viernes, 30 de septiembre de 2016

LA RESPONSABILIDAD ES NUESTRA



Al ser libre nuestros actos dependerá de nuestra elección. Podemos decidir hacer esto o lo otro, pero siempre seremos nosotros los responsable, porque la última decisión es nuestra. En eso consiste el ser libre. No tanto en hacer lo que quiero, me apetece y gusta, que lo que debo y es correcto y bueno.

Hoy el Evangelio nos sitúa en varias ciudades que fueron agraciadas con la Palabra y el Mensaje de Jesús. Corazín, Betsaida y Cafarnaúm fueron lugares privilegiados por la Palabra de Jesús, y lugares donde Jesús hizo muchos milagros. Sin embargo, sus corazones permanecieron cerrados a su conversión. Hasta tal punto que Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. 

Lo mismo ocurrió en Cafarnaúm, y también, refiriéndose a ella dijo:Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás!  Cafarnaúm, donde Pedro tenía su casa. ¿Podemos imaginar la oportunidad de esos pueblos? Sin embargo permanecieron cerrados a su Palabra. Jesús se lamenta y sufre por la pobre respuesta de esos pueblos. Pero, ¿no ocurre hoy lo mismo? ¿Cuántos de nuestras ciudades levanta la mirada al Señor? Amigos nuestros; nuestros propios hijos; hermanos y muchos conocidos y desconocidos que hay escuchado la Palabra de Dios viven al margen de ella. Tal y como si no la hubiesen oído. Quizás nunca han hecho caso ni la han escuchado prestándole atención.

Pidamos la capacidad de advertir que no hay otra fuente de felicidad sino la que viene de la Palabra de Dios. Y que los caminos de este mundo son caminos equivocados, espejismos de felicidad y caminos de perdición. Por eso, levantemos la mirada hacia el Señor y abrámosle nuestros corazones.

jueves, 29 de septiembre de 2016

LA VERDAD TE LLEVA A DIOS

(Jn 1,47-51)

Quien es sincero, sencillo y humilde no podrá falsear la vida. Siempre vivirá en presencia de la verdad y no esconderá sus fracasos, sus debilidades y pecados. Se mostrará tal cual es, y eso se llama personalidad. Y eso quiere significar que siempre se intentará mejorar, porque la humilad busca la verdad y descubre la mentira. Otra cosa es que no se pueda, pero para eso aparece el Espíritu de Dios, que nos dará lo que falte para cumplir su Voluntad. 

El episodio del Evangelio de hoy nos pone delante de esa realidad. Natanael no cree que de Nazaret pueda salir el Mesías esperado, y, por supuesto, no cree que Jesús sea el Mesías prometido. Sin embargo le asombra lo que Jesús le dice cuando le ve llegar: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Y Natanael queda admirado hasta el punto de responder: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Y Jesús ante tal respuesta sincera le promete que verá cosas mayores. Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». 

¡¡Veremos cosas mayores!! Indudablemente, ¡cuántas cosas nos quedan por ver y asombrarnos! No podemos imaginar cuantas cosas nos tiene Dios preparadas. Sería imposible para nosotros poder imaginarlas. Ni tan siquiera imaginar la figura de los ángeles y arcángeles. Por eso, por la fe, nuestra muerte debe suponer un momento emocionante y glorioso, porque es la hora en que conoceremos todo lo que el Señor nos ha preparado para que vivamos eternamente en su presencia.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

DENTRO DE TU CORAZÓN

(Lc 9,57-62)

El Señor tiene su guarida en tu corazón. Ahí se ha quedado y espera que tú lo atiendas y lo hagas tu Rey. El Señor aguarda a que tú y yo le hagamos dueño de nuestras vidas. Por eso nos dice en el Evangelio de hoy: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».  

Muchos de nosotros ponemos muchas cosas antes que el Señor. Muchos de nosotros gastamos nuestro tiempo en cosas que anteponemos al Señor. Decimos que seguimos al Señor, pero el día lo preparamos según nuestros planes y proyectos, y lo que sobra se lo dedicamos al Señor. Por eso, a otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios».

Quienes se alejan del Señor y ponen otras cosas como prioridades están ciegos y muertos. Por eso Jesús habla de dejar que los mismos muertos entierren a sus propios muertos. Todo lo que está fuera del Señor es ceguera y muerte, y la muestra más palpable es ver cómo está el mundo que nos rodea. 

También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios». No podemos seguirle si tenemos otras cosas en nuestra vida. Seguir al Señor exige total y plena libertad para estar en todo momento en su presencia y a cada instante glorificándole en todo nuestro hacer, sentir y ser. 

Seguir al Señor es ser consecuente, fiel y responsable toda nuestra vida con nuestro compromiso bautismal. Vivir la Vida de la Gracia es manifestar en todo momento que somos hijos de Dios y estamos llamados a la Vida Eterna por el amor y para amar.

martes, 27 de septiembre de 2016

LLEGA LA HORA

(Lc 9,51-56)


El tiempo, un misterio, guarda nuestra vida como si de una caja de raudales se tratara. Pero sabemos que, gastado, tendrá que salir, pues le ha llegado su hora. Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, se ha sometido voluntariamente al tiempo y espacio humano. En todo igual al hombre, menos en el pecado. 

Por su propia Voluntad ha querido guardarse en esa caja del tiempo humano, donde a cada uno le llega su hora. Y a Él, sometido y despojado de su Divinidad y Privilegios, también le ha llegado su hora. La hora de la Redención por y para nuestros pecados, y también la hora de nuestra salvación. Y, llegado el tiempo, envía mensajeros por delante en su subida a Jerusalén.

Mientras hace una parada en el camino. Concretamente en Samaría, y advierte que es bien recibido. Enterados los samaritanos que se dirige a Jerusalén no le acogen. Proyectan sus luchas con los israelitas y eso afecta a Jesús y sus discípulos. Estos enfadados quieren vengarse y contrarrestar con fuego esas desavenencia. Pero Jesús les ríe y pone calma. 

Pocas veces se enfada Jesús, para que en esta ocasión regañe a los apóstoles por sus actitudes de venganza. Jesús no ha venido a luchar contra los que no le aceptan, sino a perdonar misericordiosamente a todos aquellos que aceptan su Misericordia y perdón. Y a transformarnos nuestro gruñir, enfado y deseos de venganzas en suaves y dulces miradas de amor y misericordia.

Y lo hará en la medida que tú y yo nos dejemos modelar por sus Manos de Alfarero Omnipotente y le demos posada en nuestro corazón. Abramos, pues las puertas de nuestros corazones para que el Señor haga noche en nosotros y nos lo arregle.

lunes, 26 de septiembre de 2016

COMPARACIONES Y PRIVILEGIOS

(Lc 9,46-50)

Todos buscamos los mejores puestos. Quien dice que no, posiblemente miente, pues es una inclinación que está genéticamente impregnada en nuestra sangre. Y para desapegarla necesitamos la Gracia, pues solos estamos vencidos. Pero, nos ocurre también que, a pesar de buscar lo mejor, también protestamos porque lo que tenemos en relación con otros. ¡Y Dios me libre que me pase algo malo! Protestamos y nos creemos con derecho.

La primera lectura de la Eucaristía de hoy nos refleja muy claro estas actitudes nuestras. El ejemplo de Job es una advertencia a no actuar así y confiar en la Misericordia, Generosidad y Amor de Dios.

Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
Desnudo salí del vientre de mi madre
y desnudo volveré a él.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó;
bendito sea el nombre del Señor.
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.

La reflexión es clara: ¿Es esa nuestra actitud ante las adversidades de la vida? ¿Buscamos los últimos puestos con la intención de servir y no lucirnos? ¿Proponemos el Mensaje y damos testimonio de él sin más intenciones? ¿Nos abrimos al amor venga de dónde venga?

Pidamos al Espíritu de Dios que nos dé la sabiduría y la serenidad de, como el santo Job, ver con paciencia y confianza la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.

domingo, 25 de septiembre de 2016

IGUALDAD Y DESIGUALDADES

(Lc 16,19-31)
Nos ocurre que nos quejamos de tanta miseria. Incluso envidamos a aquellos que son ricos o que han heredado riquezas de sus padres. Nos parece injusto y nos quejamos de esta vida de desigualdades. Mientras unos sufren, otros lo pasan en abundancia y en banquetes y fiestas. No parece eso justo. ¿Dónde está Dios?

La parábola que hoy nos cuenta el Evangelio deja las cosas en su sitio. Las desigualdades tienden a igualarse. Llegará el momento que todos serán igualados y aquellos que han recibido sus bienes, si no los han aprovechado, se quedaran sin nada. Es la historia del rico epulón, hombre dedicado a banquetearse y regalarse fiestas y diversiones. Hombre dedicado a pasarlo bien.

Y no por eso hombre malo. No hace daño, ni mata ni roba. Es más, invita y lo pasa bien en banquetes y fiestas. Pero pasa del pobre Lázaro, tumbado a su puerta y carente de todo. Ansiaba comerse las migajas de pan que se caían de la mesa. Nadie le tenía en cuenta y aquel hombre rico pasaba de él. Ese fue su pecado, la omisión. Y la reflexión que nos interesa a nosotros discernir y rumiar.

También nosotros tenemos omisiones. No se trata de no hacer ni de incumplir, sino de hacer el bien sobre todo en aquel que lo necesita. Se trata de repartir, compartir los bienes que tenemos. No sólo de dinero, sino de tiempo, de disponibilidad, de cualidades, de muchas cosas que podemos hacer y aliviar la vida de los que carecen de todo.

Ser discípulo de Jesús no es simplemente ser un hombre bueno en el sentido negativo, es decir, no matar, no robar, no mentir, no hacer daño a nadie, sino que también hay un sentido positivo: hacer y compartir tu bien con los que no tienen; dar de lo que tienes a aquellos que lo necesitan, que muchas veces puede ser un consejo, un acompañar, un servir o solucionar algún problema. 

Ese fue el pecado de aquel hombre rico, pasar de los demás. Pidamos que estemos siempre dispuestos a solidarizarnos con los más necesitados y pobres.

sábado, 24 de septiembre de 2016

LA PASIÓN DE JESÚS

(Lc 9,43b-45)

Jesús, admirado por sus milagros y palabras no puede ser maniatado ni condenado. Los discípulos eufóricos con Jesús no entienden que le pueda pasar algo, y menos lo que les dice: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».  

Ni se les pasa por la cabeza que pueda ocurrir eso. No llegan a entender que a Jesús, un hombre que hace el bien y obra milagros, le puedan mal tratar y condenar. Incluso, les da miedo preguntarle, pues no quieren enfrentarse con la realidad. Se sienten tan bien con Jesús y no pueden entender que a una persona como Él le pueda ocurrir algo semejante como condenarle. 

Pero, Jesús no les engaña y les dice la verdad, pues Él es precisamente el Camino, la Verdad y la Vida. Y les quiere meter en la cabeza lo que le va a pasar: "Meteos bien esto en la cabeza".  ¿No nos pasa a nosotros lo mismo? ¿No va esta pregunta  también para nosotros? ¿Entendemos la Pasión y Muerte de Jesús? ¿Y entendemos que también nosotros tenemos que añadir a su Pasión la nuestra, para que alcance, por sus méritos, no por los nuestros, valor eterno?

¿Y cuál es mi pasión? ¿Y cuál es mi cruz? Supongo que aquella que no queremos aceptar, la de cada día y la que rechazamos cuando nuestros planes son otros. La que cargamos con nuestras vanidades y egoísmos, adornándolas con nuestras comodidades, pasiones y ambiciones. Se hace difícil entender a Jesús y también compartir su manera de entregarse a la muerte. Pero Él tiene Palabra de Vida Eterna y la ha vencido Resucitando.

Contamos con ventaja. Los apóstoles no la entendían, pero tampoco podían imaginar nada. Nosotros sí, quizás no lo entendamos, pero sabemos, por los apóstoles y la Iglesia que Jesús ha Resucitado.