

Somos los protagonistas y los dueños de nuestra salvación.  Es decir, el Señor ha querido que dependa de ti y de mí. Así de sencillo y de grande. Pero lo más grande es descubrir que yo sólo no puedo. Es decir, mi pequeñez, mi pobreza, mis miserias, mis imperfecciones y mis pecados. Necesito llenarme de humildad y de abrirme a la acción del Espíritu Santo para vencerme y transformar mi corazón en un corazón misericoridoso como el de Jesús.

Y de esa manera poder perdonar como Él me perdona a mí cada instante de mi vida. Cada vez que rezamos el Padre nuestro, prometemos perdonar como nosotros perdonamos, y ese debe ser nuestro compromiso de cada día y de cada instante. Pero, experimentamos que no podemos. Somos esclavos de nuestras ideas y criterios humanos, y necesitamos liberarnos.

Ahí, Señor, entras Tú en mi vida, en nuestras vidas. Sin Ti nada podemos hacer, y te necesitamos para que transforme nuestros corazones de piedras en corazones de carne. Amén.

lunes, 9 de marzo de 2015

LA PALABRA SE HACE MÁS DIFÍCIL EN TU CASA

(Lc 4,24-30)


No es sólo un refrán, sino la constatación de la realidad. Nadie es profeta en su tierra. Se hace más difícil dar testimonio en tu familia y en tu pueblo que fuera de él. Esa es la experiencia de muchos, y también la mía propia.

En tu casa te tienen muy bien observado. Es posible que des buen ejemplo, y hayas hecho cosas buenas, pero también saben de tus debilidades y de tus pecados. Indudablemente, no eres perfecto y tienes muchas faltas, y comete muchos pecados. 

No obstante nunca has ocultado tus pecados porque nuestro primer acto de humildad consiste en reconocernos pecadores y necesitados de la Gracia de Dios. Pero también es verdad que lejos de nuestra casa somos mejor considerados, y, a pesar de nuestros fallos, nos tienen más estima, aprecio y consideración.

Posiblemente, estemos más necesitados de amor entre los hermanos de sangre, y también más necesitados de aceptación y perdón. La convivencia descubre nuestros egoísmos, odios, envidias, soberbias...etc., y se nos hace más difícil aceptarnos. Experimentamos la necesidad y el valor del amor. Comprendemos por qué el amor es el centro y motor de nuestra vida.

Porque sólo amando podremos vencer el pecado que enferma a nuestro corazón y aceptar que nuestro hermano tiene cosas buenas y malas. Nuestra misión consiste, no en criticarle y rechazarle, sino ayudarle a enterrar lo que de él huele mal, y a que saque los buenos olores y perfumes del amor.

domingo, 8 de marzo de 2015

¿ ES NUESTRO TEMPLO UN MERCADO?

(Jn 2,13-25)


Posiblemente no sepamos donde están las diferencias y el respeto y silencio. Hoy los templos, sin apenas dadnos cuenta, se van convirtiendo en lugares de encuentro y de charlas. Mientras se espera que empiece la celebración Eucarística lo pasamos hablando de nuestras cosas.

No es que esté mal, pero, hemos venido a ver y a celebrar el triunfo de Jesús sobre la muerte. Y lo que hacemos es vernos nosotros y encontrarnos nosotros. No es, tampoco, que eso sea malo y necesario, sino que para eso habrá otro tiempo. Ahora es tiempo de mirar al Señor y celebrar su Pasión y Resurrección.

La Casa del Señor es Casa de oración. Es Casa de recogimiento, de silencio, de reflexión y meditación. Es Casa de alimento y de fortaleza para, luego, vivir, en el Espíritu Santo, el amor que nos une y nos identifica con Xto. nuestro Señor.

Por eso debemos de respetar el lugar sagrado, es decir, el Templo, y guardar el debido respeto que nos prepara y recoja para presentarnos dignamente al Señor. Porque si no guardamos el Templo, ¿que haremos con el verdadero Templo que somos cada uno de nosotros? Porque dentro de cada hombre hay un verdadero Templo de Dios. Un Templo que debemos cuidar y mantener limpio de toda impureza.

Un Templo libre de orgullo, de envidias, de egoísmos, de soberbia, de odios, de venganza, de consumo, de mercantilismo, de ambiciones...etc. Un Templo donde la presencia de Dios sea el centro y fin de nuestras vidas.

sábado, 7 de marzo de 2015

¿ACASO MEREZCO PERDÓN?

Lc 15,1-3.11-32)


No merezco ni tengo derecho a reclamar ni a pedir nada. Porque lo que se me ha dado lo administro según me parece y según mis intereses. Y, lo lógico y natural, es asumir todas las responsabilidades que de ello se deriva.

Sin embargo, el Señor, como Buen Padre, me espera y me perdona. Y no contento con eso, me acoge y me llena de caricias y besos celebrando una fiesta en mi honor. Me asombra su Misericordia, pero, sobre todo, su Amor. Padre Bueno, gracias por tanta Misericordia y perdón.

Verdaderamente no merezco, ni tanto amor, y menos, tanto perdón. He recibido una herencia que no merezco. Un regalo que no he sabido administrar, y menos acrecentar. He derrochado todo lo recibido gastándolo en cosas vanas y caducas; en pasiones y falsas felicidades que terminan por perderme. Y cansado ya de la vida, vuelvo la mirada a mi Casa, y reemprendo el camino de regreso esperanzado en la Misericordia y perdón de mi Padre.

¡Y qué recibimiento No llego a comprender tanto Amor y Misericordia! ¡Gracias Padre por tanto Amor!

viernes, 6 de marzo de 2015

¿ES TU FAMILIA, TU TRABAJO Y TU ENTORNO LA VIÑA QUE EL SEÑOR TE ARRENDÓ, Y DE LA QUE ESPERA SUS FRUTOS?

(Mt 21,33-43.45-46)


Quizás estés pensando que a ti el Señor no te ha dejado ninguna viña, y que en ese supuesto no te pedirá ningún fruto. Quizás pienses que tú no serías capaz de hacer eso, y que enviado alguien a reclamarte los frutos, tú no serías capaz de negárselos y menos matarlo.

Quizás no adviertas que si se te ha entregado una viña. La Viña de tu familia, de tu trabajo, de tu hogar, de tus hijos, de tus amigos, de tu entorno social, de tu pueblo, de tu ciudad, de tus talentos...etc. La Viña de tu parroquia, de tu comunidad...etc. Tienes una gran Viña para elegir donde trabajar y de donde recoger y cultivar esos frutos que el Señor enviará a recoger.

Posiblemente venga el mismo Hijo de Dios, Señor de la Viña, a recoger los frutos que espera de ti. Porque hasta ahora, la Iglesia, a esos que ha mandado, tú y yo no los hemos reconocido como tales, y hasta le hemos negado en muchas ocasiones nuestra participación y trabajo.

Es posible que tengas que decir que eso no ha sido así. Que has trabajo y colaboras en la medida que puedes. Y posiblemente sea verdad. No tienes por qué preocuparte si así es. Simplemente, entregas tus frutos y no pasa nada. Pero la cuestión es otra. Se trata de que midas tu esfuerzo y análisis si realmente estás dando todo lo que puedes. Porque, el hecho de que escondas o dejes de cultivar un solo fruto por negligencia o pereza, te puede descubrir la necesidad de estar atento, vigilante y en actitud de rendir siempre al máximo de tus talentos.

En ese sentido, gracias Señor por tu Misericordia. Gracias por la oportunidad del sacramento de la Penitencia. Gracias Señor por darme la luz de descubrir todas mis miserias, mis faltas, mis fracasos, mis pecados, y, a pesar de eso, consciente de no merecer nada, perdonarme una y otra vez. Y mantener el premio de la Gloria eterna.

jueves, 5 de marzo de 2015

LEJOS DE TU CONCIENCIA PARA OLVIDAR TUS RESPONSABILIDADES

(Lc 16,19-31)


No queremos mirar a nuestra conciencia, y menos dejarla entrar en nuestro corazón. Nos duele que nos recuerden nuestras responsabilidades solidarias, y empujen a preocuparnos por los demás. Mejor mirar y escuchar lo que el mundo nos propone: vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones.

Vivir para uno mismo sin preocuparse de los demás, o, simplemente, preocuparse justo lo necesario, para acallar nuestra conciencia, y que nos deje tranquilo para seguir nuestro  gozo  y disfrute personal. No nos involucramos por un compromiso de justicia, amor y solidaridad. Nos duele el corazón y colaboramos en obras sociales o de beneficencia con grandes fiestas y diversiones.

Hoy, el Evangelio, nos descubre esa realidad nuestra, porque sigue ocurriendo lo mismo que en el tiempo de Jesús. Muchos lo pasamos bien organizando comidas y fiestas para ayudar a los pobres. Me divierto y lo que sobra de esa diversión la doy a los que lo pasan mal. Creo que honradamente tenemos que criticarnos mucho a nosotros mismos.

Regalamos lo que nos sobra; ayudamos después de divertirnos y pasarlo bien nosotros; nos justificamos diciendo que así ayudamos, y nos engañamos a nosotros mismos. Pero, bien sabemos, que eso no es así. Y lo peor es que buscamos mecanismos de defensa para tratar de engañarnos y justificarnos.

El hombre rico, que nos puede representar a cada uno de nosotros, porque no sólo se es rico por el dinero, sino también por otras cosas, se dio cuenta tarde y quiso recomponer la cosa para sus familiares y amigos que todavía vivían banqueteándose, pero ya no había lugar.

Hoy, todavía, amigo, nosotros estamos a tiempo. Pidamos al Espíritu Santo que transforme nuestro corazón en un corazón generoso y solidario. Amén.