(Lc 9,46-50) |
Todos buscamos los mejores puestos. Quien dice que no, posiblemente miente, pues es una inclinación que está genéticamente impregnada en nuestra sangre. Y para desapegarla necesitamos la Gracia, pues solos estamos vencidos. Pero, nos ocurre también que, a pesar de buscar lo mejor, también protestamos porque lo que tenemos en relación con otros. ¡Y Dios me libre que me pase algo malo! Protestamos y nos creemos con derecho.
La primera lectura de la Eucaristía de hoy nos refleja muy claro estas actitudes nuestras. El ejemplo de Job es una advertencia a no actuar así y confiar en la Misericordia, Generosidad y Amor de Dios.
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
Desnudo salí del vientre de mi madre
y desnudo volveré a él.
El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó;
bendito sea el nombre del Señor.
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
La reflexión es clara: ¿Es esa nuestra actitud ante las adversidades de la vida? ¿Buscamos los últimos puestos con la intención de servir y no lucirnos? ¿Proponemos el Mensaje y damos testimonio de él sin más intenciones? ¿Nos abrimos al amor venga de dónde venga?
Pidamos al Espíritu de Dios que nos dé la sabiduría y la serenidad de, como el santo Job, ver con paciencia y confianza la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.
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