viernes, 4 de noviembre de 2016

¿PARA QUÉ TENEMOS LA CABEZA?

(Lc 16,1-8)
Esa es la pregunta del millón, ¿cómo es posible que no empleemos nuestra cabeza para darnos cuenta que en este mundo no está la solución a nuestros problemas, y menos a nuestra vida? ¿O es qué nos resignamos a pasar el tiempo como podamos, posiblemente más mal que bien, o mitad y mitad hasta que nos llegue la hora sin más pena ni gloria? ¿O, quizás, estamos sordos, ciegos y despistados que no advertimos que tenemos una oferta y promesa encima de la mesa para ganar la vida eterna? Y qué quién nos la hace tiene Palabra de Vida Eterna, porque ha Resucitado y siempre cumplido su Palabra.

Posiblemente sea la última situación en la que nos encontramos muchos. Vivimos en un mundo caduco que no nos da lo que buscamos y queremos, vida en plenitud de gozo y felicidad eterna. Y, sin embargo, lo idolatramos postrándonos ante sus pies como corderos sometidos y esclavizados. Hemos aceptado adorar al demonio entregándonos al mundo, porque permanecemos dormidos en el tiempo y no usamos la cabeza para plantearnos qué pintamos en este mundo y a dónde vamos.

Esa es la astucia que nos pide hoy el Señor. Quizás pensamos por donde podemos ponerle la zancadilla al prójimo o al jefe, y en dónde y cómo podemos ganarnos la vida. Pero, ¿no se nos ocurre pensar y buscar cómo y dónde podemos ganar lo verdaderamente importante, la Vida Eterna? ¿Qué nos ocurre y nos pasa? ¿Es qué un mundo caduco, injusto, de miserias y sufrimiento y de cuatro días nos seduce hasta perder el verdadero Tesoro de la Vida Eterna y plena de gozo y felicidad?

Pidamos paz, serenidad, sabiduría y paciencia para darnos cuenta que por este mundo vamos hacia algún lugar que merece la pena y en donde continuará nuestra vida. Porque no hemos salido de Dios para perdernos en la nada. Somos de Dios y volveremos a Él. Lo importante es hacerlo según su Voluntad para heredar la Vida Eterna. Precisamente lo que buscamos.

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿EN QUÉ ACTITUD ESTAMOS? ¿SOMOS DE LOS QUÉ BUSCAMOS AL MÉDICO O NO LO NECESITAMOS?

(Lc 15,1-10)
Cuando no sentimos dolor de arrepentimiento difícilmente podemos ser curados. Porque para curarnos tenemos que, primero, estar enfermo. Eso supone sentir dolor y arrepentimiento de todos nuestros pecados, tantos los cometidos como los de pensamientos y omisión.

El Evangelio de hoy nos sitúa en este contexto. Aquellos que no experimentan necesidad de ser curados, puesto que no se sienten enfermos, y los que buscan al médico del alma para sentirse aliviados y curados de sus pecados. Y ante las murmuraciones de los primeros, Jesús expone este parábola que aclara su verdadera misión: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’».

Se trata de buscar a la que está en peligro y tiene necesidad de ser encontrada y salvada. Se trata de ti y de mí, que necesitamos la misericordia de Dios y nos abrimos a su Palabra y a su Gracia. Se trata de dejarnos encontrar por el Señor, que nos busca por amor y necesita de nuestra disposición a dejarnos salvar. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión.

Esa es la clave y la cuestión. ¿En qué actitud me encuentro yo? Estoy entre los noventa y nueve que no experimentan necesidad de convertirse, o por el contrario, soy de los que sienten la necesidad de ser acogido, buscado y salvado por el Señor? Pidamos esa Gracia, de reconocernos oveja perdida y necesitada  espiritualmete de ser curada y salvada por Jesús.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

¡¡¡VIVA LA VIDA!!!, PORQUE HEMOS SIDO CREADOS PARA VIVIR ETERNAMENTE

Jn 14, 1-6
Esa es nuestra alegría y nuestra esperanza, la Vida Eterna. Hemos sido creados para vivir eternamente, y eso da sentido a toda nuestra vida. Creemos en Tí, Señor, porque tu Palabra es Palabra de Vida Eterna. ¿En quién, si no, vamos a creer? Tú nos promete la vida eterna y nos prepara una estancia en la Casa de tu Padre. Y en esa esperanza y alegría vivimos, Señor. Porque Tú Resurrección no confirma tu Palabra.

En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros.

Creo firmemente en lo que me dices, Señor. Vivo con esa esperanza, y, hasta diría, que espero ese momento, la hora de mi partida, con verdadera ilusión, dicha y esperanza en tu Misericordia. Ardo en deseos de gozar de esa Mansión que me preparas, Señor. ¿Hay dicha mayor? Y me consuela el saber que no puede estar lejos, aunque como Pablo, te diré que experimento la falta que puedo hacer aquí, Y te pido que, si es tu Voluntad, me des el tiempo necesario hasta realizarla. Más, no sea mi voluntad, Señor, y Tú lo sabes porque lees mi corazón, sino la Tuya.

Es una dicha y una bienaventuranza oír de tu boca que nos prepara un sitio para que, cuando vuelvas, ¡¡¡que alegría y esperanza esperar cada día tu venida!!!, llevarnos contigo para estar Contigo. ¡Dios mío, pensar eso es volvernos locos de alegría! 

Pero es que además nos ha dejado clarito el camino. Porque, ante la duda de Tomás, Tú nos has dicho que eres el Camino, la Verdad y la Vida. Está claro, Señor, seguirte a Ti, asistido por el Espíritu Santo, es el camino para estar preparado ese día que volverás para llevarnos a esa Mansión que hoy nos estás preparando.

martes, 1 de noviembre de 2016

UN CAMINO OPUESTO AL DEL MUNDO

(Mt 5,1-12a)

¡Claro!, no podemos estar en el mundo y servirlo y servir al mismo tiempo a Dios. Son caminos opuestos. Hoy, Jesús, en las bienaventuranzas nos señala y describe el camino a seguir. Un camino diferente y con criterios, por supuestos también diferentes, a los del mundo. Eso explica lo que decimos muchas veces cuando hablamos de remar contra corriente.

Si reflexionamos las bienaventuranzas, una por una, vamos viendo como son contrarias a lo que el mundo nos propone. Ser pobre de espíritu será lo contrario a ser rico de espíritu y tener esa actitud de riqueza y de poder. Podemos ser rico, pero tener un espíritu pobre, despojado de toda vanidad y generoso en compartir. Ser pobre de espíritu es tener el espíritu abierto a la Palabra de Dios y dejarse invadir por ella.

Cada bienaventuranza nos exige un despojo y una actitud que el mundo nos presenta como una pérdida y un fracaso. Mientras él nos ofrece mirar para nosotros y cuidarnos de pasarlo bien, las bienaventuranzas son señales y actitudes de solidaridad, de compartir, de preocuparnos los unos por los otros y de, a pesar de las dificultades y contrariedades que el mundo nos va poniendo, caminar firmemente hacia el Reino prometido por Dios.

Conviene meditarlas serenamente e ir esforzándonos en vivirlas cada día, porque por ellas caminamos por el buen camino, seguro y firmes al encuentro con el Señor.

Uniéndonos a los Evangelios de estos últimos días, busquemos el Reino de Dios dándonos gratuitamente y no buscando recompensa alguna, porque será, cuando venga el Señor en su segunda venida, la hora de recibir la recompensa gloriosa en el Cielo.

lunes, 31 de octubre de 2016

NO BUSQUES RECOMPENSA EN ESTE MUNDO

(Lc 14,12-14)

De forma instintiva experimentamos el impulso de ponerle precio a lo que hacemos en favor de otro. Es verdad que no nos damos cuenta, pero la pregunta nos la deja caer hoy Jesús en el Evangelio: «Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos».

Simple, pero claro y profundo. Muchos hombres y mujeres buscan rentabilizar todo lo que hacen en este mundo. Sus invitaciones y favores van encaminados a conseguir influencias y amistades que puedan abrirles puertas en momentos que lo necesiten. Jesús deja todo muy claro. Aquellos que consiguen sacarle partido y beneficios a sus obras, ya han cobrado su recompensa en este mundo.

Me viene a la cabeza cuando Jesús habla de amar a los enemigos y también la parábola del rico tonto, Lc 12, 16-21. Si se pasa bien en este mundo se habrá ya recibido la recompensa. Sí, la vida se hace difícil y dura. Invitar a los que no te pueden pagar y si ocasionar algún problema o molestia, no se entiende en este mundo. Y es que el criterio de Dios no es el de los hombres.

Todo nos ha sido regalado por Dios. No merecemos nada, ni siquiera recompensa. ¿Cómo es que buscamos merecer, cuando todo nos ha sido dado gratuitamente? Gracias, Señor, por tu Misericordia y por tu promesa esperanzadora de tu segunda venida, donde resucitaremos para el premio de tu amor con el gozo y plena felicidad eterna.

domingo, 30 de octubre de 2016

BUSCANDO A JESÚS

(Lc 19,1-10)
Quizás a ti también te está invitando el Señor a bajar y a comer en tu casa. Quizás a ti también te está hablando directamente el Señor en el Evangelio de hoy domingo. Jesús observa y descubre la curiosidad de Zaqueo y decide autoinvitarse a su casa. «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».  Y es que Zaqueo se había subido a un árbol, porque su pequeña estatura no le impedía verle.

¿Estamos también nosotros dispuestos a aceptar y a dejarnos invitar por Jesús? Jesús invita a Zaqueo porque sabe de sus inquietudes de búsqueda y de su curiosidad por conocerle. Es tanta que no le impide subirse a un árbol para poder verle, pues la gente y su pequeña estatura se lo impedían. ¿Experimentamos nosotros curiosidad por conocer a Jesús?

En el camino encontraremos siempre dificultades, tanto venidas del exterior como nacidas en nuestro interior. Zaqueo se atrevió con su pequeña estatura y venciendo el respeto humano se subió a un árbol para poder ver a Jesús. ¿También estamos nosotros dispuestos a vencer las dificultades que no salen al paso? Y esa curiosidad se convierte en una disponibilidad total a la conversión según habla con Jesús.

No nos habla el Evangelio de lo sucedido en el diálogo de Zaqueo con Jesús, pero conociendo el desenlace final del mismo podemos aventurar y suponer la buena disposición de Zaqueo a la Verdad. Sus palabras transparentes y claras no dejan lugar a dudas. Su transformación y conversión radical a la Palabra de Dios revelan, descubren y justifican esa inquietud y curiosidad por conocerle y por su actitud a dejarse invadir por su Palabra.

Levantándose dijo: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más». No hay ninguna duda, tal y como dijo Jesús: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

sábado, 29 de octubre de 2016

PRMEROS PUESTOS



(Lc 14,1.7-11)
A todos nos gustan los primeros puestos. A veces, ensoberbecidos, nos volvemos ciegos y hacemos disparates por estar los primeros. Síntomas de eso sucede en mi país en estos días. Algunos llenos de odio y cólera llegan hasta el disparate de hundir el barco en el que ellos mismos se encuentran. Y es que la soberbia nos impide ver la realidad. El autoengaño está a la orden del día.

Toda nuestra vida es una preparación para alcanzar los primeros puestos. Y lo hacemos hasta de forma espontánea e instintiva. Está dentro de nosotros esa huella de ser primero, mejor, más fuerte...etc. Es la mancha de nuestra naturaleza humana y pecadora. Es la esclavitud del pecado. De ahí, y, por eso, ser humilde nos cuesta. La humildad hace que desaparezca esa intención agresiva de ganarle siempre al otro. Ser humilde nos ayuda a quedarnos un paso atrás para servir y ayudar.

Es lo que observó Jesús en aquella comida. Iban llegando los invitados y ocupando los primeros puestos. Queremos acomodarnos bien. Ocurre también en nuestras iglesias. Empujamos y nos acomodamos y no tenemos en cuenta a los demás. Incluso llegamos tarde y queremos ser primero. Tarde que no significa último, sino impuntual.

Porque ser último es tratar de pensar en los demás. Tratar de pensar que los otros son iguales que yo y también tienen derecho Ser último es vivir en la humildad y dejar que sean los demás, porque así lo deciden por tus servicios, que te asciendan en el puesto. Ser último es estar dispuesto a perder por amor y servicio. porque son esos últimos los que serán ensalzados, y aquellos primeros, deseando ser ensalzados, quedarán humillados.

Tratemos, pues, de no tomar los puestos por propia iniciativa, sino porque otros así lo reconocen para nosotros. De esa forma, será un honor para ti delante de todos los que están contigo.