miércoles, 8 de junio de 2022

LA LEY Y LOS PROFETAS

Jesús perfecciona la Ley y los Profetas. No quita sino que perfecciona, da un nuevo sentido a las leyes del Antiguo Testamento y propone un mandamiento nuevo en el Nuevo – valga la redundancia – Testamento. Jesús es el Mesías enviado por el Padre para anunciar el Amor Misericordioso de nuestro Padre Dios. Da cumplimento, precisamente en Él, de toda la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento. Y perfecciona el camino que nos lleva al conocimiento y al amor del Padre.

—Recuerdo —dijo Manuel— que todo ha cambiado respecto a los primeros tiempos. Antes todo era diferente, sin embargo, ahora, hacemos cosas diferente, pero el espíritu es el mismo.

—Hay muchas costumbre que han ido cambiando y, experimento —comentó Pedro— que son formas de adaptarse a las nuevas formas de vida y a los avances de la ciencia. Sin embargo, lo fundamental, el amor de Dios sigue siendo lo sustancial e importante.

—Sí —agregó Manuel— amar es el nuevo mandato que nos trae Jesús. Amar como el nos ama y como nos ama nuestro Padre Dios. Un amor misericordioso que está por encima de la Ley y los Profetas, que supera múltiples normas y cumplimientos que, más que liberar nos esclavizan.

—Estoy de acuerdo —siguió Pedro—. Hay muchas normas que nance del corazón del hombre y que, quizás, no siendo malas, tampoco son esenciales ni fundamentales. El amor está por encima de todo. Un amor que libera comprende, perdona y levanta para seguir el camino.

—Y el que interrumpa uno de estos preceptos que son necesarios, que ayudan a seguir el camino, que dan luz y sabor a la vida, que llenan de entusiasmo y gozo para seguir en el esfuerzo de cumplir la Voluntad de Dios – amar - estará equivocando el camino que nos ha propuesto Jesús con su Vida y Obras.

martes, 7 de junio de 2022

CON TU VIDA: LUZ Y SAL

Jesús, el Hijo de Dios, enviado por el Padre nos ha comunicado el Amor Misericordioso de su Padre y su propuesta de colaboración con Él, el Hijo, para anunciar al mundo esa Buena Noticia del Amor Misericordioso del Padre. De esta manera y porque el Padre así lo ha querido, su Hijo, nuestro Señor, nos pide que seamos luz y sal, con nuestras obras y actitudes de amor misericordioso, para mostrar al mundo su Amor Misericordioso.

—No es cuestión de ser, también, creo, —dijo Manuel— se hace necesario parecer. Porque, lo que no se ve, no se conoce ni se desea. ¿No te parece Pedro?

—Sí, creo que tienes razón. Es necesario ser luz y sal, tal como nos dice hoy el Evangelio. Las buenas obras hablan por sí mismo y transmiten mejor el mensaje de amor y misericordia.

—Además —intervino Manuel— cuando se experimenta el amor, de forma gratuita y sin condiciones, impacta de forma positiva en la persona que lo recibe. Es entonces cuando el Evangelio se hace luz y sal donde se ve y realiza.

—Cierto —asintió Pedro.

La luz se percibe cuando la claridad de la verdad se hace realidad en la vida de cada día. Y esa verdad esta visibilizada en la acción desinteresada, entregada y gratuita de una persona. La pregunta que viene inmediatamente a nuestra mente es, ¿por qué hace esto? ¿Qué interés le mueve? Y no se encuentra respuesta, La única es el amor. Se hace por amor. Un amor que viene de Dios y que se proyecta, de la misma forma, en la relación con los demás.

—Cuando la palabra de tu mensaje no está en sintonía con tu vida, el anuncio no llega. Tu luz se apaga y tu sal se vuelve sosa. Es vital que tu palabra vaya en sintonía con tu vida. ¿No lo crees así, Pedro?

—No sólo lo creo, Manuel, sino que lo corroboro. Mi vida deja de ser luz y sal en cuanto no está en relación coherente con la Palabra de Dios. De ahí que Jesús, el Señor, me lo deje claro en el Evangelio de hoy: (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada…

Ambos compañeros se miraron complacidos y pensaban «no podemos atrevernos a ser luz y sal desde nuestra realidad humana, desde nuestra naturaleza herida y débil ante el pecado, necesitamos al Espíritu Santo, que nos asiste y nos fortalece para que nuestro ser y obrar sea coherente y transmita ese amor misericordioso que nuestro Padre Dios nos propone. Y así se lo propusieron, abriéndose a la acción del Espíritu Santo.

lunes, 6 de junio de 2022

¿TIENES LA PUERTA DE TU CORAZÓN ABIERTA AL ESPÍRITU SANTO?

El error del hombre puede estar en que se erige en su propio director, su propio salvador y guía. Y, se equivoca. Sin la asistencias del Espíritu Santo está perdido y no podrá contra los enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Abrirle la puerta de tu corazón al Espíritu Santo es absolutamente necesario y vital. Sin Él no podemos vivir en el ambiente, ternura y atmósfera de las bienaventuranzas. 

Porque, para sufrir, llorar, tener hambre y sed de justicia, ser misericordioso, limpios de corazón, trabajar por la paz, perseguidos por causa de la justicia y, en definitiva, ser bienaventurados ante Dios, necesitamos la compañía del Espíritu Santo. Sin Él no podremos soportar y sufrir las inclemencias y persecuciones de las injusticias, del deseo y hambre por hacer el bien y defender al inocente y necesitado.

Y, para eso, necesitas abrirle la puerta al Espíritu Santo, pues, sin tu permiso no entrará en tu corazón ni actuará en tu vida. Por tanto, se hace necesario dejarlo entrar y abrirnos a su acción con total disponibilidad. Él irá transformando nuestro corazón con nuestra colaboración y apoyado en nuestra fe.

Es necesario y fundamental recibir el bautismo. Y, lo es, porque es en ese momento cuando el Espíritu Santo baja sobre nosotros. Digamos que, el bautismo, puede ser esa ocasión como la de los apóstoles. Encerrados en el cenáculo, se les apareció Jesús y sopló sobre ellos y dijo: Reciban el Espíritu Santo.  A partir de ahí, el Espíritu Santo está en nosotros y nos pedirá que le aceptemos, que creamos en Él para asistirnos, guiarnos y señalarnos el Camino, la Verdad y la Vida.

domingo, 5 de junio de 2022

ABIERTOS A LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

 
Quien cree sabe y siente la presencia del Espíritu Santo. Pentecostés significa que Jesús nos envía, en nombre del Padre, al Espíritu Santo para que, como a Él, también a nosotros nos guíe, nos asista, nos auxilie y nos dirija por el camino que lleva al encuentro con el Padre.

Porque, creer en Jesús es creer en el Padre y a quien el Padre envía, su Espíritu, para que lleve al Hijo a cumplir la misión del Padre, anunciar su Amor Misericordioso. Y quienes creemos en el Hijo, ponemos también nuestra confianza y nuestra fe en quien lo ha enviado, el Padre. Y abrirnos a la acción del Espíritu Santo es ponernos en una actitud de disponibilidad para, recibir al Espíritu y actuar, asistido y fortalecido en y por Él, como actuó Jesús

Porque, somos también nosotros enviados y es el Espíritu quien nos guía y nos fortalece para que podamos cumplir esa misión que tenemos de dar testimonio y anuncio del amor misericordioso de nuestro Padre Dios. Y hacerlo desde la paz y la serenidad de sabernos auxiliados en el Espíritu Santo.

—Hay muchos momentos en mi vida —dijo Manuel— que me siento falto de fuerza, desanimando e impotente para poder sostenerme firme y fiel a la Palabra de Dios. Me derrumbo ante tanta dificultad, tentación e indiferencia del mundo que me rodea.

—Supongo que ese es el camino que nos espera y que hay que recorrer. Y creo, el Evangelio de hoy lo deja claro, que la asistencia del Espíritu Santo es vital. Jesús nos lo dice muy claro: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». —Respondió Pedro.

—Sin la asistencia del Espíritu no podremos vencer ni superar los obstáculos. Por eso lo recibimos en la hora de nuestro bautizo – comentó Manuel. Por eso, lo verdaderamente importante es ser consciente de su presencia y abrirnos a su acción para dejarnos dirigir según sus impulsos. Y eso, previamente, nos exigirá creer en Él. Porque, sin fe no podrá actuar el Espíritu.

sábado, 4 de junio de 2022

MIRANDO LO QUE HACEN LOS DEMÁS

Nuestra inclinación es actuar mirando a los demás. El respeto humano condiciona nuestro actuar y nuestra manera – aparente – de ser. Aparentamos, ante la mirada de los otros, nuestra manera de comportarnos y relacionarnos. Estamos condicionados por ese instinto a dejarnos interpelar por la mirada de los otros. Y, también, inclinados a fisgonear, mutuamente, en lo que hacen los demás. De manera que, ambos nos interpelamos y condicionamos en apariencias para disfrazar nuestra manera de ser.

A pesar de todo, el ser humano es un ser en relación y, para vivir necesita relacionarse. Pero, tal como hemos comentado anteriormente, una cosa es la necesidad de relación y otra el fisgoneo.

En cierta ocasión, Manuel, observando que alguien lo miraba de forma fiscalizadora y fisgoneaba todos sus movimientos, dijo:

—Está usted juzgando lo que hago.

—Nada de eso —respondió el aludido—. Observo con admiración lo que usted hace y, me sorprende «fijando la mirada en la mesa» ese Evangelio de cada día que tiene a su lado.

—¡Ah!, le sorprende lo del Evangelio. No me extraña, pues, no es el primero. En muchos momentos la gente me toma por un ser extraño. La realidad es que no parece muy frecuente leer el Evangelio y reflexionar sobre lo que dice. Al menos en mucho lugares de este mundo.

—Sí —respondió el que fisgoneaba— parece extraño y raro. Sobre todo cuando lo que se busca es el interés personal, satisfacer su egoísmo y amar con condiciones.

—Efectivamente, amar tal y como eres amado por nuestro Padre Dios es la meta y objetivo del ser humano. Primero, la fe es prioritaria y, por la fe, llega a cambiar el rumbo de tu vida y obrar. Sobre todo, el no estar tan pendiente de lo que hacen otros. Se trata de ser y actuar por ti mismo, sin que influya en ti lo que piensen y hagan otros.

—Tienes razón. A veces nos influye lo que hacen otros y, no es nada malo si lo que hacen es bueno y ayuda a mejorar como persona. Pero, sí, es peligroso cuando ese dejarnos influir nos hace peores personas. Y me alegro haberme fijado en usted, pues me ha dado un ejemplo y ayudado a plantearme el no estar tan pendiente de lo que hacen otros para ser yo.

—Nada, ha sido un placer. Todo sea para gloria de Dios.

viernes, 3 de junio de 2022

Perdonar, esa es la cuestión

El diálogo de Jesús con Pedro deja muy claro la cuestión del perdón. La Misericordia de Jesús queda fuera de toda duda. Pedro, que lo había negado tres veces, confiesa su amor al Señor y recibe el perdón de Jesús. Inmediatamente, me cuestiono, ¿perdono yo también a aquel o aquellos que me han ofendido o abandonado? Tras este hermoso diálogo la postura de seguidor de Jesús tal es Pedro, queda muy clara. Seguir a Jesús, es decir, amarle, implica perdonar como Él nos ha perdonado, y nos perdona a cada instante. Porque, ¿qué levante la mano quien esté libre de pecado?

Un amigo me contaba su experiencia con otro compañero. Me decía que aquel otro amigo le comentó: —no puedo perdonar a esa persona —se refería a otro que le había mentido varias veces. Sí, se me hace muy difícil perdonar cuando dudamos de la palabra de otro —comentó reafirmándose.

—Estoy de acuerdo con lo que dices y manifiesta —respondí con firmeza— pero, primero está la Palabra de Dios, que nos dice que, injertados en Él podremos llegar a perdonar como Él nos perdona. Y yo creo en su Palabra. Jesús perdonó a Pedro, sabiendo que le había prometido que no le negaría. Y lo hizo tres veces. Suficiente para perder la confianza en él y no perdonarle. Pero, encima lo pone al frente de la Iglesia.

 —Sí —respondió el compañero—. Eso demuestra y deja muy claro nuestra debilidad humana, y, por consiguiente, la necesidad de permanecer en Él.

Pensé «¿y cómo actuaría Jesús en estos casos, porque la situación de Pedro nos puede servir de ejemplo»

No cabe duda de que el tema del perdón es un gran problema por superar. Nos cuesta perdonar. Sobre todo cuando nos creemos que la razón nos asiste. Y eso, en lugar de desanimarnos debe servirnos de ánimo. Porque, no es un cualquiera quien nos lo propone. Lo ha vivido él primero. Nos lo dice Jesús, el Hijo de Dios. Y Él nunca se equivoca y, además, nos lo demuestra con su ejemplo y vida.

Por tanto, la conclusión, es que, injertados en el Señor, podemos llegar a perdonar como Él nos perdona. Y así se lo expuse al amigo — dije animándole.

Y yo también, pensé, «me siento lejos de perdonar de esa manera, elevo mi mirada al Señor, le confieso mi amor y trato de seguirle abandonándome en su manos. Y tú, ¿cómo lo ves?

jueves, 2 de junio de 2022

UNIDOS EN TU PALABRA

Creemos en Ti, Señor, y tu Palabra nos une, a través de Ti, con el Padre. Una Palabra que nos viene indirectamente, a través de a los que Tú se la has dejado. Y una Palabra que, seguirá llegando a los demás, por medio de los que, creyendo en Ti, la proclaman y anuncian a todos aquellos que, abriendo sus corazones, la escuchan y la hacen vida en sus vidas.

Tú, Señor, ruega por nosotros para que permanezcamos unidos a Ti y, por medio de Ti, también al Padre. En el Evangelio de hoy nos lo deja todo muy claro. Tratar de explicarlo solo enredaría y entorpecería la claridad de tu Palabra: (Jn 17,20-26): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me

Realmente, ¿somos consciente de la importancia y el significado de lo que dice Jesús? Le pide al Padre por todos nosotros, por los que hemos creído en los apóstoles y en la Iglesia, a través de la que nos ha llegado su Palabra. Sí, es la Iglesia, la que como le sucedió a Él, es criticada, ridiculizada, atacada, amenazada y tachada de falsa, de desviada y…etc. Sin embargo, Jesús hoy ruega al Padre por todos los que han creído y creen en su Palabra, que Él, antes de su Ascensión al los Cielos, preparó para que la anunciaran y proclamaran. Y termina diciendo:  …Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

Así que, tengamos en cuenta y sepamos, son Palabras de Jesús, que Él, el Señor, está pendiente de cada uno de nosotros y rogándole al Padre que, ese Amor del Padre que nos ha anunciado, permanezca en nosotros y Él también esté en cada instante de nuestra vida en nosotros. Roguemos también nosotros para que así sea. Amén.