(Lc 16,1-8) |
Esa es la pregunta del millón, ¿cómo es posible que no empleemos nuestra cabeza para darnos cuenta que en este mundo no está la solución a nuestros problemas, y menos a nuestra vida? ¿O es qué nos resignamos a pasar el tiempo como podamos, posiblemente más mal que bien, o mitad y mitad hasta que nos llegue la hora sin más pena ni gloria? ¿O, quizás, estamos sordos, ciegos y despistados que no advertimos que tenemos una oferta y promesa encima de la mesa para ganar la vida eterna? Y qué quién nos la hace tiene Palabra de Vida Eterna, porque ha Resucitado y siempre cumplido su Palabra.
Posiblemente sea la última situación en la que nos encontramos muchos. Vivimos en un mundo caduco que no nos da lo que buscamos y queremos, vida en plenitud de gozo y felicidad eterna. Y, sin embargo, lo idolatramos postrándonos ante sus pies como corderos sometidos y esclavizados. Hemos aceptado adorar al demonio entregándonos al mundo, porque permanecemos dormidos en el tiempo y no usamos la cabeza para plantearnos qué pintamos en este mundo y a dónde vamos.
Esa es la astucia que nos pide hoy el Señor. Quizás pensamos por donde podemos ponerle la zancadilla al prójimo o al jefe, y en dónde y cómo podemos ganarnos la vida. Pero, ¿no se nos ocurre pensar y buscar cómo y dónde podemos ganar lo verdaderamente importante, la Vida Eterna? ¿Qué nos ocurre y nos pasa? ¿Es qué un mundo caduco, injusto, de miserias y sufrimiento y de cuatro días nos seduce hasta perder el verdadero Tesoro de la Vida Eterna y plena de gozo y felicidad?
Pidamos paz, serenidad, sabiduría y paciencia para darnos cuenta que por este mundo vamos hacia algún lugar que merece la pena y en donde continuará nuestra vida. Porque no hemos salido de Dios para perdernos en la nada. Somos de Dios y volveremos a Él. Lo importante es hacerlo según su Voluntad para heredar la Vida Eterna. Precisamente lo que buscamos.
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