(Lc 9,43b-45) |
Jesús, admirado por sus milagros y palabras no puede ser maniatado ni condenado. Los discípulos eufóricos con Jesús no entienden que le pueda pasar algo, y menos lo que les dice: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Ni se les pasa por la cabeza que pueda ocurrir eso. No llegan a entender que a Jesús, un hombre que hace el bien y obra milagros, le puedan mal tratar y condenar. Incluso, les da miedo preguntarle, pues no quieren enfrentarse con la realidad. Se sienten tan bien con Jesús y no pueden entender que a una persona como Él le pueda ocurrir algo semejante como condenarle.
Pero, Jesús no les engaña y les dice la verdad, pues Él es precisamente el Camino, la Verdad y la Vida. Y les quiere meter en la cabeza lo que le va a pasar: "Meteos bien esto en la cabeza". ¿No nos pasa a nosotros lo mismo? ¿No va esta pregunta también para nosotros? ¿Entendemos la Pasión y Muerte de Jesús? ¿Y entendemos que también nosotros tenemos que añadir a su Pasión la nuestra, para que alcance, por sus méritos, no por los nuestros, valor eterno?
¿Y cuál es mi pasión? ¿Y cuál es mi cruz? Supongo que aquella que no queremos aceptar, la de cada día y la que rechazamos cuando nuestros planes son otros. La que cargamos con nuestras vanidades y egoísmos, adornándolas con nuestras comodidades, pasiones y ambiciones. Se hace difícil entender a Jesús y también compartir su manera de entregarse a la muerte. Pero Él tiene Palabra de Vida Eterna y la ha vencido Resucitando.
Contamos con ventaja. Los apóstoles no la entendían, pero tampoco podían imaginar nada. Nosotros sí, quizás no lo entendamos, pero sabemos, por los apóstoles y la Iglesia que Jesús ha Resucitado.
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