sábado, 5 de diciembre de 2015

LA TENTACIÓN DEL DESCANSO

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(Mt 9,35—10,1.6-8)

Descansar es necesario, pero también puede convertirse en una gran tentación, sobre todo cuando se trata del trato con Dios y con los hermanos. El amor no tiene descanso, porque si se ausente y se descansa, deja de amar, y en esos momentos corre peligro de no volver a hacerlo. El demonio está al acecho y las ofertas del mundo tientan nuestra carne. Recordemos los peligros del alma: mundo, demonio y carne.

Otra cosa es el descanso de la actividad que puede enquistarse y hacerse rutina en nuestra vida. Conviene salir de nuestra tierra y tratar de amar en otras tierras. Significa esto que el cambio de actividad o tomar nuevos riesgos y compromisos favorecen la renovación y el descanso de la mente y el cuerpo.

La labor no tiene descanso. Cada día es una nueva piedra que aportamos en el camino y nuevos retos a los que responder desde el compromiso Bautismal (sacerdote, profeta y rey) y de nuestra fe. El amor no tiene reposo, como la vigilancia de una madre no descansa respecto a su hijo pequeño. 

Amar es el reto de nuestra vida, y un reto que exige continuidad sin desfallecer, porque el amor nunca para, ni tampoco muere. Se ama siempre, porque amar te compromete siempre. No amas por pasión, ni tampoco por afectos o sentimientos. Amas por compromiso, porque tu corazón goza y es feliz cuando amas.

El Evangelio nos descubre hoy una estampa diaria de la Vida de Jesús. Una secuencia que, diríamos, se repite con frecuencia en la Vida de cada día de Jesús: Recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia.  

Jesús, enseña - anuncia - cura. Nos marca el camino al que estamos llamados por nuestro compromiso de Bautismo, y para el que contamos con la asistencia del Espíritu Santo. Por la Gracia de Dios, estamos revestidos de los mismos atributos de los apóstoles (Bautismo), y nuestra misión es también enseñar, anunciar y curar. Y lo podemos hacer por la Gracia de Dios y la asistencia del Espíritu Santo.

La Iglesia continúa haciéndolo, desde ese momento, a través de sus miembros, desde los apóstoles hasta nuestros días. Y dándolo gratuitamente como nos enseña y manda Jesús. Tengamos la fe y la confianza que el mismo Señor nos da, y, abandonados a su santo Espíritu dejémonos llevar por su acción y poder.

viernes, 4 de diciembre de 2015

NO NOS HACEN FALTA LOS OJOS PARA VER

(Mt 9,27-31)


Aquellos dos ciegos ya veían la Divinidad de Jesús. Ellos afirmaron que Jesús era el enviado, el Hijo de David, y con ese presagio de esperanza se ponen en camino y lo buscan. Saben de su ternura y de su Misericordia, y confían en su perdón y sanación por el amor.

Y quien busca encuentra. En la presencia del Señor le suplican que vean, y responden a la pregunta de Jesús. Están convencidos y confiados en que Jesús les puede dar la vista, y así sucede. Ven la luz del mundo, pero ya, hacía rato, veían la verdadera y única luz, la Luz del Hijo de David, el Mesías enviado para salvarnos.

Hace unos momento he imprimido una frase de (Is 7, 14b-15)
Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel (que significa “Dios-con-nosotros”). Comerá requesón con miel, hasta que aprenda a rechazar el mal y a escoger el bien. Con la intención de llevársela a los hermanos cautivos en la cárcel y compartir con ellos esa esperanza del Mesías que está anunciado que va a nacer muchos siglos antes de que se produzca. Isaías nace hacia el 765 a.C. 

¿No es esto un milagro? Una profecía hecha más de siete siglos y que tiene su cumplimiento en el nacimiento de Jesús. Verdaderamente no hay que ir muy lejos para encontrar verdaderas razones que testimonian y dan razón del nacimiento del Señor y de sus orígenes divinos.

Aquellos dos ciegos veían más claro que muchos de su tiempo y también del nuestro. Veían con los ojos de la luz del corazón, y veían lo que realmente es necesario e interesa ver: que Jesús es el verdadero Hijo de Dios, el Mesías esperado donde apoyamos todas nuestras esperanzas de salvación. Verdaderamente aquellos dos ciegos, con sus ojos físicos opacos a la luz, supieron ver la Luz Verdadera.

Pidamos al Señor que también nosotros veamos la verdadera luz que se nos esconde, deslumbrados por la luz, caduca y opaca, que nuestros ojos físicos alcanzan a ver.

jueves, 3 de diciembre de 2015

MI FORTALEZA ES EL SEÑOR

(Mt 7,21.24-27)


Seguir al Señor no es cuestión de cierta disciplina y cumplimiento. Es verdad que ambas son necesarias, pero sólo por el mero hecho de cumplirlas no basta. Seguir a Jesús es comprometerse al esfuerzo diario de imitar el estilo de su Vida, y, por tanto, vivir en su Palabra cumpliendo su Voluntad. 

Sería disparatado tratar de hacer ese esfuerzo sólo desde mis propias fuerzas y capacidades, porque el mundo nos puede y nos somete a sus caprichos y pasiones, tentándonos frecuentemente y venciéndonos si optamos por enfrentarnos sin la asistencia del Espíritu Santo.

Jesús nos lo advierte hoy claramente en el Evangelio: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

Él es la Roca que nos fortalece y nos potencia para la lucha de cada día contra las adversidades y los obstáculos, tantos los que nos vienen del mundo, como los nuestros propios, aquellos que anidan dentro de nuestros corazones. Sin la Gracia del Señor quedamos a merced del príncipe de este mundo, y sometidos a su poder diábolico. Necesitamos la Gracia del Espíritu Santo para salir victorioso.

En y con el Señor encontraremos las fuerzas y la luz que nos alumbra el camino que nos conduce a la victoria, que nos alimenta y previene fortaleciéndonos contra las adversidades y obstáculos que nos impiden seguir y encontrarnos con el Señor.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

SACIARNOS PARA FORTALECERNOS

(Mt 15,29-37)


No cabe ninguna duda que comer ahora y saciarnos, significa que, más tarde, tendremos de nuevo necesidad de comer. La vida es un camino que exige fortaleza y eso trae como consecuencia alimentarnos. Pensar que con esa comida del monte, que organizó Jesús todo está hecho, es pensar mal. 

Necesitamos sacar consecuencias de esa enseñanza que Jesús nos muestra. La compasión que sentimos por aquellos que sufren y padecen no debe nacer y morir dentro de nosotros. Se hace necesario alimentarle de lo de cada día, pero más, del verdadero alimento, que perdura y da la Vida Eterna.

Seguros que algunos habrán abandonados antes de la invitación a comer; otros se descuidan de proveerse de lo que necesitan de forma negligente, y otros acuden sólo buscando la oportunidad del alimento material. No se podrá atender a todos, porque se necesitan colaboradores que ayuden a acercar a los impedidos por muchas cosas, no sólo físicas, a Jesús. El Evangelio nos dice que acudían enfermos, lisiados, tullidos, ciegos, cojos...etc., pues bien, esa gente tendrían que ser ayudados por otros. Y así debe ser, muchos unos dependen de otros.

La Iglesia continúa esforzándose en dar el alimento, tanto material como espiritual a todos aquellos que lo solicitan. Es verdad que el material hay que darlos a los que lo necesitan, pero el espiritual, el Cuerpo y la Sangre del Señor, lo necesitamos todos. Y ese es el verdadero alimento, porque en Él encontraremos las fuerzas para buscar el otro alimento con nuestro trabajo y esfuerzo. 

Busquemos al Señor, no sólo para pedirle el alimento material, sino precisamente para pedirle el alimento espiritual. El Alimento que nos da Vida Eterna y nos hace herederos de su Gloria. Pero, también, pongamos nuestro esfuerzo y nuestra colaboración en ofrecer eso cinco panes y dos peces de nuestra vida, para que la Gracia del Señor nos transforme y nos multiplique en ser comida y alimento, por su Gracia, para otros.

martes, 1 de diciembre de 2015

ESTAR AGRADECIDOS NECESITA LLENARSE DE HUMILDAD

(Lc 10,21-24)


No puede estar agradecido aquel que se siente fuerte y capaz de sostenerse por sí mismo. No pueden sentir agradecimiento quienes piensan que se bastan por sí mismo, porque en esa actitud no necesitan dar gracias a nadie. Dar gracias exige humildad y necesidad de ayuda. Es decir, experimentarte pobre y humilde.

Sólo el pobre acepta recibir, porque carece de mucho, y necesita ayuda. Y eso te hace humilde y evita que puedas ensoberbecerte. Así, de esa manera, tu corazón se abre a la Gracia de Dios, y se predispone en una actitud humilde a recibir.

Hoy, Jesús, al ver la alegría de los discípulos que regresan llenos de gozo y exultantes por la experiencia y resultados al proclamar la Palabra de Dios, se llena de alegría y gozo del Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21). 

No se puede proclamar desde la arrogancia ni desde la actitud de quien manda o sabe, sino desde la actitud de quien se considera un simple y humilde servidor y que, por la Gracia de Dios, su corazón agradecido es, en la asistencia y sabiduría del Espíritu Santo, instrumento de su Palabra para transmitirla a los demás. Sólo así se puede experimentar ese gozo del que hoy hablamos en los discípulos, y que movió a Jesús con alegría exultante dar gracias a su Padre del Cielo.

Nada mejor que unas palabras humildes de agradecimiento a todos los que nos acompañan y leen con inquietud, atención y entusiasmo estas sencillas reflexiones abiertas a la acción del Espíritu Santo, y dócil a su Palabra consciente de ser su humilde instrumento. Y rogarle que nos ayude a hacerlas vida en nuestras vidas.

lunes, 30 de noviembre de 2015

LOS ELEGIDOS PARA EXTENDER LA PALABRA DE DIOS

(Mt 4,18-22)


Posiblemente el encuentro con Jesús necesita una preparación. Y, me atrevería a decir, que todo encuentro, porque digerir un encuentro determinante en tu vida no se hace en poco tiempo. Hasta la digestión necesita su tiempo para digerir los alimentos ingeridos. Es de suponer que Andrés, Pedro, Santiago y Juan, de los primeros discípulos, tuvieron una preparación que los mantenía inquietos en la espera del Mesías.

Deducimos eso por las palabras de Andrés a su hermano Pedro: Andrés el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que había oído a Juan y seguido a Jesús. Andrés encontró a su hermano Simón, y le dijo: “Hemos hallado al Mesías” (que significa el Cristo). Y le llevó a Jesús. Jesús le miró y  dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado  Cefás” (que significa piedra) (Juan  I, 35-42).

Encontrar al Señor exige primero una inquietud, y esa inquietud necesita una preparación que la despierte. Luego, podrás responder o no, pero ya serás responsable y consciente de tu compromiso libre. Porque eres libres para decidir y discernir tu elección. 

Tú y yo también hemos sido elegidos. De muchas formas Jesús te ha preparado e inquieta. Aquellos ejercicios espirituales que hiciste, aunque a la fuerza, de joven. O tu preparación para la primera comunión. O algún cursillo de otro tipo, o testimonio de alguna persona. O quizás, cuando un amigo o familiar te pidió que fueras el padrino de Bautismo de su hijo o hija. O de muchas otras maneras.

Dios se hace presente en tu vida en muchos momentos. Está pendiente de ti, y te llama. No han sido Andrés, Pedro, Santiago y Juan unos privilegiados por ser llamados por Jesús, sino porque ha respondido a su llamada. Tú y yo también podemos responder. Este adviento puede ser una nueva oportunidad para que des una respuesta. Tú tienes la palabra. ¿Qué decides?

domingo, 29 de noviembre de 2015

TIEMPO DE ESPERANZA Y LIBERACIÓN

(Lc 21,25-28.34-36)

A pesar de los malos presagios: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas, hay también Palabra de esperanza y de ánimo. Y no es una Palabra cualquiera, sino que es Palabra de Dios.

Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, está anunciando su segunda venida: Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

Pero lo verdaderamente importante es que Jesús nos dice que está cerca nuestra liberación. A pesar de nuestros miedos humanos, tenemos la esperanza de la alegría y la salvación. El Señor nos prepara y nos anima, porque sabe y conoce nuestros miedos y debilidades.

Empezamos hoy un nuevo ciclo, "C" y nos preparamos para el "Adviento", la venida del Señor. Jesús está a punto de nacer entre nosotros, y necesita que le hagamos un hueco en nuestro corazón para que nazca y llene de esperanza y alegría nuestra vida. Necesitamos  prepararnos y ayudarnos de todo aquello que nos sirva para no dejarnos embriagar por las cosas de este mundo.

Necesitamos preparar dentro de nosotros unas Navidades llenas del Amor de Jesús, y no centradas en comilonas, en festejos y cosas y cosas que sólo persiguen consumir. La Navidad es tiempo de salvación, porque es la hora en que Jesús se hace presente entre los hombres para pagar por nuestro rescate.